miércoles, 11 de noviembre de 2015

Los padres no son súbditos de sus hijos


Este es el titular de una entrevista de Carlota Fominaya a la psicóloga Silvia Álava, publicada en el periódico ABC el día 5 de este mes.

Recojo dos de las  ideas que más me llaman la atención de esta entrevista y añado un comentario personal. La PRIMERA es el título de esta entrada : "Los padres no están para servir a sus hijos. No son sus súbditos". Efectivamente, el mejor servicio que los padres pueden prestar a sus hijos es EDUCARLOS y eso implica ejercer como padres, que conlleva exigirles todos los días y manifestarles cariño. Exigir poniendo normas, favoreciendo la aparición de hábitos y competencias y fomentando su autonomía de forma progresiva, en función de la edad y circunstancias personales de cada uno. 

En la educación de los hijos hay momentos de crisis. Uno de ellos proviene del choque entre la visión madura de los padres y la voluntad virgen de los hijos. No hay crecimiento personal sin esfuerzo y los padres deben motivar para el esfuerzo y exigir ese esfuerzo. Si el ejemplo va por delante todo es más fácil; es difícil exigir desde la comodidad porque se pierde fuerza y credibilidad.

Querer a los hijos no es darles la razón en todo ni ceder a sus caprichos, eso más bien es hipotecar su desarrollo personal y su futuro. Quererlos es dedicarles  un cariño incondicional que implica besos, abrazos, frases...y aceptarlos como son, sin ponerles etiquetas peyorativas, sin compararlos, sin humillarlos, acompañándolos en su desarrollo y exigiéndoles. Esto y ser "padres súbditos" es incompatible. Si  hay que adjudicar algún rol a los padres ese es el de LIDER, pero un líder atractivo, por los valores que refleja en su comportamiento, por su espíritu positivo y por su coherencia, entre otros aspectos.

Para no alargarme, recojo una segunda frase y os dejo al final el enlace a la entrevista completa. Pues bien la SEGUNDA  es la siguiente: "No existe el padre perfecto ni la madre perfecta".  Hay que formarse para ser padres, pero a sabiendas de que la perfección no existe, es más, hay un síndrome que se estudia en psiquiatría que es el "Síndrome Anancástico", que provoca al que lo tiene un elevado nivel de ansiedad. Hay que aspirar a hacer las cosas lo mejor que se puedan, pero sin obsesionarse, ni obsesionar a los que nos rodean con la perfección. Para ir a lo práctico:
  • No hay que exigir a los hijos en todo. Hay que exigir en una o dos cosas importantes en cada momento, buscando la aparición de un hábito o una competencia. Lo que se exige debe ser difícil pero asequible y evaluable. Se alaban los pequeños progresos y se resta importancia a los errores o pequeños fracasos en el proceso de mejora. Es importante alcanzar una meta pero no se desprecia el esfuerzo por conseguirla, porque nos acerca a ella y en el proceso - que incluye errores y fracasos- se generan competencias como la resistiencia a la frustración, la tenacidad o la constancia.
  • Los padres se ponen de acuerdo en los puntos a exigir. No va cada uno por su lado.
  • Nos vamos a equivocar y no perdemos autoridad ante los hijos, más bien la ganamos,  cuando reconocemos nuestros errores y rectificamos.
Termino, como siempre, con una frase. En esta ocasión de  Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), escritor inglés:


"El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen, no es una oficina ni un comercio ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia."

José Antonio de la Hoz

Fuentes: http://goo.gl/bDWrhQ