jueves, 4 de diciembre de 2014

Es difícil educar a un niño que no se siente querido




Educar a los hijos implica exigirles. Muchas entradas de este blog hacen referencia a algunos modos de hacerlo  pero el amor, el cariño, el afecto, la empatía… principalmente de los padres, también de los profesores, son  necesarios para multiplicar la eficacia  de la actividad educadora. Eso afirmaba Johan Heinrich Pestalozzi, uno de los primeros pedagogos reconocidos como tales.

 El amor incondicional a los hijos es tan importante que su ausencia o su existencia puede marcar sus personalidades de por vida. Comía, hace un tiempo, con unos amigos y sus tres hijos. El mayor tiene 12 años y su rendimiento escolar es sobresaliente porque el sobresaliente es su única nota, sin embargo algunas veces se ha echado a llorar cuando le he dedicado algún gesto de cariño. Su madre me explicaba que el padre  se prodigaba  poco en ese aspecto. Es verdad que no es lo mismo ir de visita que responsabilizarse de la educación y formación de una criatura todos los días, hasta su madurez…, pero también es cierto que algunos padres y educadores ponen el acento en la exigencia y se olvidan del afecto.

Ya siendo bebés es necesario el contacto físico con los padres pues aporta  seguridad emocional, confianza y estima, presente y futura. En la madre estimula la producción de prolactina, la hormona de la leche, y de la oxitocina, la hormona del amor. En el bebé reduce los niveles de cortisol, responsable del estrés.  Una investigación de la Universidad de Miami ha permitido comprobar que “ muchos bebés a los que se les hace masajes con constancia duermen mejor, y  además alcanzan una mejor maduración del aparato respiratorio y del sistema inmune”.  Otros estudios demuestran que si el bebé no tiene contacto físico con los padres, puede enfermar hasta morir.

El amor a los hijos no tiene nada que ver con la sobreprotección y es  perfectamente compatible con ponerles límites y normas. La psicóloga Olga Carmona nos dá algunas pistas:
  • No es sobreprotección: abrazar, escuchar, comprender y respetar a los hijos. Ayudarles a encontrar el camino para resolver un conflicto o problema. Cuidarlos y protegerlos de aquello para lo que aún no tienen recursos; si lo es seguir haciéndolo cuando ya están capacitados. No lo es tener en brazos a un bebe todo el tiempo que se pueda. Tampoco amar a los hijos de forma incondicional y hacérselo saber de todas las maneras posibles, todos los días.
  • Si es sobreprotección compensar al niño – normalmente con un regalo - , cuando se siente frustrado, triste o enfadado porque  algo no ha salido como él quería. También, hacer por él cosas que ya puede hacer solo, no dejar que asuma responsabilidades o impedir que tome decisiones, bloqueando su desarrollo e impidiendo que adquiere las competencias necesarias para desenvolverse en la vida. Asimismo, no corregir su conducta por miedo a que se enfade o justificarla.
El niño que ha recibido cariño, afecto, confianza y amor incondicional de sus padres y que se ha enfrentado al cumplimiento de límites y normas proporcionados a su capacidad y edad, contará con un mejor desarrollo físico, será más resistente a la enfermedad mental, disfrutará de un aceptable nivel de autoestima y estabilidad personal, afrontará con más éxito los retos que plantea la vida, mantendrá relaciones sociales más cordiales y, en general, alcanzará unos niveles de desarrollo personal, social y profesional más elevados que los conseguidos por la persona carente de estas circunstancias en su infancia.

Termino con una frase de Olga Carmona, psicóloga ya mencionada en esta entrada: “No existe una forma más destructiva de maltrato que la falta de amor hacia un niño por parte de sus padres, especialmente de la madre”.

 …y con otra de Charles Dickens “El corazón humano es un instrumento de muchas cuerdas; el que lo conoce las sabe hacer vibrar todas, como un buen músico”

José Antonio de la Hoz

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