viernes, 5 de julio de 2013

La estabilidad matrimonial ayuda al crecimiento de los hijos

Nos ha tocado la sociedad que nos ha tocado,…ni mejor  ni peor que otras pasadas o futuras. En todas el protagonista  es el hombre; por eso,  cualquier sociedad que escojamos y sometamos a estudio, estará plagada de luces y sombras, de arbitrariedades y de excelentes liberalidades, de ejemplos conmovedores y de barbaridades sobrecogedoras, de muerte y de vida, de genialidad y superficialidad, de trabajo y dejadez, de moralidad y de inmoralidad. Porque la historia del hombre-, de cada uno de nosotros- podemos resumirla en una  frase:  “somos capaces de lo mejor y de lo peor”. 

Aunque la mayoría no desarrollamos conductas extremas, positivas o negativas, somos capaces de realizarlas. Como decía un buen amigo, ¿cuántas veces no hemos dicho cualquiera de nosotros, "de la que me he librado hoy"?. También en alguna ocasión hemos sido héroe por un día.

En la actualidad ocurre lo mismo, la sociedad refleja  la armonía  o la tensión que ya existe en el interior de cada hombre y que cada uno resuelve, o no,  a su manera, creando un clima social, unos modelos de comportamiento y unos valores guía. De esta forma, la calidad de una sociedad viene determinada por la calidad de sus individuos o, lo que es lo mismo, no hay conductas sociales sino una suma de conductas y hábitos individuales en una determinada dirección mayoritaria. Todo ello más o menos moderado por los creadores de opinión, por los ingenieros de lo políticamente correcto y lo "socialmente aceptado",…que no anulan nuestra capacidad de elegir, pero que intentan condicionarla a través de ese mecanismo gregario, que todos llevamos dentro, por el que nos cuesta ir contracorriente.

En una sociedad consumista, se busca la novedad, todo se cambia cuando nos aburre, las modas nos esclavizan, nada es permanente, lo importante es comprar, disfrutar, experimentar, gozar....MIRARNOS EL OMBLIGO. Quizás pretendemos disfrutar del otro/a, experimentarlo....y cambiarlo cuando no nos produce buenas sensaciones. Pienso que el amor no está en crisis, lo que está en crisis es el ser humano que se rige, sobre todo en países desarrollados, por los siguientes valores, que convierten cualquier cosa en algo líquido, sin límites que den contención, estabilidad:
1.  Exaltación del placer, por lo que todo lo que no lo produzca hay que eliminarlo o atenuarlo (ejemplo: esfuerzo, niños, relación de pareja, leyes,…)
2. Relativismo: nadie tiene la verdad y hay tantas verdades como individuos. Si sumamos esto al punto anterior nos da que si algo me molesta lo suprimo y …¡que nadie me discuta las razones!
3.Individualismo: el hombre es el centro de todo y que nadie ose usurparle el papel de protagonista. Yo, me, mi, conmigo...y los demás son herramientas. Vivimos con la ilusión de que el mundo gire a nuestro alrededor y se adapte a nosotros

4. Autocomplacencia y prepotencia: que nos lleva a creer que tenemos el control de todo y la solución a todos los problemas. Existe poco espíritu crítico, porque nos hemos cargado las referencias…¡Vale todo! Se pide poco perdón, simplemente porque no hay errores, mientras una mayoría o el poder imperante no me lo diga. Esto lo comprobamos dándonos cuenta de las pocas correcciones que nos hacen - ¡quién se va atrever!-, si acaso los más cercanos: padres, hermanos,…

Echando un vistazo a la historia, vemos que está llena de pasos adelante y de pasos  atrás, de modas sociales e ideas que van y vienen, de modelos que nacen, crecen y desaparecen, de civilizaciones que existen y dejan de existir.

Toda esta introducción viene a cuento de una frase muy extendida en la sociedad de algunos países desarrollados, entre ellos España, que nos dice que “el amor tiene fecha de caducidad”, que el matrimonio está en crisis, que es imposible una relación para siempre.

Buscamos referencias, decálogos, recetas…., porque no tenemos norte, nuestro barco vital tiene como patrón a nuestros instintos, nuestra impulsividad, lo momentáneo, lo pasajero, la afectividad descontrolada sin pasar por el tamiz de la racionalidad…Y así, claro está, no solo el amor…, todo tiene fecha de caducidad.

En la relación de hombre y mujer hay un enamoramiento inicial que, normalmente se atenúa bastante pasado un tiempo, dejando paso a un amor   que hay que regar, podar y abonar cada día, reconociendo errores, intentando limar aspectos de nuestro carácter que perjudican la relación, aceptando al otro como es. En este momento de la relación al amor debe unirse la razón, el sentido común y la voluntad. Siiiii,  se puede "querer con la voluntad", dándole tiempo a los periodos de crisis, concretando cada día en pequeños detalles que queremos querer a la otra persona, sin  llevar contabilidad de lo que hacemos por el otro,  etc. Con este planteamiento el amor no tiene fecha de caducidad y los hijos que surjan de la relación lo agradecerán y verán un modelo a seguir. ¡Ahhhh! y antes de comprometerse,... hay que valorar que nos casamos con un cuerpo y un espíritu, que tiene unas ideas y un carácter. 

Como la familia es importantísima , porque es nuestro refugio en las borrascas de la vida, porque nos aporta estabilidad y juicio, porque solo en ella se nos quiere por lo que somos y no por lo que tenemos, porque  casi siempre nos da  segundas oportunidades, porque ayuda a que nuestra sociedad sea más estable…hay que cuidarla. Por todo lo anterior, me parece oportuno haceros participes de un decálogo dirigido a los padres.   Está elaborado por Pilar Guembe y Carlos Goñi . Ahí va:

Tener objetivos vitales comunes. Desde que nos unimos iniciamos un mismo proyecto de vida que no crece si cada cual va por su lado. La vida en pareja no es un juego de sokatira, sino una barca con dos remos que hay que acompasar.

Gozar de momentos juntos. La vorágine cotidiana nos puede llevar a un cierto distanciamiento si no aprovechamos momentos para estar solos, salir a cenar o pasar unos días juntos donde poder dedicarnos el uno al otro.

Consensuar un estilo educativo. Aunque hayamos recibido educaciones diferentes, hemos de tener muy claro cómo educar a nuestros hijos, ir a una y que no nos vean discutir por ellos.

Gestionar las relaciones con la familia molecular. La familia nuclear (padres e hijos) está inscrita en una familia molecular (suegros, abuelos, tíos, primos) que puede ser fruto de conflictos si no se toma la distancia pertinente, pero también puede generar grandes beneficios afectivos y de apoyo.

Respetarse siempre. No hay amor sin respeto. Si falta este pueden saltar las chispas de los celos, evaporarse la equidad, generarse la incomprensión e, incluso, ir naciendo la sombra del maltrato.

Cuidar las relaciones íntimas. La salud de una relación se decide en la intimidad de la alcoba, la cual nunca ha de ser testigo de dos extraños en la noche; allí el diálogo deber ser trasparente y profundo.

Administrar el tiempo libre. Muchos problemas de pareja tienen su origen en una mala administración del tiempo libre, el cual puede ser, si no la causa, sí la ocasión para que se produzca un enrarecimiento del ambiente.

Admirar al otro. La costumbre hace que demos cosas por sabidas o sentidas, que nos cueste soltar un “te quiero” o un “qué guapo/a estás”, por considerarlos redundantes. Se mira con los ojos, pero se admira con las palabras.

Repartir las tareas domésticas. El reparto equitativo del trabajo es una pieza importante para convertir la casa en un hogar donde todos colaboren en una tarea común.

Comunicación. Es la clave de toda relación: saber escuchar y hablar con franqueza. Para ello hay que colaborar en la comunicación, es decir, esforzarnos por entender y hacernos entender.

José Antonio de la Hoz



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