La comunicación con nuestros
hijos, más aun si son adolescentes, es todo un entramado donde concurren
emociones, situaciones anteriores, memoria, datos, juicios a priori y a
posteriori, desahogos, consejos, aciertos y desaciertos, confianza y
desconfianza,…y otros aspectos, como el sexo de los comunicantes, la edad y un
largo etcétera. Visto desde esta perspectiva el asunto es tan complejo que
invita a entrar en faena “de puntillas” y con la precisión de un cirujano, pero
todo se simplifica si los padres cumplen algunos requisitos y los repasan
periódicamente para mejorar en alguno:
· Buscar el momento
oportuno: las cosas mejor en frío;
si el tema es conflictivo, hay que elegir un momento huérfano de pasiones… Los
gritos, voces o aspavientos nos quitan
la razón. Un examen para mañana, una situación de stress…convierten el momento en el menos adecuado para pararse a
hablar con tu hijo.
· Que se note que
hay amor, preocupación por el otro…, esto no implica que se aparque la
contundencia cuando sea necesaria. Aunque más que comunicar se trate de
informar, hay que dar razones. En mi periodo de docente me tocó comunicar más
de una sanción encaminada a cambiar
alguna actitud…, pasados los años más de un sancionado me ha dado un abrazo,
nos hemos tomado una caña y nos hemos intercambiado teléfonos. ¡Seguro que en
algún caso me he equivocado y los recuerdos no son tan gratos…!
·
No existe
comunicación si es unidireccional…,
hay que dejar que el otro hable, escucharlo y ponerse en su lugar… Los sermones
de larga duración aburren e incentivan el aislamiento. Como decía Miguel de
Cervantes “Sé breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo”.
·
La manipulación
para convencer u obtener información también rompen el circuito.
·
A veces nuestros
hijos solo quieren desahogarse, que
los escuchemos y les demos nuestro apoyo y nada más. En estos momentos solo se
busca afecto y comprensión, curar heridas internas, sentirse querido ...
·
Como padres algunas cosas hay que decirlas, aunque
solo se entiendan años o muchos años después. Hace poco un ilustre profesional
publicaba una carta en el periódico, dirigida a su padre fallecido un año
atrás, a modo de homenaje póstumo, en la que rememoraba conversaciones con él,
consejos recibidos y no asimilados en su momento, correcciones…. En ella
comentaba como muchos de esos consejos y conversaciones se han mantenido en su
memoria y el uso eficaz que ha hecho de ellos a lo largo de su vida, así como el sentimiento de orfandad que le acompaña
cada vez que necesita una opinión desinteresada.
· Cuando nos
equivocamos pedimos perdón y rectificamos. Ganamos en autoridad y
prestigio moral
·
Si queremos que
nuestros hijos nos cuenten las cosas hay que crear el clima adecuado: no podemos escandalizarnos, ni montar en
cólera,….si actuamos así nos cerraran las puertas, ¡se acaba la confianza!
·
La intimidad de nuestros hijos no se
muestra ni se comenta sin su consentimiento, ni a otros hijos, ni al cónyuge,
ni al resto del mundo mundial… lo contrario provocará que cierre la espita.
Como dice Milán Kundera, “la persona que pierde su intimidad lo pierde todo”
· Hay que administrar bien los elogios, desde
pequeños, porque vamos a necesitar conocer con objetividad nuestros defectos y
nuestras virtudes. Muchos padres tildan a sus hijos de genios cuando son
mediocres, de generosos cuando son egoístas y al revés,…así es difícil construir algo
· Las comparaciones son odiosas y más si se
hacen en público. El beneficiado se siente ruborizado si está presente, el
perjudicado se siente humillado y no querido de forma incondicional, que es
como se quiere en el ámbito familiar.
· Cuando hay que
modificar comportamientos no se aprovecha para hacer juicios de la persona. Si
mi hijo trae malas notas no le digo que
es un vago, inútil y no sé cuantos calificativos más…, mejor hablo del problema
y de la forma de solucionarlo. Si algo nos duele lo decimos pero no
descalificamos.
· Si eres
coherente, sencillo, sabes comprender y disculpar, toleras opiniones distintas,
no manipulas, eres trabajador y responsable…., resumiendo, TIENES
PRESTIGIO frente a tus hijos, entonces
la comunicación y el diálogo siempre es más fácil. Es difícil escuchar a la
persona vengativa, altiva, negativa, que va intentando inocular su rencor a los
demás, que solo tolera a los que piensan como él hasta en los detalles más
nimios, que se pone como ejemplo de todo, que miente y manipula, que es un vago, que no pide perdón…., etc.
José Antonio de la Hoz
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