miércoles, 18 de diciembre de 2013

Tolerancia y respeto. ¿Vive mi hijo estos dos valores? ¿Los vivo yo?

El pasado lunes asistí a un acto  en el que intervenía un antiguo Magistrado del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el hijo y la mujer de una víctima del terrorismo y un destacado político. A la salida un grupo de manifestantes intimidaba e insultaba a los que habíamos asistido al acto, simplemente por haber asistido. Estaba de acuerdo con algunas de las cosas que reivindicaban, pero daba igual, ellos se sentían con el derecho a descalificar a todo el que se había saltado  sus normas. ¡Qué importante es la tolerancia! ¡Qué necesario es formar a las nuevas generaciones en este valor, tan vinculado a la libertad del otro!

Vivimos en una sociedad en la que existen numerosas, diversas y contrapuestas ofertas ideológicas que afectan a la religión, a la cultura, a la economía, a las normas de convivencia, a la política, etc. Hay movimientos migratorios, influidos por el hambre o la esperanza de una vida mejor, que propician la multiculturalidad en los países desarrollados hasta unos niveles desconocidos.  Las TIC permiten la relación en tiempo real con ciudadanos de cualquier país, y el contacto con su cultura y sus ideas. Todos nos relacionamos con lo distinto, diverso, diferente o  contrario, con frecuencia y de una u otra forma. Esto enriquece nuestras vidas y aumenta las posibilidades de elegir en el ámbito del ser y el pensar, pero también  puede propiciar conflictos y choques.

Esta diversidad conlleva la necesidad de formarnos y  formar a nuestros hijos en la tolerancia y el respeto. Respeto y tolerancia que se ha de vivir con el otro y que el otro debe vivir con nosotros para que, en ningún caso, se de algún tipo de dependencia o sumisión.

Cada vez más se experimenta con formas de vida e ideas, sin valorar el alcance del experimento. A lo largo de la historia aparecen y desaparecen ideologías y formas de vida, con efectos sobre los contemporáneos, por eso los padres han de estar atentos a los mensajes que les llegan a sus hijos. Este “seguimiento”  es parte del tiempo que estamos obligados a dedicarles. En canciones, en videojuegos, en películas, en programas de televisión,…en Internet, hay contenidos  matizables y discutibles, que es necesario comentar con ellos. Hoy más que nunca los “lobby’s, los grupos de presión” intentan jugar con el espíritu gregario del ser humano para imponer, con sutileza, ideas y formas de vida. Más tarde exigirán el respeto y la tolerancia a la “minoría” cuando por el camino han manipulado, usado y forzado la opinión pública. Para ellos la tolerancia y el respeto son una máscara de quita y pon  según convenga a sus intereses.

La tolerancia no es una actitud momentánea ni de conveniencia. Se es tolerante en las formas y en el fondo. Hay quien aparenta ser muy respetuoso con los demás, pero es solo una estrategia o una pose.

La tolerancia nace de un profundo respeto y afecto al ser humano, de valores vividos, del esfuerzo por someter las inclinaciones personales que no van, del control del propio ego, de la objetividad con nuestro comportamiento y con el ajeno, de equivocaciones personales seguidas de correcciones, de un conocimiento profundo del ser humano y de una actitud humanista, de guerrear con la propia justificación, de identificar el autoritarismo, la soberbia, la injusticia, el egoísmo… no solo en los demás sino en nosotros mismos, poniéndoles día y hora, nombres y apellidos. La tolerancia, en definitiva, arraiga más fácilmente y con más intensidad en personas que se esfuerzan por ser excelentes.

Son amigos de  la tolerancia el humor, el amor, el cariño, la objetividad, la compasión y el perdón. La tolerancia la encontramos unos escalones más abajo del amor, formando parte de su jerarquía de valores.  La persona tolerante realiza una escucha activa, deja hablar, no interrumpe, no manipula para convencer, no usa la tolerancia como máscara, dialoga, debate, usa razones, no sube el tono de voz, no calumnia ni injuria para descalificar al otro, cede en aspectos no esenciales, defiende con razones sus ideas aunque no gusten a otros, no usa la violencia, no intimida, no amenaza, no miente, aprende de los otros, respeta otras costumbres inocuas, respeta la ley y la moral, convive pacíficamente…Es una persona con calidad humana.

No hay tolerancia sin respeto. Sin embargo se actúa mucho cara a la galería, son muchos los que  visten su comportamiento de tolerancia y respeto, pero menos los que los viven realmente. Por eso es bueno pararse a reflexionar sobre la “tolerancia”, para saber qué es este concepto del que tanto se habla, poco se usa y mucho se abusa.

La tolerancia es el efecto del amor profundo al ser humano, a la justicia, a la equidad, a la verdad, a la paz y al respeto. El respeto y la tolerancia nos llevan a controlar las emociones, a moderar los juicios  y a convivir en paz. El respeto necesita de la tolerancia y la tolerancia del respeto. Respetamos y toleramos ideas y comportamientos de los demás por miedo, amor, valores asumidos o interés. El amor y los valores son duraderos si tienen un soporte trascendente y  ambos visten de “ verdad”  a la tolerancia. El miedo y el interés desvirtúan la tolerancia y le aportan falsedad.

¿Cómo educamos a nuestros hijos en estos valores?

Creo que el ejemplo vivido por los padres en el hogar es el mejor camino, la mejor explicación y el modelo más directo e influyente, que es observado por los hijos a través de la huella que dejan en pequeños detalles vividos día a día. Ahí van algunos ejemplos:
  • No discutir acaloradamente delante de los hijos
  •  Dejar hablar y escuchar activamente
  • Dialogar y razonar sin descalificar
  • Dejar la conversación antes de acalorarse
  • Acudir al silencio para reflexionar sobre el otro, lo otro y lo de más allá.
  •  No manipular ni mentir para imponer el propio criterio
  •  Evitar alzar la voz, insultar o despreciar
  • Negociar y llegar a acuerdos como forma de resolver los conflictos. Conseguir consensos equilibrados en los que las dos partes ganen y cedan 
  • Intentar hacer atractiva la verdad.
  • Dejar elegir a los seres queridos, a los amigos, a los vecinos, a la sociedad y respetar la elección. Seguir queriendo aunque no estemos de acuerdo con lo elegido.
  • Destacar aspectos positivos de otras personas, comunidades, culturas. Respetar los que no nos gustan siempre que no violenten las reglas de juego
  •  Respetar al contrincante político cuando se oye el telediario. Discrepar con razones y de forma respetuosa.
  • No discriminar
  • Quererse y querer. La tolerancia esta unos escalones más abajo de esas actitudes
Viajar, conocer otras zonas de nuestra ciudad, usar la empatía antes de juzgar, también nos ayuda a ser tolerantes. Pasar por la austeridad para entender la miseria, recordar injusticias sufridas para comprender - que no admitir - los mecanismo de la violencia, también nos acerca a este valor. Por último, leer a los clásicos nos acerca a las debilidades humanas

Como no podemos dividir al hombre ni su comportamiento en compartimentos estancos, podemos concluir que una mujer y un hombre tolerante se adornan de otros hábitos operativos buenos que ayudan y predisponen a la tolerancia.

Termino con una frase del poeta estadounidense Walt Whitman:


“Cuando conozco a alguien no me importa si es blanco, negro, judío o musulmán. Me basta con saber que es un ser humano”

José Antonio de la Hoz

jueves, 12 de diciembre de 2013

¿Es necesario enseñar a obedecer a los hijos?


Hablar sobre la necesidad de enseñar a obedecer puede ser considerado por algunos un atrevimiento, porque hoy se lleva hablar de derechos, no de obligaciones, sin embargo:
  • La obediencia es necesaria para el funcionamiento de las organizaciones y de la sociedad en general, también de la familia. Si todos mandamos, nadie obedece y todo se paraliza. 
  • Llevamos unas decenas de años hablando de derechos pero no de obligaciones, hemos acostumbrado a varias generaciones a pedir mucho y obedecer poco. Criticamos con facilidad el comportamiento ajeno, pero casi nunca ponemos en cuarentena el propio

Los padres deben facilitar la obediencia de los hijos y controlar su realización práctica. Para ello es necesario que el mandato y el mandante cumplan, a ser posible, gran parte de estos requisitos:

  1. Que busque el bien del hijo, su educación o desarrollo personal, no el capricho o la arbitrariedad de los padres, que llevaría a la sumisión.
  2. Que se apoye el mandato con razones para obedecer, aunque la comprensión de estas no sea imprescindible para la obediencia.
  3. Que se realice en el momento adecuado y teniendo en cuenta su edad y circunstancias. En la adolescencia se dialoga y se negocia más que en la infancia.
  4. Que no se acumulen  muchos mandatos en el mismo tiempo. Hay que seleccionar lo importante
  5. Que lo que se mande sea asequible, alcanzable por el afectado. Que se valore el esfuerzo puesto junto con los resultados, los pequeños avances junto con los retrocesos.
  6. Que los padres se esfuercen por vivir lo que mandan. Que den ejemplo
  7. Que se comunique el mandato  cuidando las formas, aunque sea para reprender o exigir responsabilidades. Que no se humille, ni se alce la voz.
  8. Que se mande siempre lo mismo y con constancia, dejando al margen el estado de ánimo.
  9. Que se controle la ejecución de lo mandado
  10. Que padre y madre coincidan en lo mandado y le den la misma importancia. Antes habrá que llegar a consensos.

No hay que cumplir todos los requisitos, pero si hay que repasarlos de vez en cuando.  No se hipoteca el desarrollo de una persona, de un hijo, por un perfeccionismo mal entendido.

Nacemos con una tendencia a hacer lo contrario de lo que nos dicen, pero la obediencia es necesaria para nuestra formación y desarrollo personal, ya que nacemos dependientes y limitados por pasiones, miedos, pereza, ignorancia, desórdenes… que condicionan nuestra libertad. Los padres mandan a los hijos para alcanzar esa libertad, moderando la influencia de esos condicionantes. Para entender esto basta pensar en personas conocidas a las que se les ha consentido casi todo desde pequeños. Suelen ser tiranos, egoístas, manipuladores y disfrutan de poca capacidad de decidir sobre su futuro. En vez de desarrollo y mejora personal, los padres han permitido el desarrollo de pasiones, miedos, pereza, ignorancia….y otros aspectos indeseados de la condición humana.

Obedeciendo, en los términos vistos, desarrollamos capacidades y habilidades. La inteligencia nos ayuda a entender  y descubrir las razones para obedecer. Necesitamos de la voluntad para obedecer y la hacemos crecer obedeciendo. Ponemos en práctica valores, adquirimos hábitos, alcanzamos metas, nos desarrollamos, somos más libres.

También a lo largo de nuestra vida vamos a tener que obedecer  al jefe en el trabajo y, quizás, tiene poder pero no autoridad moral. Vamos a tener que ceder alguna vez con compañeros de trabajo, con la pareja, amigos, vecinos…. Y nos va a ayudar la obediencia vivida en casa, con nuestros padres. No perdemos prestigio ni autoridad cuando cedemos, siempre que no sea siempre y con la misma persona o que lo hagamos por una excesiva dependencia de lo que piensen los demás.

Quiero terminar esta reflexión sobre la obediencia con algunos pensamientos:

  • El niño obedece mejor a aquel en el que reconoce la autoridad y no el poder, aquel del que emana excelencia y comunica respeto . José Antonio  Marina (filósofo, escritor y pensador)
  • Es mejor mandar y obedecer por convicción (seducción), que por coacción (tiranía). Hannah Arendt (filósofa política)
  • Es más fácil quejarse que aguantar, amenazar al niño que persuadirlo . San Juan Bosco
  • Los buenos padres crean un estilo de vida irresistible para los hijos. Anónimo
  • Hace falta saber obedecer para no ser un tirano. Anónimo
José Antonio de la Hoz


sábado, 7 de diciembre de 2013

Perder el control de la educación de tus hijos. Causas y efectos


Por mi formación soy muy dado a usar terminología relacionada con el mundo de la empresa, donde se habla de “procesos” productivos, de gestión, de comunicación o de toma de decisiones. En el ámbito educativo también hay procesos, con final más o menos feliz, en función de quien ejerza el control sobre ellos.

Ayer me puse a ver un programa de televisión  en el que un señor,  figura del deporte en su juventud, con una conducta errática de la que salió en su madurez, trataba de ayudar a distintos progenitores a reconducir los pasos de sus hijos rebeldes, violentos,  tiranos, machistas, egoístas  y maltratadores.

A lo largo del programa se veían escenas  de violencia verbal muy duras , de los hijos con los padres, acompañadas de rotura de muebles y puertas, intentos de agresión física, amenazas, chulería, etc. No tarde más de 20 minutos en cortar la televisión y  traer a la memoria las más de 9.000 denuncias de padres a hijos, por maltrato en 2012 que, según los expertos, son la punta del Iceberg de esta realidad, porque lo más doloroso para unos padres es denunciar a sus hijos y muchos no lo hacen.

Un adolescente conflictivo no surge de la nada. Es el resultado de una PROCESO largo, que comienza en la infancia,  en el que los padres van perdiendo el control en las decisiones y cometiendo errores de calado en aspectos importantes. Van a remolque de los deseos y  caprichos de los hijos, que es el camino contrario de la madurez, la autonomía y el desarrollo personal. Quizás ocurre esto  por falta de formación, por un amor mal entendido, por  ingenuidad o falta de idoneidad, entre otras causas. No pongo en duda la buena intención de casi todos los padres.

Emilio Calatayud, Juez de Menores, señalaba en una entrevista reciente que el maltrato de hijos a padres se ha disparado en los últimos cinco años, llegando al 20% - 25% de los casos que él juzga,  con notable incidencia en familias de clase media – alta y  con un protagonismo similar en chicos y chicas. Los padres afectados  no suelen estar de acuerdo en cómo educar a los hijos, ponen pocos límites y tienen un estilo educativo excesivamente democrático o sobreprotector.

Es difícil hacer una valoración de cada caso, sin conocer en profundidad las circunstancias que lo rodean, pero si se pueden describir comportamientos de los padres con cierta garantía de terminar en estas dolorosas situaciones. Ahí va una relación, en unos casos en negativo y en otros en positivo:
  • Los padres, desde que sus hijos son pequeños, no van a remolque de sus deseos y caprichos. Para educar hay que exigir. Si no es así, nos encontraremos con un adolescente tirano, egoísta y dependiente
  •  Los hijos deben acostumbrarse, desde pequeños, a convivir con el “NO”. Ejemplos:
  1.     No te cojo en brazos porque no toca
  2.      No te compro una golosina o algo que te ha llamado la atención por la calle, aunque llores y patalees. Los extraordinarios para los domingos y fiestas, si se puede.
  3.      Desde la más tierna infancia no consentimos que nos levante la mano.
  4.      Te acuestas a tu hora
  5.       No pones la televisión si no toca.
  6.       Te comes la comida aunque no te guste.
  7.         Las rabietas, cuando no se te dan caprichos, las pasas en tu cuarto solo, etc

  • Los padres se ponen de acuerdo a la hora de establecer límites y normas. Tienen un solo criterio. No se desautorizan ni juegan a poli bueno, poli malo.
  • Los  hijos tienen, siempre,  metas exigentes pero asequibles. Con ellas trabajan la voluntad, alcanzan una alta autoestima e incuban, poco a poco, un aceptable autocontrol, necesario para el respeto a los demás.
  • Los padres controlan que se cumpla lo establecido, hay un seguimiento de cada hijo.
  • En casa hay un clima de exigencia en todos sus miembros y valores que se viven y se transmiten que, junto con la voluntad, serán un freno al egoísmo, la dependencia, la tiranía,  y demás impulsos y actitudes rechazados por los padres, compañeros, vecinos y sociedad en general.
  •  En casa hay un clima de confianza y respeto entre sus miembros
  • El fracaso escolar se afronta y soluciona en sus primeras manifestaciones
  • Las comidas siempre a su hora. No hay caprichos de bollería, bebidas, …salvo las fiestas familiares, cumpleaños, domingos o similares. Los demás placeres también tienen límites.
  • Las adicciones se cortan en sus primeras manifestaciones con normas claras (consolas, televisión, internet, móvil, comida, bebida, etc)
  • La relación entre los padres es buena. Si se ha roto no se instrumentaliza a los hijos para hacer daño al otro. Permanece el CONSENSO PARA EDUCAR.
  • Desde pequeños tienen encargos en casa.
Todas estas recomendaciones son manifestación de amor sincero a los hijos, de desgaste diario por ellos,  compatibles con arrumacos, besos y demás. Además, si las vives,  conseguirás que tus hijos te respeten, te quieran  y te valoren en el futuro, aunque no entiendan algunas cosas en el presente.


Para educar, para evitar hijos tiranos, tu debes tener siempre el control. Para que este no sea arbitrario debe de concretarse, por consenso de los padres, en límites, normas y responsabilidades por incumplimiento, no en estados de ánimo (hoy estoy bien y cedo en los caprichos, mañana estoy cabreado y no lo hago).

Termino con un vídeo de Emilio Calatayud en el que menciona el famoso DECÁLOGO PARA FORMAR A UN PEQUEÑO DELINCUENTE 


José Antonio de la Hoz