miércoles, 10 de agosto de 2016

El entorno en la educación del niño

Cuando nacemos comienza el desarrollo de nuestra  personalidad . La forman dos elementos: el temperamento y el carácter. El primero hace referencia a la forma natural de comportarnos, sin que aún haya influido el entorno. Está muy relacionado con la genética, “viene de fábrica” y se puede pulir pero no modificar. Como dice la sabiduría popular “el que nace cochino muere marrano”. Es lo que a los padres con varios hijos les hace decir, cuando los comparan con pocos meses, “son hermanos pero son muy distintos”, “lo que me vale con uno no me sirve con el otro”. En el temperamento hay rasgos positivos y otros no tan favorables. Educar es enseñar a usar los positivos y pulir los desfavorables.

El carácter es el conjunto de hábitos, certezas, preferencias, capacidades, emociones…, estables, que se desarrollan en el niño por su relación con el entorno, fundamentalmente con la familia y  el centro escolar. Es lo que se aprende a lo largo de la vida y se queda, por repetición de actos.

Forman parte del entorno del niño su familia, el barrio en el que vive, los amigos que va teniendo y el centro escolar. A esta descripción clásica hay que añadir algunos elementos como la televisión, los videojuegos, internet o la música, con una influencia importante en la transmisión de valores y contravalores.

Cuidar la educación de un niño es transmitirle valores, sobre todo con el ejemplo, enseñarle a respetar las normas de convivencia, ayudarle a controlar sus impulsos y emociones, promover el desarrollo de  capacidades y facilitar que adquiera hábitos y competencias que lo  conviertan en un ser profesional, social y personalmente atractivo, libre y feliz. En definitiva ayudarle a conseguir la mejor versión de sí mismo, respetando su libertad. Pero esto no ocurre en un laboratorio , a lo largo de unos años, sino que se produce en un entorno cambiante, que hemos descrito anteriormente y que puede ser un aliado o un obstáculo para estos fines. En los primeros años de vida existe un mayor control de los padres sobre lo que rodea al niño, pero esto se complica cuando los niños se convierten en adolescentes. El objetivo de esta entrada es reflexionar para ver cómo pueden actuar los padres ante estas realidades.

Fijaros en el primer personaje de este vídeo. Está rodeado de un entorno difícil y se mueve con miedo. Después aparece un segundo personaje que le ayuda a relacionarse eficazmente y de forma divertida con lo que le rodea. Ese es el papel que deben desempeñar los padres con los hijos. Enseñarles a tratar con el ambiente, con prudencia pero sin miedo,  y no aislarlos.



En el siguiente esquema recojo un resumen de los principales elementos que conforman el entorno del niño, para su posterior análisis. El esquema no es exhaustivo. En algunos aspectos, como la familia, detallo más factores posteriormente.
La mayor parte de los investigadores incluyen los siguientes factores, relacionados con la familia,  como predictores del desarrollo del niño:

  • Nivel educativo y ocupación de los padres
  • Nivel socioeconómico
  • Estado de salud parental
  • Número de hijos
  • Orden de nacimiento de los hijos
  • Distancia en años entre hermanos
  • Características de la vivienda (condiciones materiales del hogar)
  • Clima familiar: organización, control, comunicación, cohesión, estrés, adaptabilidad y ambiente afectivo.
  • Recursos culturales
  • Estilo de autoridad
  • Expectativas y aspiraciones de los padres
  • Habilidades parentales
  • Tiempo de permanencia en el hogar
La familia se empieza a construir en el noviazgo dónde deben de quedar claros aspectos como la educación por consenso de los padres, el tipo de centro educativo al que irán, los valores en los que se les va a educar, etc.

La relación entre los padres, más cercana al conflicto o la armonía, va a influir notablemente en el desarrollo de los hijos. Una buena relación aporta a los hijos equilibrio y seguridad. Una mala relación aporta lo contrario, con todos sus matices en ambos casos. De todas formas, si se rompe la relación conyugal los niños no son una herramienta para expresar el odio hacia la otra parte. Hay que seguir educando en común, procurando ir en la misma dirección. Os invito a profundizar en este aspecto con la lectura que se recoge en el siguiente enlace: http://goo.gl/NqF3zD

En el  discurrir diario los padres transmiten a los hijos un modelo de actitud y valores. Ahí ven el primer ejemplo de socialización que pondrán en practica en el colegio, con los amigos, con los vecinos y que les ayudará o será un freno en su desarrollo.

Hay autores  (Brunner & Elacqua, 2003) que consideran las variables relativas al entorno familiar como las principales predictoras del rendimiento académico del alumno, por encima incluso de las escolares.

Debe haber un equilibrio entre autoridad y afecto. Es muy pernicioso el autoritarismo de los padres, que genera  hijos rebeldes o sumisos, mentirosos, con baja autoestima y autonomía, y con sentimientos de rencor, angustia y culpabilidad. Los padres pasotas favorecen que los hijos  sean inestables, inconstantes, con baja autonomía personal y propensos a conductas desviadas. Los padres sobreprotectores promueven que sus vástagos sean dependientes, con bajo autocontrol y autoestima, inseguros, egoístas e ingratos. La vida es rica en matices y los modelos no se dan puros, aunque si habrá una preponderancia de uno sobre los demás.

El modelo ideal de autoridad es el que promueve límites y normas, exige responsabilidades pero alaba los logros y el esfuerzo, no abandona el afecto incondicional, pone metas exigentes al niño pero no usa una comunicación hiriente ni humillante, da apoyo y ayuda cuando conviene, etc. Hay una productiva armonía entre exigencia, disciplina, apoyo a la tarea y afecto.

El nivel sociocultural de la familia va a influir, por ejemplo, en las expectativas sobre los hijos. Los hijos de familias con un nivel sociocultural alto saben, desde pequeños, que se espera de ellos un nivel de desempeño elevado y viceversa. El nivel de apoyo para conseguir los objetivos es mayor en el primer caso. Las rutinas de la vida ordinaria personal y profesional de los padres cala de distinta manera en los niveles altos y bajos. También es distinta la capacidad para identificar los posibles problemas que puedan aparecer en el desarrollo del niño y la aplicación de soluciones. El desarrollo del lenguaje también es distinto en calidad y cantidad, con todo lo que ello conlleva.

La forma de comunicarse con los hijos, sobre todo cuando son pequeños, puede influir notablemente en su desarrollo.  Como consejos generales doy los siguientes: sustituir el juicio a la persona por el juicio al acto (en vez de “eres tonto, malo, imbécil…”, usar “esperaba que hicieras esto de esta manera, no está bien hacer esto así, tu lo sabes hacer mejor”). Los niños no tienen capacidad crítica y se fían a pie juntillas de lo que le dicen los padres, por eso si le decimos que son tontos, malos, …se lo creen y actuarán como tales, aparte de influir negativamente en su autoestima. También evitaremos las comparaciones, pues con ellas les transmitimos que no los queremos como son, abriendo la puerta a la inseguridad y la falta de equilibrio. Otra estrategia es transmitirles a los hijos como nos sentimos nosotros ante un comportamiento o actitud incorrecta.

Por otra parte hay que estar atentos a lo que ven, escuchan y leen. Algunos consejos: deben ver poca televisión y la que vean que esté previamente seleccionada; verla con ellos y comentar lo que está bien y mal, es lo ideal. Hay que establecer filtros parentales en los ordenadores para que no accedan a contenidos no deseados; los ordenadores deben estar en las partes comunes del hogar. Hay tiempos límite de uso de los videojuegos y nuevas tecnologías. Esto es lo que hizo Bill Gates, fundador de Microsoft,  con sus hijos:

"Mis hijos tendrán algún día un ordenador, pero antes aprenderán muchos otros juegos". Cuando les dieron el primer ordenador le pusieron dos condiciones: 45 minutos de lunes a viernes y una hora el sábado y el domingo.

Los móviles sin acceso a Internet, sobre todo si se les regala uno en la prepubertad. 

Cuando empiezan a oír música no está de más comentar las letras con ellos.

Es más decisivo para la formación y educación del niño lo que ve, oye, siente y recibe de la familia que su interacción con los vecinos y el entorno material más cercano del barrio. En los primeros años de vida se copian e interiorizan  comportamientos fuera y dentro de casa, aunque la familia puede potenciar o frenar lo que se ve fuera del hogar, en el barrio.

Por último, los padres deben elegir un centro educativo con ideario parecido a lo que se vive en casa, lo contrario es contraproducente - salvo que el centro mejore lo que hay en casa- y produce desconcierto e inseguridad en el niño que no sabe a qué atenerse. La relación de los padres y el centro, por medio del tutor, debe ser periódica y encaminada a aunar esfuerzos, establecer objetivos de mejora del niño y hacer un seguimiento del cumplimiento de los mismos. La relación entre el centro escolar y la familia es de complementariedad y subsidiariedad. Son los padres los primeros y últimos responsables de la educación de los hijos siendo subsidiario el papel del colegio.

Tanto el centro escolar como las familias deben poner de su parte para establecer una relación de confianza y colaboración. El colegio debe poner todos los medios a su alcance para ser percibido por los niños como un lugar seguro, predecible y amable.

Termino con unas frases de Dorothy Law Nolte, escritora estadounidense:

José Antonio de la Hoz




No hay comentarios:

Publicar un comentario