domingo, 23 de febrero de 2014

¿Cómo educamos a los hijos en el consumo de placer?

Si el hombre es un animal racional y  la sociedad, a todos los niveles,  pone el acento en lo  instintivo o placentero, o lo que es lo mismo, en la parte animal, y el trabajo de la razón -que es lo más noble del ser humano- se centra en refinar las fuentes de disfrute personal y en ganar dinero para tener más y mejor acceso a ellas, entonces vamos por mal camino.

El placer no es malo, pero debe estar supeditado a unas normas de uso para que no termine minando nuestra vida y haciendo daño a los  que nos rodean y quieren. El problema es que la línea divisoria entre un consumo inteligente del placer y la adicción es muy difusa y, cuando estamos enganchados a algo, los jueces más imparciales de nuestro sometimiento son nuestra familia y amigos, pues nosotros tendemos a justificarnos. Por eso es bueno hacernos un sencillo chequeo personal periódico, preguntándonos de qué nos cuesta prescindir unos días,...en caso de duda basta con no consumir uno o varios días lo que la causa, para terminar marcándonos pequeños objetivos de mejora. Cómo dice José María Contreras, “La vida no consiste en vivir sino en convivir y eso necesita normas con uno y con los demás...”

El placer sin límites termina afectando a nuestra libertad, entendida como la capacidad de elegir lo mejor para nosotros, de conseguir metas y de disfrutar de una vida equilibrada y estructurada. También afecta a nuestras relaciones con los demás, pues a más consumo de placer mayor es la tendencia a convertir a los demás en instrumentos para conseguirlo. Por esto último, para el adicto las relaciones son conflictivas y, por ello, efímeras y su destino final es la soledad.

La sexualidad es una de las fuentes de placer que pueden causar importantes problemas  en nuestra vida. Nos puede convertir en adictos, incapaces de mantener una relación de amor con mayúsculas. Terminar convirtiendo a tu pareja en un instrumento desemboca, inevitablemente, en la ruptura de cualquier relación que se inicie. 

Cuando se busca el placer por el placer, sin otra consideración, se necesita aumentar la exposición a los estímulos placenteros, buscando un estado de disfrute permanente que no existe, que lleva a situaciones de difícil retorno  y terminan arruinando a la persona. Además, aparece una sutil tendencia a clasificar todo lo que nos rodea, incluidas las personas, en herramientas útiles u obstáculos para el disfrute, alcanzando una progresiva deshumanización que cuesta corregir.

Llegados a este punto cabe hacerse esta pregunta. Si un enfoque erróneo del placer tiene palpables consecuencias sociales negativas ¿Por qué no se adoptan medidas eficaces desde las instituciones? Pues ahí van algunas respuestas:
  • El placer es una fuente de dinero fácil que crea clientes esclavos, que consumen una y otra vez. Me refiero al juego, la bebida, las drogas, la comida, el sexo, los videojuegos, las redes sociales, el dinero, etc. El dinero consigue, casi siempre, lo que quiere.
  • Poner coto al juego, al sexo, a la bebida ….está mal visto, “atenta contra la libertad individual”, es moralina, dicen algunos. Esta mentalidad, paradójicamente,  produce muchos dependientes que hay que atender con ingentes cantidades de dinero público y una sociedad más conflictiva, lo que conlleva menor calidad de vida para todos. Se trata, más que de prohibir, de favorecer estilo de vida que repercutan positivamente en todos.

Otra pregunta es la siguiente, vistos los efectos negativos a nivel individual ¿Por qué colocamos el placer como fin último, sobre todo en los países desarrollados?:
  • Es fruto de un planteamiento nihilista. Si no hay vida después de esta vida, si no hay Dios, …entonces cada uno se pone sus normas y la principal termina siendo “disfruta todo lo que puedas mientras vivas”, que, paradójicamente, puede ocasionar muchos problemas (adictivos, económicos, familiares, políticos, sociales, etc)
  • El Capitalismo incentiva en nosotros, cada minuto de nuestras vidas, este planteamiento nihilista y, con el,  el consumo y el disfrute como medio de alcanzar la felicidad, con un bombardeo diario de mensajes publicitarios en esa línea. Es un sistema económico con estructuras de poder para las que prima el dinero por encima de la personas,…y en el que el beneficio o sea, el dinero, es el principal valor, dejando una escaso margen a las consideraciones éticas.
  • “Trabaja para ser alguien, tener dinero, disfrutar de la vida…” es, en el primer mundo, uno de los mensajes  más repetidos de los padres a los hijos, desde pequeños. Se insiste poco en el "ser" porque se han difuminado los "modelos nobles a imitar"

Más preguntas, ¿Qué consecuencias individuales y sociales tiene la concepción del placer como fin último?
  • Un modelo de persona más superficial y esclava de sus instintos y emociones, con escaso autocontrol, muy propensa al conflicto, que huye de todo tipo de compromisos, manipuladora, que habla y piensa mucho en sus derechos y poco en sus obligaciones, manejable, egoísta, muy crítica con los defectos de los demás, poco autocrítica, consumista, con vínculos personales poco estables, individualista, relativista, muy permisiva,…. En esto, como en todo, hay grados
  • Una sociedad muy judicializada, con grandes partidas dedicadas al gasto social, donde todo parece estar en conflicto, en la que se alcanzan metas en función de la capacidad de presión para conseguirlas y del acceso a "atajos", en la que hay frecuentes desequilibrios, en la que el poder real está en los Lobbys o grupos de presión, en la que reina la corrupción, en la que aparecen “nuevos derechos”  derivados de hábitos adquiridos por el consumo de placer sin límites, poco cohesionada y muy atomizada por la relativización de los vínculos, entre ellos los familiares…El estado se encarga de corregir los desajustes del modelo social hasta que “la caja revienta”

En este panorama, ¿Qué pueden hacer los padres?
  • Dejar claro, dónde sea necesario y cuando sea necesario, que les corresponde a ellos la educación de sus hijos. Quejarse cuando alguna institución pública intente usurpar su papel educador.
  • Conocer qué contenidos éticos y morales explican en el centro educativo de su hijo.
  • Elegir bien el centro dónde quieren que estudien sus hijos.
  • Participar en las asociaciones de padres que respeten su papel como principales educadores y que no estén mediatizadas por partidos políticos.
  • No ceder, desde pequeños, a los caprichos de sus hijos. Retrasar las recompensas.
  •  No intentar anticipar la madurez sexual de los hijos. Vincular la sexualidad al amor, a la madurez y al compromiso responsable.
  •  Educar a los hijos para que alcancen un razonable autocontrol:
    • Controlar la obesidad de los hijos evitando que coman o beban  en exceso o fuera de horas. Potenciar que coman de todo. Ceder a caprichos solo en momentos especiales.
    • Potenciar un razonable autocontrol en los hijos,  con medidas ordinarias que se van convirtiendo en hábitos de forma progresiva, con una exigencia constante y unánime de los padres. Sin ánimo exhaustivo hago referencia a los siguientes campos:
      • Levantarse puntualmente todos los días
      • Hacer la cama
      • El aseo diario es la norma.
      • El sofá no es para tumbarse, es para compartir asiento.
      • Ordenar la habitación
      • Dejar de ir a clase solo por una causa médica muy justificada y contrastada
      • Ayudar a poner y retirar la comida
      • Ayudar en las tareas de la casa. Todos tienen un encargo que les hace corresponsables del clima familiar.
      • Cumplir con un horario de estudio razonable
      • Ver  programas de televisión previamente seleccionados y poco tiempo.
      • Uso racional de internet, videoconsolas, redes sociales, móviles, mp3, etc, primando la comunicación familiar, el trabajo escolar y las relaciones directas con los amigos.
      • Acostarse a una hora fija.
      • Es bueno que la queja sistemática tenga mala prensa en casa, empezando por los padres, etc.
Termino con una frase de José Antonio Marina, ilustre filósofo y pensador:


“Nacemos dependientes y nos cuesta liberarnos de muchas cosas: nuestros miedos, pasiones, perezas, ignorancias…el niño debe aprender a ser libre” Aunque esto ya nos lo explicó alguien hace 2000 años.

José Antonio de la Hoz

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