Siempre he dicho que el sistema capitalista necesita de
correcciones urgentes y globales. Urgentes porque poco a poco va minando la
sociedad sembrando odio, injusticia,
desequilibrios brutales, hambre, dolor, muerte…, etc, etc y todo esto suele
rectificarse, cada equis tiempo, de una forma que nadie quiere. También es
verdad que con competencia y estímulos se producen avances espectaculares que,
bien dirigidos, nos benefician a todos, pero hay que vigilar los desequilibrios
desmesurados, las injusticias palpables, la cosificación y explotación del ser
humano…
Las correcciones al capitalismo deben ser simultáneas y globales, puestas en marcha por todos a la
vez, por el grupo de los grandes, por las cumbres de los importantes, los G7,
los G20, los Bildeberg, Davos y compañía…., porque el tema de los costes y el
beneficio hace inviable que un país o unos pocos den un paso adelante en la
humanización de la economía, sin que sean barridos del mapa, por aquello de las
famosas ventajas competitivas en precios, es decir, que a igualdad de calidad terminamos comprando lo más barato, sin importarnos que lo más barato sea
fabricado por mano de obra infantil y/o sobreexplotada. Cada vez más los
economistas ven al hombre como una herramienta, un coste, cuando debería ser al revés, la economía
debería ser una herramienta para que el máximo número de personas disfruten de
unas condiciones adecuadas para vivir, en términos de bienes materiales, tiempo
disponible para atender a la familia, periodos de descanso, etc. No estoy
hablando del igualitarismo marxista, con el que no estoy de acuerdo por anular
la libertad de la persona y el progreso, sino de facilitar las condiciones de
vida. En fin, no está mal moverse de vez en cuando en la utopía para ver qué
nos está pasando.
Una vez invité a hablar sobre valores, a madres y padres de
alumnos, a un ilustre socialista de mi tierra con una larga y meritoria
trayectoria de responsabilidades en la vida pública. Muy buena persona, creyente
y practicante, aunque hay buenas personas que no son ni creyentes ni
practicantes. En un momento de la intervención afirmó que “nos hemos cargado a
las instituciones que velaban por los valores”. Uno de los asistentes preguntó
por las instituciones a las que se refería y le respondió que, por ejemplo, a la Iglesia. El oyente, los asistentes – y
yo- quedamos sorprendidos por la respuesta y por la persona que la daba. El
oyente continuó la conversación, diciéndole “…pero si yo no creo, ¿qué hago?”,
a lo que respondió el ponente, “Pues reza”. El tema estaba más o menos claro:
hemos quitado y negado a Dios de palabra y con los hechos, el Decálogo – los
diez mandamientos- lo hemos clausurado y mandado a mejor vida y ¿qué ha
quedado?, pues el hombre en estado puro, con sus debilidades y su capacidad de
hacer daño, sin ningún tipo de freno . El hombre es capaz de lo mejor, pero también
de los mayores errores y horrores. Ahora el freno es la ley, pero la ley está
hecha por los hombres y, a falta de otros fundamento trascendente, el hombre
tiene poco respeto por el hombre, como podemos ver demostrado por la historia
más reciente. Ahora los valores los ponen los poderosos, o sea…EL DINERO CON
MAYÚSCULA, LOS MASS MEDIA, LOS PARTIDOS…. unos pocos. Pero todos nos
angustiamos, más o menos, con el destino que nos depara este rumbo.
LO IMPORTANTE NO ES CÓMO ERES SINO
QUÉ TIENES. Parece un planteamiento un tanto radical, pero es lo que está
vigente con fuerza en las relaciones sociales, familiares, etc. Se educa más
para alcanzar un buen puesto y menos para ser buena persona, son muchos los
padres que alientan a los hijos a buscar una pareja con dinero en vez de una
persona que les haga felices, son muchos los que dejándose llevar por la
presión social se han endeudado hasta los ojos para aparentar una posición económica
de la que no disfrutaban, cada vez nos
encontramos con más empresas con un ambiente laboral enrarecido, utilitarista,
donde hay pocos escrúpulos, con pocos rastros de humanidad. Parece que la
soledad es y va a ser la protagonista de muchas vidas,…eso si con cierto éxito
social y/o económico, y todo ello porque estamos alimentando un modelo de
hombre que no deja de mirarse el ombligo y que no se soporta ni a sí mismo.
Sin embargo, son muchos los que
admiten que la capacidad de ser más o menos feliz está dentro de nosotros y no fuera.
Buscando citas que conecten con lo que
voy diciendo me encuentro con una de Pablo Neruda que dice lo siguiente: Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar,
indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más
feliz o la más amarga de tus horas. Cuando perfeccionaba mis conocimientos sobre Recursos Humanos, nos explicaban que a algunos
directivos de empresas se les sometía a test proyectivos de la personalidad,
como el de Rorschach y que su reacción al ver los resultados iba desde el enfado
hasta el suicidio, porque les costaba reconocer como eran en realidad y la
maraña de justificaciones que habían tejido para acallar su conciencia. No les
gustaba su forma de ser. Continuando con las citas me encuentro con otra
de Henry Van
Dike –escritor estadounidense del siglo pasado- que
dice así: La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no
depende de lo que tenemos, sino de lo que somos. Y es verdad porque,
salvo que seamos monjes cartujos, la mayor parte de cada uno de nuestros días
la dedicamos a relacionarnos con personas, ya sean estas familiares, compañeros
de trabajo, vecinos, amigos,…y en esos contactos encontramos aprobación o
rechazo, cariño, odio, elogio, ternura, rencor… en definitiva, felicidad o
amargura. Si somos incapaces de ceder un asiento, de cubrir una guardia a un
compañero, de prestar unos apuntes, de dar un donativo, de llegar puntuales a
las citas, de ceder en los planes de amigos, de hacer bien nuestro trabajo, de
atender bien a un cliente, de sonreir….es decir, si no nos dejamos llevar por
la tendencia a elegir siempre lo placentero, terminaremos con hábitos
atractivos y estaremos contribuyendo a crear una sociedad mejor.
Por
todo ello, pienso que merece la pena educar a los hijos para que disfruten de
una situación económica que les permita vivir dignamente, pero poniendo el
acento en la adquisición de hábitos que los hagan mejores personas, que es lo
mismo que decir mejores compañeros de trabajo, mejores maridos o mujeres,
mejores vecinos, mejores madres o padres, mejores ciudadanos, mejores jefes,
mejores empleados,… para hacer una sociedad mejor. Para ello debemos
plantearnos periódicamente cómo vivimos nosotros esto e intentar mejorar en
algo, porque se enseña mejor lo que se vive. También es bueno encontrar un motivo sólido para educar y vivir así..., hacerlo por los demás, a secas, parece que no se sostiene.
José Antonio de la Hoz
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