miércoles, 3 de marzo de 2021

Educar a los hijos para una razonable felicidad

 


Después de buscar buenas fuentes para escribir sobre la felicidad, es fácil concluir que el tema ha dado  para llenar  de libros bibliotecas enteras. A mi me gustan  los autores que, por su profesión, se dedican a resolver problemas relacionados con la felicidad y  están en contacto con la parte más íntima del ser humano, aquella a la que pocos acceden; donde se encuentra la verdad de cada uno de nosotros y en la que conviven  lo bueno y lo malo del ser humano y, por tanto, también nuestro. En ese interior del que ninguno podemos prescindir repercute,  para alegría o tristeza nuestra, las consecuencias de cada uno de nuestros actos, omisiones, pensamientos, convicciones…, dejando posos más o menos duraderos de paz o  de amargura, de serenidad o frustración, de deseos de hacer el bien o de odio y rencor.

Muchos autores coinciden en que la felicidad no es un punto de destino y que, por tanto,   hay que aprender  y aspirar a ser felices en el itinerario de nuestra vida, todos los días, en las circunstancias en las que nos encontramos, sean las que sean. Muchos psiquiatras resumen  esto diciendo que “no son las circunstancias de nuestra vida las que nos hacen felices o infelices, sino cómo las interpretamos, cómo las vivimos en nuestro interior y cómo reaccionamos “. Por eso nos encontramos personas que ante una misma experiencia “negativa” reaccionan de forma muy distinta.

Nos ha tocado vivir en una época en la que se confunde la felicidad con la alegría del animal sano, que tiene cubiertas sus necesidades y placeres. Hoy día mucha gente, sobre todo los más jóvenes, piensa que la felicidad está en disfrutar todo lo que se pueda comiendo, bebiendo,  haciendo el “amor”, comprando…. pero paradójicamente es occidente, el primer mundo,  donde mejor cubiertas están esas “necesidades” y donde  más se visita al psiquiatra o al psicólogo, más antidepresivos y medicamentos asociados se toma, y donde el número de suicidios es más elevado. Quizás porque ese tipo de vida produce un modelo de persona egocéntrica, sola, aunque tenga mucha gente al lado, con muchos miedos fruto de ese sentimiento de profunda soledad. Porque los demás, y ella misma, solo están para disfrutar. Se ha caído  en la trampa de “sustituir el sentido de la vida por sensaciones, que normalmente lleva a comportamientos destructivos” (Marian Rojas)

Ya los filósofos griegos empezaron a cuestionarse sobre dónde encontrar la felicidad. Las respuestas fueron múltiples y variadas, así Pitágoras afirmaba que estaba en la armonía, para Sócrates consistía en encontrarse a uno mismo; Platón la ubicaba en el amor, Aristóteles en el bien y el bien es lo que todos apetecen, lo que es capaz de saciar la más profunda sed del hombre. Para Epicuro ser feliz es pasarlo bien, disfrutar de la vida. Para Séneca la felicidad está en la virtud, que consiste en el hábito de obrar bien. San Agustín encuentra la felicidad en la alegría de estar en la verdad. Kant cree que está más en la imaginación que en la realidad y Freud que se encuentra en la satisfacción de las necesidades básicas del ser humano. Por último, Cervantes piensa que no está en la posada sino en medio del camino. Se puede deducir que estas respuestas no han variado mucho con el paso del tiempo

Como estamos en un blog sobre educación, voy a intentar resumir y sintetizar todo lo que ya había leído, escuchado, experimentado…para dar unos consejos sobre cómo educar a los hijos para que en el futuro disfruten  de una felicidad razonable:

1. Los padres deben esforzarse para que haya un ambiente positivo en el hogar. Deben desdramatizar ante las dificultades; deben poner las luces largas y ver que los obstáculos nos hacen crecer (E. Rojas). De todo sale algo bueno, pero hay que querer y saber buscarlo.

2. Las emociones positivas incluyen la felicidad y otros sentimientos de bienestar. Son descritas como reacciones breves que típicamente se experimentan cuando sucede algo que es significativo para la persona. Actualmente hay suficientes datos para afirmar que las emociones positivas potencian la salud y el bienestar, favorecen el crecimiento personal, permitiendo sentimientos de satisfacción con la propia vida, tener esperanza, ser optimista y percibirse más feliz (Fredrickson, 2000, 2001; Fernandez-Abascal y Palmero, 1999). Incluso hay estudios que evidencian que la risa, la felicidad y el buen humor ayudan no solo a mantener sino también a recuperar la salud (Nezu, Nezu & Blissett, 1988). Existe suficiente evidencia para afirmar que las emociones positivas se relacionan con la longevidad (Danner, Snowden & Friesen, 2001), la percepción de buena salud en adultos mayores (Valliant, 2002), el desarrollo de la felicidad (Lyubomirsky, 2001), la competencia inmune (Charnetski & Brennan, 2001; Ornish, 1998), la recuperación cardiovascular y el adecuado afrontamiento al estrés y a la adversidad (Strumpfer, 2004).

3. En relación con lo anterior, es necesario que la comunicación entre padres e hijos sea habitualmente positiva y constructiva, en contraposición a una comunicación hiriente, autoritaria, humillante y comparativa.

4. En casa debe haber un ambiente constante de exigencia y afecto. La primera favorece una voluntad madura que ayudará a nuestros hijos a superar las dificultades a las  que inevitablemente se enfrentarán en la vida y a realizar elecciones de calidad en el ámbito laboral, cultural y social. La segunda, sobre todo en los primeros años, les dará seguridad y equilibrio.

5. Hay que enseñar a los hijos, con nuestro ejemplo, a levantarse después de cada derrota, a que no se queden   lamiéndose las heridas. Eso es la resiliencia que, según Boris Cyrulnik, es la virtud  que nos lleva a “doblarnos sin partirnos”, a no quedarnos en el camino, a no detenernos por ninguna  contrariedad, contribuyendo a una elevada autoestima y autoconcepto.

6. Hay que promover en los hijos lo que Martin Seligman identifica como “fortalezas de carácter”, que son rasgos o características psicológicas que se ponen de manifiesto en distintos momentos a través del tiempo, y sus consecuencias suelen ser positivas. Entre estas se encuentran  el optimismo, las habilidades interpersonales (construir y mantener amistades), la fe, el trabajo ético (tiempo para los demás), la esperanza, la honestidad, la perseverancia y la capacidad para fluir (flow).

7. Por último, enseñar a comprender, perdonar y disculpar. Esto contribuirá a una deseable armonía interior y exterior.

Termino, como siempre, con una frase. En este caso de Erasmo de Rotterdam:

“La felicidad consiste, principalmente, en conformarse con la suerte; es querer ser lo que uno es.”


José Antonio de la Hoz