martes, 26 de julio de 2016

Estrategias para mejorar el autocontrol y la voluntad de los hijos. El Test de la golosina II


Según Walter Mischel, psicólogo y profesor de la universidad de Columbia, el cerebro tiene dos sistemas: uno frio y otro caliente. En el primero mandan el conocimiento, el pensamiento y los objetivos…, la razón. El segundo es emocional e impulsivo y responde a reflejos rápidos que se disparan sin pensar. El frío se dirige más a lo que debemos hacer, el caliente a lo que deseamos hacer. Cuando la fuerza de voluntad falla el sistema caliente se impone al frio y se produce la acción impulsiva, como gritar a un padre después de una corrección o que un hijo pida insistentemente un caramelo que ha visto junto al cajero del supermercado mientras los padres esperan su turno.

Son más impulsivos los hombres al tener más estimulación de la amígdala cerebral..

En otros estudios, Mischel logró determinar que las diferencias en la capacidad de esperar se veían incluso en bebés de nueve meses al observar cómo ellos respondían cuando los separaban de sus madres. Al estudiar a esos mismos niños años más tarde los investigadores encontraron que los patrones de comportamiento ante la espera de la gratificación fueron iguales. 

Eso podría indicar que algunas personas son genéticamente más susceptibles a los detonantes del sistema caliente, y ello influenciaría su comportamiento toda la vida. Pero no contento con esa explicación, Mischel propuso otro experimento, esta vez con niños de familias con bajos ingresos del barrio del Bronx, en Nueva York. La capacidad de la mayoría de los participantes de resistir a la tentación fue menor que en el experimento original, donde los niños venían de familias de clase media de Palo Alto, California. 


Es interesante que los padres promuevan en los hijos, desde que son pequeños, el autocontrol, necesario para resistir la frustración e insistir en alcanzar los objetivos que nos trazamos. Ceder a los caprichos de los hijos no es intrascendente, nos jugamos la calidad de su futuro profesional y personal.

Por todo lo anterior es importante tener un buen nivel de autocontrol, que en los primeros años de vida es promovido, o no, por las directrices que recibimos de nuestros padres. Ahí van algunas estrategias que ayudan a aumentarlo:

Apartar los sentidos del estímulo

Nada mejor para fomentar el autocontrol que tener alejadas las cosas que lo socavan. Si no quiero comer pasteles lo mejor es no pasar delante de la pastelería. Si no quiero distraerme cuando estudio lo mejor es dejar el móvil fuera de la habitación, posicionar el ordenador también fuera y quitar el resto de estímulos que puedan distraerme. Como dice el refranero, “ojos que no ven corazón que no siente”

Planificar con antelación

Tener planes preparados con antelación y respuestas inmediatas resulta útil para saber qué hacer ante determinadas situaciones. “Si me llama mi amigo Juan le diré que tengo que estudiar con mi hermano porque tengo que acabar el trabajo”. Se ha demostrado que este tipo de proposiciones “si X entonces Y” son estrategias útiles para mejorar el autocontrol (Duckworth, 2011).

Objetivos claros

A los alumnos les hemos de enseñar a que tengan objetivos adecuados que les permitan ir obteniendo pequeños progresos y experimentar el éxito académico. Su motivación interna lo requiere y su perseverancia lo agradecerá. “¡Es el primer control de Tecnología que apruebo!” era el comentario de un alumno recientemente. Lo cierto es que eso sirvió de acicate para su mejora académica general.

Ser positivos

Tener una actitud positiva y una visión optimista (que sabemos que se puede aprender, o si se quiere mejorar) permite mantener una motivación para la tarea y no tirar la toalla con facilidad.  Hemos de intentar generar climas emocionales positivos en el aula y en el hogar que, además, sabemos que facilitan el aprendizaje. Cuando el alumno está haciendo los deberes y está en un estado de ánimo positivo es más fácil que se concentre en la tarea y resista la tentación de mirar si ha recibido algún mensaje en el móvil. Si por el contrario, el alumno está en un estado de ánimo negativo, sus mayores niveles de ansiedad le harán más complicado controlar sus impulsos.

El cerebro requiere glucosa

Para facilitar el aprendizaje y para que las tareas que requieren autocontrol no agoten nuestra fuerza de voluntad es imprescindible que los niveles de azúcar en sangre sean estables. Eso se consigue haciendo al menos cinco comidas diarias. A los alumnos les hemos de explicar la importancia de un buen desayuno. Su cerebro y su fuerza de voluntad agradecerán esa recarga energética.

Diálogo interno imprescindible

Hoy sabemos que, en situaciones en las que estamos alterados, existe una gran activación de la amígdala derecha (también de la corteza prefrontal derecha). Para evitar este “secuestro de la amígdala” y no dejarnos arrastrar por las emociones negativas generadas, es muy útil hablar con nosotros mismos e intentar refutar las ideas que nos embargan. Por ejemplo, “¿es necesario que me enfade ante un simple comentario irreflexivo del compañero?”, o incluso recurrir a la empatía, “al fin y al cabo, está un poco nervioso por la enfermedad de su padre”.
También sirve recordar los efectos positivos de evitar la tentación.

La atención regula la emoción

Cuenta Daniel Goleman que cuando sus hijos eran pequeños y estaban enfadados, les hacía dirigir la atención hacia algo para apaciguar su enojo: “¡Mira ese pajarito!” (Goleman, 2013). La llamada atención ejecutiva que nos permite dirigir nuestra atención hacia algo en detrimento del resto y que constituye una atención selectiva para el estudio (como seguir el hilo del razonamiento en la resolución de un problema) tiene una ventana plástica entre los 4 y 7 años de edad y puede ser mejorada con el entrenamiento adecuado (Mora, 2013).

El autocontrol se ejercita

Los niños con problemas de autocontrol y con dificultades en el aprendizaje suelen ser incapaces de prestar atención. Y el mejor antídoto ante la distracción es la enseñanza de la metacognición que les permite observar los propios procesos mentales o ser conscientes de la propia atención.


De todas formas no podemos pedirnos a nosotros ni pedir a los niños que digan no a todo. Es agotador e insostenible. Hay que ser selectivos e ir a lo importante. Soy creyente y, de vez en cuando, charlo con un sacerdote; recuerdo que después de una de estas conversaciones el consejo que recibí fue bien sencillo: “vete a tomarte un buen helado”

Os dejo otro vídeo, lleno de humor, sobre el test de la golosina:


Fuentes: https://escuelaconcerebro.wordpress.com/tag/autocontrol/ 

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