sábado, 8 de noviembre de 2014

Hijos autónomos, seguros y estables. ¿Cómo se consigue?


El pasado jueves, seis de noviembre de 2014, impartí una conferencia a padres, con hijos  de corta edad,  en un colegio concertado. Me pidieron que hablara sobre cómo educar a los hijos para que sean autónomos, seguros y estables. Empecé la conferencia afirmando que en educación no hay recetas, ya que la singularidad de cada persona y  de su entorno las desaconsejan.

Los tres aspectos señalados en el título de la conferencia interactúan entre sí. A modo de ejemplo, una persona poco dependiente se sentirá más segura que otra excesivamente condicionada por las personas y circunstancias que le rodean. También es probable que disfrute de mayor estabilidad, entendida como  capacidad de no sucumbir fácilmente ante las contrariedades y problemas ordinarios y extraordinarios que aparecen en nuestra vida desde que somos niños.

Los padres que desean hijos  autónomos, seguros y estables deben actuar en el día a día, en las pequeñas obligaciones que los hijos pueden ir asumiendo, con exigencia y seguimiento constante, con paciencia, desde que son pequeños, adaptando la acción educativa a la edad del niño.

El hombre no está dividido en compartimentos estanco. Con esto quiero decir que conseguimos que un niño sea autónomo, seguro y estable procurando que alcance otras capacidades, muy relacionadas con las anteriores, influyendo unas en otras . Me refiero, entre otras, a  las siguientes:
  • Para ser autónomo, en el sentido de hacer cosas solo, de enfrentarse a los problemas y resolverlos, de  realizar las tareas necesarias para la propia supervivencia, de marcarse metas y alcanzarlas,  es necesario disponer de una VOLUNTAD FUERTE, que no se improvisa, que se alcanza por el esfuerzo sostenido en el tiempo, desde que se es un niño.
  • La autonomía es atractiva cuando se conocen los frutos, los motivos para alcanzarla. La vía de los hechos, es decir, los logros personales desde pequeños, van alimentando el deseo de la propia autonomía y configurando una historia personal asentada en la autoestima, que es un pilar muy sólido donde apoyar el propio desarrollo. El ejemplo de los padres, el prestigio personal de personas autónomas y los valores atractivos inherentes a esta capacidad son otros aspectos donde apoyar el atractivo de la autonomía.
  • Una voluntad fuerte lleva a conseguir pequeños logros en el día a día, que alimentan la autoestima del niño -también de todos-,  y le lleva a sentirse importante, convirtiendo su entorno en algo manejable, controlable, solucionable, potenciando simultáneamente, poco a poco, su seguridad y estabilidad.
  • Los encargos en casa, desde que son pequeños, ayuda a lo anterior. También el orden, la eficacia de cumplir con un horario, el control de las emociones (qué eficaz el rincón del llanto, bien administrado), etc.
  • Se puede ser más autónomo cuando se tiene más desarrollada la capacidad de reflexionar y esta se consigue cuando nos sometemos o nos someten a estímulos que nos hacen pensar, como encontrar la solución a los pequeños problemas que aparecen cada día. También cumpliendo con nuestras obligaciones ordinarias, leyendo  u oyendo lo que les leen los padres, dialogando con ellos, cuando somos corregidos con argumentos, cuando observamos valores hechos vida en casa, cuando los padres procuran una vida llena de estímulos educativos (juegos de pensar, visitas al zoo, cine o una obra de teatro, visitas a monumentos, viajes a otros lugares, contacto con situaciones de pobreza, cultivo de la espiritualidad, etc)
  • La autonomía se alcanza además, colocando las emociones y los afectos en su sitio. No se trata de eliminarlos, sino de no depender excesivamente de ellos. Hay padres que fomentan una excesiva dependencia afectiva de sus hijos, en ambas direcciones, hipotecando parte de su autonomía presente y futura, cortando la posibilidad de alcanzar determinadas metas. No están mal las salidas justificadas, fuera de casa, a partir de los seis años. Los campamentos, los cursos de inglés en el extranjero, etc.  También es muy positivo no ceder ante cualquier capricho o impulso extemporáneo de los hijos, por ejemplo en el supermercado, a la hora de comer, al pasar por una tienda, con un programa de televisión que no toca ver. Qué bueno es no ceder ante el llanto usado a modo de chantaje y de reto a la norma o límite educativo (basta con mandar al niño a una habitación hasta que se calme). Hay que corregir la envidia, los celos, la impulsividad, etc.
  • A los niños hay que enseñarles a hacer vida, cada día, los siguientes verbos: pensar, hacer, solucionar, inventar, crear, afrontar, arreglar, ordenar, corregir... Las opciones para conseguirlo son casi infinitas.


Hay actitudes de los padres que no ayudan a que sus hijos sean autónomos seguros y estables. Veamos algunos:
  •  Autonomía y sobreprotección son incompatibles. Tratar de evitar el sufrimiento y los obstáculos a los hijos es un amor mal entendido y un freno a su desarrollo personal. No hay que quitarles  las piedras del camino. Hay que decirles dónde están y cómo se saltan y que ellos se enfrenten a ellas solos o, por la edad o la complejidad de la situación, con el acompañamiento mínimo imprescindible. Los miedos infundados de los padres son una forma de sobreprotección (no van de campamento, a una excursión…"por miedo a que les pase algo"). Que los padres hagan las cosas porque no tienen tiempo de esperar a que las haga el hijo es quitarle ocasiones de aprender; es cuestión de prioridades y de orden, no de tiempo.
  • Los padres autoritarios provocan hijos excesivamente dóciles o rebeldes, inseguros e inestables.
  • La autonomía se desarrolla mejor en un clima de exigencia con cariño. Hay que colocar metas difíciles pero asequibles, alcanzables y, al mismo tiempo, hay que demostrar cariño incondicional, que implica aceptación  de las virtudes y los defectos de los hijos , que lleva a no compararlos con nadie y a no juzgarlos de forma hiriente o humillante. Se corrigen los comportamientos pero no se juzga (ej: en vez de decir “eres malo” , se dice ·esperaba que hubieras hecho esto de otra manera, porque tu no eres malo”)
  • Para potenciar que el niño tome iniciativas, haga cosas y sea creativo…se alaba su esfuerzo, pero no sus cualidades. Esto último lleva a la inactividad.
  • Las expectativas demasiado elevadas llevan a la parálisis. Para evitar esto hay que saber de qué es capaz nuestro hijo, conocer bien sus capacidades y su etapa evolutiva.
  • Cuando nuestro hijo toma iniciativas y hace cosas que le pedimos por primera vez, comenzará equivocándose pero seguimos dándole la oportunidad de hacerlas y confiamos en que las hará bien. Cuando está aprendiendo alabamos su esfuerzo no los resultados, que llegarán con el tiempo. En los errores hay que animar a corregirlos y a empezar de nuevo, no humillarlos. La paciencia de los padres es importante para el aprendizaje y la autonomía de los hijos.
  • Afecta a la seguridad y estabilidad del niño la seguridad y estabilidad de las relaciones entre los padres y su estilo de comunicación. Algunos consejos: las disputas en privado, etc.
  • Los hogares con normas y limites predecibles y exigidos por los dos padres, independientemente de su estado de ánimo o de cómo haya ido el día, crean un clima de seguridad en el niño.
  • Actuaremos sobre la seguridad de nuestro hijo si le ayudamos a conocerse y a que acepte, con naturalidad, los propios defectos y errores. Hay que enseñarles a reírse de ellos mismos, de esta forma limitaremos la dependencia de la propia imagen y de la opinión de los demás.
  • La excesiva presión, sin ocio, sin desahogo, sin descanso, sin cariño,  convierte las invitaciones a los hijos para que trabajen en su propio desarrollo en un ideal que agota, que asfixia y repele. 

Uno de los  soportes de la seguridad de los niños, quizás el más importante,  son los padres, pero el propio desarrollo y crecimiento personal irá limitando esa dependencia. Los impulsores de ese desarrollo, cuando los hijos son niños, son los padres.  Termino, como siempre, con una frase

"Si los padres pierden de vista su misión o no la tienen clara,  acabarán siendo esclavos de lo inmediato, es decir, maleducando"

José Antonio de la Hoz
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domingo, 2 de noviembre de 2014

Trastornos del aprendizaje II: dificultades con las matemáticas

¿En qué consiste este trastorno?

La “discalculia”  provoca en los niños dificultad para la adquisición de habilidades matemáticas (cálculo y/o solución de problemas), aunque tengan una inteligencia normal, disfruten de estabilidad y su formación  académica sea adecuada.  

Este trastorno afecta a todas las actividades cotidianas en las que estén implicadas las matemáticas: manejo de dinero, horarios, calendarios, números de calles, pesar cosas, etc.

Un niño con discalculia no adquiere las habilidades matemáticas básicas. Está muy por detrás de los compañeros de su edad. En la adolescencia dominará los conceptos matemáticos sencillos, pero estará muy por debajo del nivel  de sus compañeros sanos; un 50% tendrá una afectación severa.

A cuántos niños afecta

No hay unanimidad sobre el porcentaje de niños afectados por este trastorno. Algunos estudios colocan la prevalencia entre el 3-6,5% de los niños y el 25% de los que tienen problemas de aprendizaje. Sin embargo el DSM IV (uno de los manuales de referencia para los psiquiatras de todo el mundo) considera que es una enfermedad rara que solo afecta al 1% de los niños.

Cuál es su origen

Los expertos señalan que en su origen hay un fuerte componente familiar y hereditario, aunque hay otros factores implicados. Las pruebas de neuroimagen constatan que el cerebro de un niño afectado por este trastorno presenta diferencias, tanto estructurales como de funcionamiento,  con el de un no afectado.

Qué le cuesta especialmente a un niño con este trastorno

Cuando se realizan tareas matemáticas se trabaja, al mismo tiempo, con contenidos diversos como números, palabras y reglas, que exigen la automatización de operaciones básicas.

En la realización de tareas matemáticas hay diferentes procesos implicados: traducir, integrar, planificar, operar y revisar, que exigen que los alumnos posean (además de conocimientos informales aprendidos de forma espontánea en su experiencia con un entorno cuantitativo) determinados conocimientos que abarcan desde hechos numéricos, fórmulas, reglas, etc., hasta conocimientos lingüísticos. Los alumnos con dificultades específicas en el aprendizaje de las matemáticas presentan problemas en todos los procesos indicados.

Cuáles son los síntomas

Hay que distinguir entre personas que realmente se le dan mal las matemáticas y otras que presentan dificultades en el aprendizaje de éstas.

La discalculia se puede detectar en los primeros cursos escolares  cuando el niño no logra una correcta escritura de los números, ni la realización de series secuenciales o clasificaciones numéricas. En cursos más avanzados afecta al razonamiento, siendo imposible resolver los problemas matemáticos más simples.

- Presenta frecuentes dificultades con los números, no los identifica  con claridad, duda y se equivoca al nombrarlos o escribirlos, confunde grafismos parecidos como (3 x 8) o (4 x 7). Confusiones de los signos: +,-, / y x, confunde el signo de sumar con el de multiplicar y el de restar con el de dividir, y viceversa.

- Invierte, rota o transpone los n - Invierte, rota o transpone los números, etc. el caso más frecuente es confundir el seis con el nueve, los hace girar ciento ochenta grados: (6 x 9); (69 x 96). Dificultades para expresar problemas matemáticos, interpretar los enunciados de los problemas o para entender conceptos como posición, tamaño y relaciones.

- Existen dificultades relacionadas con pensamientos operatorios, cálculo mental, clasificación, orden, cantidades, correspondencia, seriación, y reversibilidad.

- Dificultades en la  coordinación espacial y temporal. Tienen problemas para organizar los números en columnas o para seguir la direccionalidad apropiada del procedimiento. Esta relación es de gran importancia en las operaciones matemáticas y dificulta la realización de cálculos.

- Les resulta prácticamente imposible recordar y comprender conceptos, reglas, fórmulas o secuencias matemáticas como las tablas de multiplicar o los pasos que hay que seguir para resolver una división.

¿Cuál sería el tratamiento?

El  tratamiento es individual con un profesor de apoyo o con alguien de la familia previamente entrenado.

Los ejercicios de rehabilitación matemática han de realizarse despertando la curiosidad y el interés del niño para luego proceder al razonamiento matemático.

La adquisición de destreza en el empleo de relaciones cuantitativas es la meta de la enseñanza a niños afectados. A veces es necesario comenzar por un nivel básico no verbal, donde se enseñan los principios de la cantidad, orden, tamaño, espacio y distancia, con el empleo de material concreto.

Los procesos de razonamiento, que desde el principio se requieren para obtener un pensamiento cuantitativo, se basan en la percepción visual, por bloques, tablas de clavijas.


Además, hay que enseñar al niño el lenguaje de la aritmética: significado de los signos, disposición de los números, secuencia de pasos en el cálculo y solución de problemas

José Antonio de la Hoz

Fuentes:
  • http://goo.gl/zK7QZ5 
  • Otros