viernes, 13 de septiembre de 2013

¡No veo frutos en mis hijos!. ¡No veo frutos en mis alumnos!


Recuerdo a un amigo que se quejaba frecuentemente de los escasos frutos de su labor educativa como profesor en un colegio. Pasado un tiempo acompañó a sus alumnos a una actividad intercolegial, de una semana de duración. La convivencia entre los asistentes era intensa y permitía observar como actuaba cada uno en rutinas diarias como el aseo personal,  la comida,  el trato con los demás,  el orden, la puntualidad, la disciplina, etc.  Al terminar la actividad me comentó:  “ viendo cómo se han comportado  mis alumnos estos días, veo los frutos de mi trabajo y el de mis compañeros”.

A veces los padres, también los profesores, pueden no ver los frutos de su labor o creer que los educandos no van al ritmo que debieran. En algunos casos muestran frustración y desencanto, que son sentimientos que invitan a tirar la toalla. Es el momento de recordar que la convivencia diaria con el educando impide ver con nitidez sus avances, que suelen ser lentos y, a partir de la adolescencia, más costosos. Además, los cambios en el comportamiento humano no son fáciles y  exigen paciencia, constancia,  perseguir pocas metas y centrarse en lo importante en cada edad, no en lo urgente. A veces queremos que los niños cambien en todo y en poco tiempo……. Pero eso no es realista.

Todos los que tienen responsabilidades educativas dejan huella en los educandos, para bien o para mal. La conversación, el afecto, la exigencia, el ejemplo, la comprensión, el perdón, la disculpa, la motivación, la confianza…., son actitudes que penetran el mundo interior del educando, dejando huellas indelebles y, por tanto, perdurables, que el educador no percibe en el día a día. Lo que no debe faltar nunca es amor; como decía Johann H. Peztalozzi "un niño que no se sienta querido, difícilmente puede ser educado".

Como, siguiendo a José Antonio Marina, “para educar hace falta toda la tribu”, todos los que somos mayores de edad y contamos con unas facultades mentales normales, influimos en la educación y formación de los menores. Incidimos en su vida  con nuestros actos, con nuestra conversación, con nuestras ideas. Pero influyen especialmente los padres y, de forma subsidiaria, los profesores. También los medios de comunicación, los iguales, los políticos, los parientes, el entorno vecinal, etc.

Quiero centrarme ahora en los padres, porque van a ser la referencia de los hijos más allá de su propia vida (ver en este blog la entrada “Carta de un hijo a su padre ausente”). Los padres tienen defectos,  los hijos tienen defectos y ambos buenas intenciones. Pero a veces unos y otros destacan más los defectos -que son marca de la casa del género humano-  que lo bien hecho.

Recuerdo el caso de una persona cercana, profesional liberal. Cuando hablo con él insiste en que su madre, que se quedó viuda muy joven, y con varios hijos a su cargo, fue poco cariñosa. Conozco a la madre y, obviamente, al hijo. Ella es amable, educada, honesta, fuerte, trabajadora hasta la extenuación, sincera, tenaz, inteligente….y muchas cosas buenas más. Todas a disposición de los hijos durante más de setenta años y los que queden. Todos han bebido de esos manantiales, unos con más intensidad y otros con menos. Además, les va a dejar un notable patrimonio. Pues bien, a veces destacan que fue poco cariñosa y que estuvo poco con ellos. Yo les digo que tuvo que hacer de padre y de madre, que tuvo que sacar la casa adelante en todos los aspectos y que el día tiene 24 horas. También que gran parte de lo que han conseguido y del tipo de personas que son se lo deben a ella, a los hábitos que ellos han visto en su madre, a los consejos que han recibido de ella, a las correcciones, al cariño mostrado a su manera, etc. A veces se dan cuenta, pero siempre sacan el tema “de la falta de cariño” y de la escasez de tiempo invertido en ellos.  Esta madre tiene pegas, ...como todo el mundo, pero el balance de su persona es netamente positivo.

Después de mi experiencia como hijo y de mi experiencia como profesional de la educación, me planteo las siguientes cuestiones, de las que os hago participes:

-          Las madres, los padres….siempre tendrán defectos, porque son humanos. Aceptar esta realidad nos ayudará en el camino de una relación armoniosa con ellos.  Me refiero a situaciones normales, no a casos extraordinarios  -padres delincuentes, drogadictos, violentos…  - a los que también hay que tenderles la mano, aunque a veces sea heroico, porque el rencor nunca nos lleva a la felicidad.

-          Pretender que los padres sean perfectos es un error, como lo es buscar la perfección en los hijos. La  búsqueda de la perfección, en ambas direcciones, puede dejar frustración, amargor, resentimiento y, en algunos casos, enfermedad.

-          Entre las obligaciones de los padres están las de  exigir, corregir, sancionar, aconsejar, reprender…., pero siempre por amor y, a ser posible, con amor, que nos lleva a recoger, comprender, disculpar, perdonar y pedir perdón cuando nos equivocamos, destacar lo que se hace bien…. En definitiva,  aceptar y querer a los hijos en su conjunto, con lo bueno y con lo menos bueno y viceversa.

-          Los defectos de las personas debemos verlos como una especie de “fondo de cuadro” que, por contraste, nos ayude a destacar las virtudes.  De alguna forma, esos defectos nos hacen la vida un poco menos rutinaria y aburrida, aunque no sean deseables.

-          Los defectos de los que nos rodean nos ayudan muchas veces a pulir aristas de nuestro carácter. Quizás nos ayudan a ser más pacientes, más humildes, más serviciales,…más humanos.

No quiero terminar este artículo sin hacer hincapié en varias ideas generales, para educandos y educadores:
·         Si hablamos de los defectos de los demás también debemos hablar de sus virtudes. Si es así, estaremos siendo justos y objetivos con ellos. Esto va dirigido a mí, a ti, a todos… para padres, hijos, profesores,  amigos, vecinos…, para todo ser humano.

·         Causamos buen ambiente en casa, en el colegio, en el trabajo….si casi todos los días procuramos fijarnos en lo positivo, más que en lo negativo. Se trata de cambiar el chip cuando damos entrada a varios pensamientos negativos. Podemos elegir el color de las gafas con las que miramos. El tono positivo es muy eficaz en la educación y en la relación con los demás, en el número de amigos, en la resiliencia, etc.

·         Confiar en los demás es más productivo que considerar, de antemano, que todo el que se cruza conmigo “va a hacer las cosas mal”. Si un hijo o un alumno percibe que confiamos poco en que “vaya a hacer algo bien”, es más fácil que lo haga mal.

·         En consonancia con lo dicho en el anterior punto, no debemos etiquetar a nadie, porque lo enterramos bajo  una losa que le costará quitarse de encima. Como profesores somos capaces de poner una buena nota a un mal examen del empollón y de suspender o poner una nota baja al examen similar del “vago de la clase”. Lo mismo puede ocurrir con los hijos.

·         Si queremos que nuestro hijo haga algo debemos ponerle metas asequibles, difíciles pero asequibles. Conozco a una persona empeñada en que su hijo termine Farmacia, porque tiene un negocio de farmacia que quiere dejarle. La intención es muy buena, pero su hijo y las ecuaciones, las formulaciones y todo lo que se mueve en este mundo, son incompatibles. El resultado es previsible. Después de cuatro años de carrera no ha pasado de primero, está depresivo, la madre insiste cada vez más intensamente en que termine la carrera y las relaciones familiares son conflictivas.

·         Hay que corregir comportamientos, pero no hacer juicios de valor de las personas. No podemos decirle a nuestro hijo que es un vago, más bien hay que concretarle o concretar con él  -depende de la edad-  cuál va a ser su nuevo horario de estudio y estar pendiente de que lo cumpla.

·         A los hijos se les quiere como son, por eso evitamos las comparaciones con otros hijos, vecinos, familiares,…que quizás hacen mejor las cosas. Os dejo la URL de un simpático vídeo, que nos puede ayudar a entender esto:
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=5UbFGTreCis

·     Los padres no comentan la intimidad de sus hijos sin su consentimiento y viceversa. Ni siquiera con los abuelos; menos aún si es humillante.

·         En público se alaba, en privado se reprende.

Muchos padres y profesores viven estos consejos. Algunos piensan que no producen los frutos que esperaban, pero han dejado na semilla para toda la vida. Habrá frutos inmediatos, otros a medio plazo y, sin duda, algunos que no verán pero que serán reales como la vida misma.

Quiero terminar este artículo con unos pensamientos de la querida Madre teresa de Calcuta, llenos de sabiduría:
"Enseñarás a volar, pero no volarán tu  vuelo
Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño. 
Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida. 
Sin embargo en cada vuelo, 
en cada sueño, 
en cada vida, 
perdurará siempre la huella del camino enseñado.” 


José Antonio de la Hoz




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