El 4 de enero de 2021, los telediarios nos daban la noticia de una adolescente española
condenada a cadena perpetua en Omán por
estar en posesión de 7 kilos de droga. Iba a trasladarlos a España, pero a
pesar de haberse arrepentido y de haber comunicado a su camello que desistía,
la detuvieron y la condenaron. No juzgo a la persona, a la que no conozco, pero
si los hechos: una chica joven que busca un atajo para ganar una importante
cantidad de dinero que le permita comprar y disfrutar de los placeres de la vida
y, de esta forma, alcanzar la tan ansiada felicidad.
Otra noticia recurrente en estos días de COVID son las
fiestas ilegales organizadas por famosos y no famosos, en las que una y otra
vez ha tenido que intervenir la policía por incumplimiento de las normas aprobadas
para luchar contra la pandemia.
A todos nos llaman la atención estos y otros comportamientos,
que quizás comentamos solo cuando los medios de comunicación ponen el foco sobre ellos. Pero el interés de
estos medios no va más allá de rellenar horas de programación, ganar audiencia y
obtener pingues beneficios publicitarios.
La vida no nos da para pensar mucho, porque todo va cada vez
más rápido….hay que levantarse, asearse, llevar los niños al colegio, atender
llamadas y más llamadas de teléfono, ir al trabajo, recoger a los niños, hacer
la comida, limpiar la casa, hacer la compra, hacer la colada, ……uffff,…al final
del día no nos quedan muchas ganas de pensar. Además, parece que los políticos
y los medios de comunicación se encargan de decidir por nosotros sobre qué
tenemos que pensar.
Pero volviendo al principio, la sociedad actual parece
programarnos para que nos centremos en ganar dinero para comprar, tener cosas y “disfrutar de la vida” y sus placeres. A ello
nos lleva los entre 3.000 y 5.000 impactos publicitarios que cada persona
recibe al día, siendo los más eficaces los 90 televisivos que cada uno de nosotros recibe de media. Y
son estos últimos los que más influyen en la compra compulsiva, el placer inmediato,
el tener …., sin que aparentemente haya un contrapeso que nos ponga los pies en
el suelo y nos centre en “como somos”, en el ser.
Llevamos muchos años lanzando mensajes a los jóvenes que
ponen el acento en lo inmediato, en las conductas impulsivas,….y cuando llega
el momento –siempre llega- en el que es necesaria una respuesta madura y
sacrificada de la sociedad, nos encontramos con una pobre capacidad de
respuesta, con individuos que esperan
que el esfuerzo necesario lo hagan otros y que ellos sean la excepción, con un
alto grado de frustración social por la exigencia de sacrificios no esperados
ni deseados. Es en ese momento cuando
deberíamos darnos cuenta de que nos equivocamos, antes y ahora. No podemos esperar respuestas generosas,
solidarias, responsables, esforzadas de quien se ha educado para el consumo, o de
quien no se le ha pedido cuentas casi nunca por sus errores, o de quien se le ha enseñado, en la práctica,
a pensar solo en él cediendo en la mayoría de sus caprichos, para que “no lo
pase mal”.
Hace poco le di un pequeño repaso, de andar por casa, a los
filósofos clásicos. Me gustó recordar a Platón y su Mito de la Caverna,
recogido en su obra “La República”, escrita en el 380 a.c. Para los que no os
acordéis, Platón describe en un diálogo de Sócrates con su hermano Glaucón una caverna, con unos esclavos que lo son
desde su nacimiento y que no han conocido otra cosa que lo que ven frente a sus
ojos, reflejado en la pared, sin posibilidad de mover la cabeza hacia los
lados. Detrás de ellos un muro y junto a él, en la parte que no ven los
esclavos, otros seres humanos pasando a
lo largo del mismo, con figuras, a modo de marionetas, cuyas SOMBRAS se
proyectaban en el muro que veían los esclavos, gracias a la luz de una
hoguera….y fuera de la hoguera o caverna el mundo real.
Pues bien, usando el mito de la caverna de Platón, yo me
pregunto ¿hemos hecho esclavos a varias generaciones de niños con una visión
falsa de la realidad, con una antropología impuesta por unos pocos, que nos han
engañado con sus marionetas? ¿Cómo les explicamos a muchos jóvenes que la
visión de la vida que les han enseñado no les lleva, no nos lleva a todos, a
buen puerto? ¿Cuándo nos daremos cuenta de que hay que salir de la caverna en
la que nos han metido? ¿Cuántos desvaríos van a ocurrir hasta que nos demos
cuenta? ¿Cuándo aprenderemos a identificar a los que nos tratan como
marionetas?...., porque estamos en una sociedad en la que no están de moda
valores como el esfuerzo, la generosidad, la valentía, la solidaridad, el
control de la impulsividad, los límites al placer, la perseverancia en el
esfuerzo, la responsabilidad….., que son los que nos dan estabilidad, seguridad
como persona y como sociedad,….valores que han sido sustituidos por la
gratificación instantánea, el éxito fácil, los programas basura que buscan el
beneficio fácil, el consumismo, el deseo insaciable de placer (hedonismo), el
sexo en todas sus versiones, incluidas las que se consideraban enfermizas
(actúa como piensas o terminarás justificando como actúas), el comer y el beber desordenado (y los
catedráticos de salud pública avisando de la relación entre cáncer y
obesidad,….),….en fin, todos los sentidos satisfechos, felicidad instantánea,
propia del animal sano, ….y un gran vacío interior que , en muchas ocasiones,
se torna en violencia.
El cambio no va a venir desde arriba, tal y como está
configurada la política hoy día, el cambio va a venir del esfuerzo individual
de cada uno de nosotros y de nuestras familias, por abrir los ojos a la
realidad, por quitarnos la venda y ver que llevamos muchos años por el camino
que no es. Hay que mirar dentro de nosotros y ver si estamos conformes con nuestros
valores, los nuestros, no los del vecino. Tenemos que ver si tenemos paz
interior y si damos paz y serenidad en nuestro entorno. El cambio es posible,
pero depende de nosotros.
En esta ocasión termino con dos frases, la primera de Platón
y la segunda de Rabindranath Tagore:
El hombre es un auriga que
conduce un carro tirado por dos briosos caballos: el placer y el deber. El arte
del auriga consiste en templar la fogosidad del corcel negro (placer) y
acompasarlo con el blanco (deber) para correr sin perder el equilibrio.
(Platón)
Cada criatura, al nacer, nos
trae el mensaje de que Dios todavía no pierde la esperanza en los hombres
(Rabindranath Tagore)
José Antonio de la Hoz