martes, 23 de septiembre de 2014

Eficacia en la educación: cómo es la relación con los profesores de tu hijo

Los padres y los profesores, la familia y la escuela, influyen en el desarrollo de los hijos, por eso la actitud más inteligente, eficaz y beneficiosa es la cooperación de ambos. Padres y profesores deben ir de la mano en su tarea diaria, reforzando unos el rol  de los otros. No obstante , el papel de los padres en la educación de los niños es primario y el de los profesores secundario o subsidiario; los niños vienen muy "hechos" de casa.  Además se debe tener en cuenta que el contexto familiar y escolar tiene semejanzas y diferencias, que ayudan a delimitar mejor las responsabilidades y las influencias de cada ámbito. A continuación concreto algunos detalles (tomado de la tesis doctoral de Esther García):
  1. En la familia el niño interviene en actividades que están insertas en la vida cotidiana, mientras que en la escuela las actividades realizadas suelen situarse en un contexto ajeno al mundo inmediato del niño.  
  2. El contenido de las actividades que se realizan en la familia suele estar muy cercano a los intereses del niño, siendo sus consecuencias prácticas bastante inmediatas, por lo que el niño suele estar altamente motivado.
  3. En la familia, es frecuente que las situaciones de aprendizaje tengan lugar en una relación diádica con el adulto, mientras que en la escuela estas interacciones uno a uno con el profesor son más escasas.
  4. La conducta de los niños se manifiesta de forma diferente en ambos contextos y la respuesta de padres y educadores difiere también respecto a las peticiones del niño.
  5. La escuela alcanza un mayor número de interacciones con los iguales que la familia. 
  6. En el contexto familiar suele ser usual el aprendizaje por observación e imitación del comportamiento del adulto, mientras que en el medio escolar suele darse un aprendizaje por intercambio verbal.
  7. El lenguaje utilizado y los temas que se tratan en ambos contextos son muy diferentes, así como las estrategias que se usan para enseñar el lenguaje.
  8. El componente afectivo es mucho mayor en la familia que en la escuela y el aprendizaje es más informal en el primer contexto que en el segundo.
  9. Otra diferencia importante entre familia y escuela es la referente al tipo de ideas que padres y maestros sostienen acerca de la infancia y la educación. Las madres sostienen valores más tradicionales que los maestros, aspecto que suele originar una fuente de conflictos entre padres y educadores.

El amor incondicional es una actitud normal de los padres con los hijos. Es, además, necesaria para el correcto desarrollo de su seguridad y autoestima, pero debe ir acompañado de una buena dosis de objetividad. En la primera infancia los niños esperan que se les trate igual  en casa que fuera de ella, cosa que no ocurre, y es necesario que así sea para su socialización.

Todos los hijos tienen defectos y casi todos los hijos suelen cuestionar a quien ejerce la autoridad, incluyendo a padres y profesores. Eso de obedecer no es algo que les salga de forma natural. Hay que razonar con ellos, definir normas y límites, establecer responsabilidades por incumplimiento, corregir, reprender, motivar, hacer un seguimiento,...etc. Un profesor no puede decir una cosa y los padres la contraria, ambos han de coordinarse para multiplicar la eficacia y no desmotivarse mutuamente.

Es normal que un alumno saque los pies del tiesto. La frecuencia vendrá determinada por su herencia genética y por lo que ve, oye y experimenta en su casa. Es decir, por lo que aprende de padres y hermanos. También influye el estilo del profesor, la forma de desempeñar su rol, su forma de comunicarse, en definitiva,  su autoridad real en clase.  Si padres y profesores deben esforzarse para enseñar/educar al niño/a, lo inteligente es que cada cual refuerce el papel del otro, aunque luego discrepen en privado y solucionen esas discrepancias.

 El profesor debe lidiar con una media de 25 alumnos, cada uno de “su padre y de su madre”, dicho este que explica lo afirmado  en el anterior párrafo. Por tanto, que el profesor reprenda a mi hijo, lo corrija, lo castigue moderadamente, …cumple la misma función que la del pulidor de piedras preciosas, cuando da forma a un mineral sin forma o con una  poco atractiva. El propietario de la piedra debería agradecerle el trabajo final, sobre todo si hablamos de un buen profesional, de igual forma que los padres deberían agradecer al profesor que se dedique a pulir los defectos de su hijo, además de enseñarle conocimientos. Si no es así, si padres y profesores no van de la mano, se pierde efectividad, habrá menos calidad en las personas y en la sociedad a medio y largo plazo. Quizás una de las razones de la  falta de valores en la sociedad actual esté en la crisis de autoridad en la familia y en la escuela, que comenzó a extenderse desde principios de los 80 hasta nuestros días.

El papel de los padres no es evitar que los hijos se encuentren con obstáculos sino más bien enseñarles a superarlos de forma adecuada. Puede que en muchas casas se consientan demasiados comportamientos disruptivos  a los hijos, se les dé demasiados caprichos y se les diga pocas veces que “NO” y, al contrario, en otras se haga lo correcto. El termómetro que mide esto es su grado de conflictividad  fuera de casa, porque a un niño educado con pocas normas y escasos límites, todo y todos le molestan con más frecuencia que a la media, al ser esclavo de un creciente capricho e impulsividad, poco habitual. Si llegan quejas frecuentes del colegio, hay roces habituales con vecinos, amigos, conocidos, compañeros…., entonces es probable que  el problema sea el niño y los que conviven con él en casa, donde pasa la mayor parte del tiempo, con normas, límites y responsabilidades o, quizás, sin ellos . Puede que vaya camino de ser un  pequeño dictador que pretende que todo y todos se adapten a él.

Si los hijos tienen límites y normas en casa y han aprendido a aceptarlos como algo normal y necesario para la convivencia dentro de la familia y fuera de ella, contarán con ventaja para una buena relación con sus profesores y compañeros de clase.

Si los padres tratan de evitar a sus hijos desde pequeños, cualquier sufrimiento o contrariedad,  por un amor mal entendido o por pasotismo, provocarán que estos tengan un umbral de esfuerzo bajo, baja tolerancia a las inevitables contrariedades, baja autoestima y autonomía y un elevado egocentrismo, entre otros aspectos del carácter, todos contrarios a la armonía en la convivencia con los demás.

Los padres también reducen la potencial conflictividad de su hijo en el centro escolar y, en general, fuera de casa, si ofrecen a sus hijos un modelo de convivencia imitable, que incluya un buen estilo de comunicación  entre ellos y con los hijos, una adecuada expresión y control de las emociones y una constructiva gestión de los conflictos familiares (padre-padre, padre-hijo, hijo-hijo). Para conseguir esto hay que evaluarse como padres, hay que leer algo sobre modelos de comunicación, hay que marcarse objetivos medibles de mejora, hay que pedir perdón cuando nos equivocamos. Algunos consejos en este punto:
  • Aprender a no resolver los conflictos en caliente, de forma impulsiva, porque nos equivocaremos.
  • Combatir conductas, de forma selectiva (no reaccionar ante todo lo que me parece que el otro hace mal). No combatir a las  personas. Ej: dí como te sientes ante algo que el otro ha hecho mal, que daño ha causado,…pero no coloques al otro etiquetas tipo “eres un inútil, vago, cobarde, tonto….”, no ganas nada y puedes causar un daño difícil de reparar.
  • Cuando hay que negociar para resolver un conflicto, por ejemplo entre la pareja, la mejor estrategia es “ganar-ganar”, que aporta un beneficio aceptable para las dos partes

Para reforzar al profesor de tus hijos, ahí van algunos consejos:

  • Respetar a un profesor no significa darle la razón en todo, sino manifestarle las discrepancias en privado y no delante del hijo. Se trata de reforzar la autoridad del primero, que es educador, y no el ego del segundo, que es el educando.
  • Todos le hemos echado la culpa a los profesores cuando no hemos sacado las notas esperadas. Nunca se suspende cuando se estudia para sacar notable o sobresaliente. Esto hay que hacérselo ver a los hijos.
  • Hay que entrevistarse periódicamente con el profesor para establecer objetivos y estrategias comunes en los campos en los que la responsabilidad de ambos se superpone. Al menos una vez por trimestre, pero mejor una vez al mes.
  • Hay que estar en las reuniones de padres convocadas por el centro y conocer el plan de centro, los valores que defiende, etc.
  • Sin necesidad de que lo diga el profesor, los padres deben hacer un seguimiento, si puede ser diario mejor, de los deberes de los hijos,  comprobando que los hacen y los entienden.
  • Respetar al profesor es reforzar su papel delante de otros padres, darles siempre el beneficio de la duda.
  • Los padres ayudan al centro escolar, en su tarea de enseñar, si controlan la asistencia y puntualidad de sus hijos, su aseo y presentación, las normas básicas de cortesía y educación, las rutinas de sueño y alimentación (desayuno), los horarios de estudio , el orden (libros y material que tocan), etc.
  • El afecto, la cercanía, la aceptación  y el diálogo con los hijos deben ir parejos a la exigencia.


Los profesores tienen defectos y virtudes, como tú y yo; se equivocan a veces, como nosotros; no son magos, como tu y yo tampoco lo somos; no lo saben todo, tampoco nosotros;…, pero necesitan que en clase haya un clima de respeto hacia ellos para que el aprendizaje de todos sea más fácil. 

Termino con una frase del psiquiatra  Enrique Rojas:


“Educar es convertir a alguien en una persona libre e independiente, seducirla con valores, cautivarla con argumentos positivos y conseguir que alcance la mejor versión de si misma”

José Antonio de la Hoz

lunes, 8 de septiembre de 2014

El mundo de los adolescentes. Comentario a un artículo


En torno al 2004  diseñé unas escuelas de padres que estuvieron activas hasta el 2013. De ellas se beneficiaron miles de madres y padres de decenas de centros educativos y de otras instituciones. Para las sesiones de formación busqué personas con formación, experiencia práctica en el tema que exponían y una aceptable capacidad de comunicación.

Entre esos profesionales estaba Juan Santaella López, Catedrático de Lengua, Ex –Viceconsejero de Educación de una Comunidad Autónoma y estudioso de la formación en Valores. Casi toda su vida profesional la  pasó en contacto con adolescentes y recientemente ha publicado en prensa –periódico Ideal del 7 de septiembre de 2014- ,  un artículo sobre ellos con el título “La adolescencia tiene su propio mundo”.

En mi blog he insertado varias entradas sobre la adolescencia. Señalo, a título de ejemplo, las siguientes : http://goo.gl/CIIJxS (convivir con un adolescente), http://goo.gl/OP9OFR (Adolescentes, alcohol y alteraciones en el desarrollo). Ahora quiero comentar algunas ideas que recoge Juan Santaella en su artículo, que me parecen interesantes y son una oportunidad más para razonar sobre esta etapa.

Dice acertadamente que la adolescencia  “Es una etapa de impulsos incontrolados, de grandes contradicciones: saben poco y creen saberlo todo; son muy reservados pero tienen una espontaneidad irrefrenable; quieren libertad pero se comportan como tiranos; son hipercríticos con sus padres, pero son acríticos con su forma de vida y con sus amigos; son, en definitiva, todo un reto para el equilibrio y la estabilidad emocional de padres y educadores, porque crean mucha tensión familiar y escolar.” Quizás por eso, es importante que los padres se esfuercen, desde que lo son, por ser coherentes, que aporten con su ejemplo en la vida cotidiana un  modelo atrayente de vida, donde estén presentes los defectos, los errores,  pero también los hábitos y valores que dan prestigio y autoridad real, que no formal. Hablamos de voluntad fuerte, de resiliencia,  de humanismo (compadecer, perdonar y pedir perdón, disculpar, ayudar, empatizar, ser optimista…), de interés permanente por la mejora personal, de interés por la verdad, de dedicar tiempo y dar cariño al cónyuge, a los hijos, etc. El modelo de vida de los padres, y la calidad de la relación entre ellos, es la mejor prevención de una adolescencia excesivamente conflictiva. El colegio, el barrio, la familia secundaria, los amigos, la tecnología,....son el resto de su entorno y, por tanto también incide en su carácter, pero no tanto como la familia.

Otra idea interesante para pensar en ella es la siguiente:  “Básicamente, los adolescentes buscan tres cosas: su identidad personal, su autonomía y el sentido auténtico de sus vidas.” Por tanto, si queremos reducir el nivel de conflictividad en casa, pienso que hay que plantearse lo siguiente:

1.      Un hijo no es "algo" sino "alguien". La sociedad actual, huérfana de valores, tiende cada vez más a ver al OTRO/A, como una instrumento, que se usa según convenga. Cada vez más se piensa que el hijo/a es un derecho, algo para disfrutar. Esta filosofía se transmite en la forma de educar, convivir y comunicarse con los hijos, en  la convivencia diaria.  Pues NO, el hijo es una realidad distinta a la madre y al padre, con una dignidad a respetar. Los padres deben favorecer su equilibrio, su madurez, una aceptable felicidad y la capacidad de relacionarse con su entorno. Esto es incompatible con moldear al hijo a nuestra imagen y semejanza. En el proceso habrá que exigir, corregir, reprender,…pero también fomentar la autonomía y la elección desde edad temprana. Los hijos no son una extensión de los padres

2.      Para conseguir esto hay que darles responsabilidades desde pequeños, no coartar en exceso sus iniciativas –posibilidades de desarrollo- por miedos obsesivos, o porque “nosotros lo hacemos todo mejor que ellos” o lo “hacemos más rápido”.

3.      A veces es mejor dejar que se equivoquen. La forma más eficaz de aprender algo es haciéndolo. Ver cómo se hace tiene menos eficacia y aún menos explicar cómo se hace. La explicación y la demostración hay que limitarla a lo estrictamente imprescindible. La autoestima y el autoconcepto están relacionados con lo que conseguimos llegar a hacer y hay que entrenarse desde pequeños.

4.      Hay muchas cosas que requieren una elección de estilo, en base a una identidad. Por ejemplo, decorar una habitación, ordenar un armario, organizar el tiempo….Ahí hay que dejar hacer y no ser autoritarios, para que puedan ir definiéndose. Hay madres y/o padres que se meten en cómo deben estar dispuestas las perchas en el armario o qué tipo de carpetas deben llevar al colegio, provocando conflictos innecesarios. Otros influyen en opciones políticas o deportivas de forma inadecuada, por caminos distintos del diálogo y el razonamiento.

5.      Hablar mucho con ellos (acompañar) sobre lo que ven y sienten, presentarles –con el ejemplo propio- un modelo de vida elegible, tiene una indudable eficacia.

6.      Hay darles una explicación sobre las verdades últimas. El relativismo – todo vale-, es cansino y  el camino ideal para el autoritarismo.

7.      Quererlos y aceptarlos aunque terminen eligiendo lo contrario de lo que a nosotros nos gustaría.

La siguiente idea dice así “La adolescencia es también la época en la que los jóvenes buscan y ensayan ideales de vida, por eso se vuelven críticos, analíticos y se dan cuenta de las injusticias y las desigualdades. Es ahora cuando van a entender las grandes propuestas religiosas, políticas, sociales y culturales. Tan importante o más que el triunfo académico en esta etapa, es el que descubran el para qué de su vida, un horizonte de sentido, porque cuando esto falta, la vida hay que llenarla de algo. Y hoy la propuesta para los jóvenes está clara: divertirse y vivir sin responsabilidades, consumo compulsivo de alcohol y drogas los fines de semana, teleadicción, apatía existencial…” Con la entrada de la democracia comenzamos a rechazar, indiscriminadamente, todo lo anterior y nos quedamos  en un resumen de la vida que nos está causando muchos quebraderos de cabeza:  “vive y disfruta que son dos días”, “trabaja para tener y disfrutar”, “todo es relativo”. Este modelo nos lleva y lleva a nuestros hijos a una vida superficial, más animal que racional, mas anclada en lo sensible, en lo que gusta, en el cortoplacismo, en la ausencia de frustración, en el rechazo de las responsabilidades, en una visión instrumental de todo y de todos, porque el fin último es DISFRUTAR, LA FELICIDAD ESTÁ EN  TENER Y DISFRUTAR. Pues bien, la puerta de la felicidad, como decía Victor frankl, "se abre hacia afuera", cuando no pensamos demasiado en nosotros mismos.

 Hemos quitado a Dios de en medio y nos hemos puesto nosotros y, claro está, cada generación se sobresalta con lo que hace la siguiente. La corrupción y la pillería tiene su base en personas normales que aplican los valores sociales en boga, los que vivimos todos, PERO CON PODER DE DECIDIR desde las instituciones. No es la política la que está podrida, es la sociedad en general. Los valores que nos gustaría ver reflejados en nuestros hijos tenemos que transmitirlos con nuestro ejemplo, con nuestra vida, no aparcándolos en un colegio de pago para que los eduquen. Los hijos necesitan tiempo de los padres y valores atractivos hechos vida cotidiana en la conducta de sus padres. Esta es una de las responsabilidades de ser padres, DAR EJEMPLO. Es verdad que el hijo termina eligiendo su vida, pero los padres deben aportar un modelo atractivo, que sea una referencia importante para ellos.

Cuando era universitario di clases particulares para conseguir un dinerillo extra. Recuerdo al padre de un alumno,  con una vida que era reflejo de su nihilismo. Me enteré de que su hijo – me lo dijo él- estaba en un colegio con ideario católico y me causó sorpresa. En un momento de conversación distendida me dijo que lo había matriculado en ese colegio “porque no quería que llevara el tipo de vida que él llevaba”. Pues esto no funciona así, la adolescencia de tu hijo, su mayor o menor conflictividad, tiene relación con su genética, pero también con lo vivido con sus padres y hermanos durante la infancia, con los valores transmitidos, con el tiempo dedicado, con el modelo de relación entre los padres, con el cariño disfrutado,  y con el modelo de autoridad ejercido . Pues eso, no hay que echarle toda la culpa de la conflictividad de esta etapa a la psicología evolutiva, ni atribuirle todos los méritos de que pase rápido, sin convulsiones destacables,  a la genética. Como decía Miguel Delibes en su libro UN AÑO DE MI VIDA, "Los hijos no te salen -salvo rarísimas excepciones-; los hijos se hacen o deshacen en casa"

José Antonio de la Hoz