lunes, 16 de septiembre de 2013

Enseñar a controlar la impulsividad. Algunos consejos


Quiero hacer un corto análisis de algunos anuncios, para ver las ideas que pululan en nuestro entorno y, a bote pronto, me encuentro con lo siguiente: según una conocida marca de refrescos, la felicidad se encuentra destapando una de sus botellas.  Otro ejemplo, “Hay que ser muy bueno para ser un bollycao”; te compras el bollo industrial, te lo comes y ya eres lo más…Estos son dos ejemplos de los mensajes con los que nos bombardean las principales marcas publicitarias, que podrían resumirse de la siguiente manera: todo se consigue fácilmente, eres más feliz consumiendo, las metas se alcanzan sin esfuerzo…., comprar, consumir, inmediatez, placer, diversión.

 Según los expertos recibimos una media de 3.000 impactos publicitarios diarios, más de un millón al año y casi todos en la línea de lo anteriormente dicho, aunque hay honrosas excepciones.  Unos dirigidos a quien decide comprar, otros a quien influye para que se compre, otros a quienes consumen directamente el producto, pero no lo compran, etc. Nadie se libra, ya sea porque tiene dinero y, como dicen los chavales “el power”, o porque influye en el que lo tiene.

 Los carritos de la compra, en las grandes superficies comerciales, están diseñados para que se desvíen hacia la izquierda y podamos acercarnos, con más facilidad, a las estanterías, para coger el producto. Los espacios comerciales están diseñados para que compremos de forma compulsiva: solo podemos entrar por un punto, no hay varias entradas en la línea de cajas; los productos de primera necesidad, como el pan o la leche se encuentran en el fondo, de esta manera andamos más y la “vista funciona”; cuando aprendemos la colocación de los productos, los cambian de sitio; usan el volumen y el tipo de música para que la gente salga rápido, y deje sitio a otros, o se quede más tiempo, etc. Se sirven de nuestros sentidos, “de nuestra debilidad”,  para que compremos más, para  incrementar el beneficio. Saben como actuamos, hay una “psicología del consumo” que se estudia en marketing.

Si nos vamos a los programas de televisión, al cine…., abunda la violencia, el sexo, la palabrería banal y soez, los contravalores, los guiones simples, el “encefalograma plano” etc. En el trabajo todo es urgente. Si coges el coche, más de uno te dice que vas demasiado lento o demasiado rápido y te pita. Las relaciones humanas son  cada vez más fugaces…. Parece que en la vida solo existe el corto plazo, el “ahora mismo”, el “ya”. Nos incitan a adorar lo inmediato.

En las relaciones sociales salta la chispa y el disgusto con cierta facilidad. Nos cuesta comprender, disculpar, dialogar, ceder, escuchar, ayudar. Tendemos a cosificar al “otro”. Cada vez valoramos más a la persona en función de su utilidad. Impulsividad e inmediatez no combinan bien con los valores.

Comida rápida, inglés sin esfuerzo, sé tu mismo, sé  espontaneo, disfruta, consume, platos precocinados, escaparates, luces de neón, ruido y más ruido…Parece que alguien está interesado en que el ser humano no piense, que tome decisiones rápidas, que cambie de coche, casa, ropa, muebles, marido, mujer… de forma COMPULSIVA, IMPULSIVA.

Según el diccionario es Impulsivo el que habla o actúa sin reflexión, dejándose llevar por sus impresiones o impulsos. La definición Identifica el impulso con la irracionalidad. Guiados por la impulsividad se pueden cometer barbaridades. Dice el Juez Calatayud en sus conferencias que todos hemos estado, en algún momento, al borde de cometer una barbaridad.

En esto de la impulsividad hay grados. Hay gente que disfruta de un elevado autocontrol, alcanzado a base de renuncias en lo ordinario, y otros que saltan a la primera.

 La impulsividad nos acerca al comportamiento animal que, en frío, cuando pensamos, rechazamos de plano, pero que cada vez  nos cuesta más dominar.

La impulsividad es lo inmediato, no admite espera, por tanto no da cabida a la razón, al sentido común, a la serenidad. Leo en el periódico que un señor de más de cincuenta años pide el indulto por un delito cometido hace cuatro años. Argumenta la petición en que “ese día perdió los papeles”

Para controlar la impulsividad hay que tener autocontrol y el autocontrol no se improvisa, es fruto de un modelo de educación y convivencia en la familia desde la más tierna infancia, en el que prima la racionalidad, o sea, la pausa, la espera, el análisis, el diálogo, la planificación, la búsqueda de porqués, la voluntad fuerte, el esfuerzo, la serenidad, la austeridad, los límites, los valores, el largo plazo…

El impulsivo es esclavo de los estímulos que lo rodean, su expresión preferida es "me apetece",  entrega su presente y su futuro a otros, no es dueño de su vida…, no la disfruta, vive nadando en la ansiedad.  La persona que se rige por la razón elige en cada momento, no eligen otros por él, es capaz de salir de un supermercado sin una compra, si no estaba lo que buscaba; planifica su futuro, elige metas altas, controla su día a día, gobierna las circunstancias y no se deja llevar por ellas, elige con tranquilidad lo que "debe ser" en cada momento , no lo que le apetece... Educar la impulsividad exige a los padres pulir este aspecto de su comportamiento, en casa, en el trabajo, por la calle, en todo momento. El ejemplo es el mejor maestro.

Llegados a este momento cabe hacerse la siguiente pregunta, ¿qué pueden hacer los padres para conseguir que sus hijos no actúen de forma impulsiva?. Pues ahí van algunos consejos:

·         Fomentar el esfuerzo con refuerzos positivos.

·     Mejor el abrazo, la alabanza, una caricia, una mirada,…para recompensar. Los premios materiales deben ser la excepción, no la norma.

·        Lo que doy a mis hijos está sometido a un criterio con trasfondo de austeridad, consensuado por los padres.

·     Doy ejemplo en casa con la bebida, la comida, las voces, la televisión, las posturas, la conversación, la disponibilidad en las tareas, etc. Cuando voy en coche no grito, ni insulto, etc.

·         Se fomenta el equilibrio en la respuesta habitual a  los estímulos sensoriales: se come en las comidas pero no fuera de ellas; mejor el agua que las bebidas carbonatadas; se controlan los videojuegos, la televisión, Internet y mp3; se exige responsabilidad en el uso de las cosas; se llevan las carencias con señorío, sin quejas; se limita la compra de productos de marca, etc. NO SE LE DA A LOS SENTIDOS todo lo que piden, siempre.

·      Se exige un nivel de rendimiento en los estudios adecuado a las capacidades. Asequible pero costoso.

·         Se exige terminar lo que se empieza y cumplir con los compromisos.

·         En casa el “si” es si y el “no” es no,  de forma habitual. Es la norma

·         Se dialoga con los hijos: comentando una película, hablando sobre su estudio, amigos, las noticias, …El diálogo obliga a pensar, a preocuparse por el otro, a escuchar, a valorar. Con el entrenamos para controlar el impulso.

·         Se fomenta, desde pequeños, la lectura, la cultura  y el deporte.

·         Se evitan los caprichos desde la más tierna infancia. Se controla el llanto como forma de chantaje, no se cede. Se cortan de raíz las agresiones, las voces, los pataleos...desde las primeras manifestaciones. 

·         Se asignan encargos en la casa desde pequeños. Se refuerza positivamente su cumplimiento.

·         El cumplimiento de los horarios se convierte en algo habitual desde pequeños.

·         Las consultas de "respuesta inmediata" se rechazan con un “lo consultaré con tu madre/padre”  y ya te digo. Animas a tus hijos a que planifiquen las cosas con tiempo.
S
       El humor y el descanso ayuda a relajar tensiones y  a evitar los estallidos. A veces la sobrecarga de trabajo o las épocas duras facilitan las respuestas subidas de tono, impulsivas.

·         Es bueno enseñar a ceder, a pedir perdón, a ayudar a los demás, a disculpar, a comprender…En general, los valores son un freno a la impulsividad.

Hace unos días visitaba a un pariente. Tiene dos hijos, un niño de 12 años y una niña de uno.  Cuando llego a la casa la niña se encuentra en brazos de su abuela materna  llorando. La cojo, le hago unas carantoñas, la bailo…y deja de llorar. Casi instantáneamente me viene a la cabeza otra visita que realicé hace unos años a casa de un amigo, profesor y experto orientador familiar. Este tenía, en aquel momento, un solo hijo; una guapísima niña a punto de llegar a su primer cumpleaños. Cuando llegué a la casa me la encontré de frente, sentada en el típico parquecito que permite a los padres tener más o menos controlados a los hijos de esas edades, mientras ellos hacen otras cosas. Clavó su mirada en mis ojos, reclamando que la tomara en brazos e hice el gesto de cogerla, pero el padre me paró en seco - guiado por la confianza que nos une- ,con la siguiente frase: “no te puedes hacer una idea, del trabajo que me ha costado que la niña esté en el parque sin llorar, así que no vengas a chafarme la faena. Yo decido cuando la cojo, no ella” Las cosas no tocan cuando queremos. A lo largo de la vida habrá muchas esperas y hay que estar entrenados..."desde pequeños".

Pues eso, la vida es más estable cuando nuestros padres nos han educado para torear con señorío sus adversidades y disfrutar con equilibrio sus atractivos. Termino con una frase de Voltaire:  “solo es inmensamente rico quien sabe limitar sus deseos” Ánimo y a saber querer con inteligencia a los hijos, a los alumnos, aunque sea más cómodo educar y actuar solo con el corazón.


José Antonio de la Hoz

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