Los
padres y los profesores, la familia y la escuela, influyen en el desarrollo de
los hijos, por eso la actitud más inteligente, eficaz y beneficiosa es la
cooperación de ambos. Padres y profesores deben ir de la mano en su tarea
diaria, reforzando unos el rol de los otros. No obstante , el papel de los padres en
la educación de los niños es primario y el de los profesores secundario o
subsidiario; los niños vienen muy "hechos" de casa. Además se debe tener en cuenta que el contexto familiar y escolar
tiene semejanzas y diferencias, que ayudan a delimitar mejor las
responsabilidades y las influencias de cada ámbito. A continuación concreto algunos detalles (tomado de la tesis doctoral de
Esther García):
- En la familia el niño interviene en actividades que están insertas en la vida cotidiana, mientras que en la escuela las actividades realizadas suelen situarse en un contexto ajeno al mundo inmediato del niño.
- El contenido de las actividades que se realizan en la familia suele estar muy cercano a los intereses del niño, siendo sus consecuencias prácticas bastante inmediatas, por lo que el niño suele estar altamente motivado.
- En la familia, es frecuente que las situaciones de aprendizaje tengan lugar en una relación diádica con el adulto, mientras que en la escuela estas interacciones uno a uno con el profesor son más escasas.
- La conducta de los niños se manifiesta de forma diferente en ambos contextos y la respuesta de padres y educadores difiere también respecto a las peticiones del niño.
- La escuela alcanza un mayor número de interacciones con los iguales que la familia.
- En el contexto familiar suele ser usual el aprendizaje por observación e imitación del comportamiento del adulto, mientras que en el medio escolar suele darse un aprendizaje por intercambio verbal.
- El lenguaje utilizado y los temas que se tratan en ambos contextos son muy diferentes, así como las estrategias que se usan para enseñar el lenguaje.
- El componente afectivo es mucho mayor en la familia que en la escuela y el aprendizaje es más informal en el primer contexto que en el segundo.
- Otra diferencia importante entre familia y escuela es la referente al tipo de ideas que padres y maestros sostienen acerca de la infancia y la educación. Las madres sostienen valores más tradicionales que los maestros, aspecto que suele originar una fuente de conflictos entre padres y educadores.
El
amor incondicional es una actitud normal de los padres con los hijos. Es,
además, necesaria para el correcto desarrollo de su seguridad y autoestima,
pero debe ir acompañado de una buena dosis de objetividad. En la primera
infancia los niños esperan que se les trate igual en casa que fuera de ella, cosa que no
ocurre, y es necesario que así sea para su socialización.
Todos
los hijos tienen defectos y casi todos los hijos suelen cuestionar a quien
ejerce la autoridad, incluyendo a padres y profesores. Eso de obedecer no es
algo que les salga de forma natural. Hay que razonar con ellos, definir normas y límites, establecer responsabilidades por incumplimiento, corregir, reprender, motivar, hacer un seguimiento,...etc. Un profesor no puede decir una cosa y los padres la contraria, ambos han de coordinarse para multiplicar la eficacia y no desmotivarse mutuamente.
Es
normal que un alumno saque los pies del tiesto. La frecuencia vendrá
determinada por su herencia genética y por lo que ve, oye y experimenta en su
casa. Es decir, por lo que aprende de padres y hermanos. También influye el
estilo del profesor, la forma de desempeñar su rol, su forma de comunicarse, en definitiva, su autoridad real en clase. Si padres y
profesores deben esforzarse para enseñar/educar al niño/a, lo inteligente es que
cada cual refuerce el papel del otro, aunque luego discrepen en privado y
solucionen esas discrepancias.
El profesor debe lidiar con una media de 25
alumnos, cada uno de “su padre y de su madre”, dicho este que explica lo afirmado
en el anterior párrafo. Por tanto,
que el profesor reprenda a mi hijo, lo corrija, lo castigue moderadamente,
…cumple la misma función que la del pulidor de piedras preciosas, cuando da forma a
un mineral sin forma o con una poco
atractiva. El propietario de la piedra debería agradecerle el trabajo final,
sobre todo si hablamos de un buen profesional, de igual forma que los padres
deberían agradecer al profesor que se dedique a pulir los defectos de su hijo,
además de enseñarle conocimientos. Si no es así, si padres y profesores no van
de la mano, se pierde efectividad, habrá menos calidad en las personas y en la
sociedad a medio y largo plazo. Quizás una de las razones de la falta de valores en la sociedad actual esté en
la crisis de autoridad en la familia y en la escuela, que comenzó a extenderse
desde principios de los 80 hasta nuestros días.
El
papel de los padres no es evitar que los hijos se encuentren con obstáculos
sino más bien enseñarles a superarlos de forma adecuada. Puede que en muchas
casas se consientan demasiados comportamientos disruptivos a los hijos, se les dé demasiados caprichos y
se les diga pocas veces que “NO” y, al contrario, en otras se haga lo correcto. El termómetro que mide esto es su grado de conflictividad
fuera de casa, porque a un niño educado
con pocas normas y escasos límites, todo y todos le molestan con más frecuencia
que a la media, al ser esclavo de un creciente capricho e impulsividad, poco habitual. Si llegan quejas frecuentes del colegio, hay roces
habituales con vecinos, amigos, conocidos, compañeros…., entonces es probable que el problema
sea el niño y los que conviven con él en casa, donde pasa la mayor parte del
tiempo, con normas, límites y responsabilidades o, quizás, sin ellos .
Puede que vaya camino de ser un pequeño dictador que pretende que todo y todos se adapten a él.
Si
los hijos tienen límites y normas en casa y han aprendido a aceptarlos como
algo normal y necesario para la convivencia dentro de la familia y fuera de
ella, contarán con ventaja para una buena relación con sus profesores y
compañeros de clase.
Si
los padres tratan de evitar a sus hijos desde pequeños, cualquier sufrimiento o
contrariedad, por un amor mal entendido
o por pasotismo, provocarán que estos tengan un umbral de esfuerzo bajo, baja
tolerancia a las inevitables contrariedades, baja autoestima y autonomía y un
elevado egocentrismo, entre otros aspectos del carácter, todos contrarios a la armonía
en la convivencia con los demás.
Los
padres también reducen la potencial conflictividad de su hijo en el centro
escolar y, en general, fuera de casa, si ofrecen a sus hijos un modelo de
convivencia imitable, que incluya un buen estilo de comunicación entre ellos y con los hijos, una adecuada expresión
y control de las emociones y una constructiva gestión de los conflictos
familiares (padre-padre, padre-hijo, hijo-hijo). Para conseguir esto hay que
evaluarse como padres, hay que leer algo sobre modelos de comunicación, hay que
marcarse objetivos medibles de mejora, hay que pedir perdón cuando nos
equivocamos. Algunos consejos en este punto:
- Aprender a no resolver los conflictos en caliente, de forma impulsiva, porque nos equivocaremos.
- Combatir conductas, de forma selectiva (no reaccionar ante todo lo que me parece que el otro hace mal). No combatir a las personas. Ej: dí como te sientes ante algo que el otro ha hecho mal, que daño ha causado,…pero no coloques al otro etiquetas tipo “eres un inútil, vago, cobarde, tonto….”, no ganas nada y puedes causar un daño difícil de reparar.
- Cuando hay que negociar para resolver un conflicto, por ejemplo entre la pareja, la mejor estrategia es “ganar-ganar”, que aporta un beneficio aceptable para las dos partes
Para
reforzar al profesor de tus hijos, ahí van algunos consejos:
- Respetar a un profesor no significa darle la razón en todo, sino manifestarle las discrepancias en privado y no delante del hijo. Se trata de reforzar la autoridad del primero, que es educador, y no el ego del segundo, que es el educando.
- Todos le hemos echado la culpa a los profesores cuando no hemos sacado las notas esperadas. Nunca se suspende cuando se estudia para sacar notable o sobresaliente. Esto hay que hacérselo ver a los hijos.
- Hay que entrevistarse periódicamente con el profesor para establecer objetivos y estrategias comunes en los campos en los que la responsabilidad de ambos se superpone. Al menos una vez por trimestre, pero mejor una vez al mes.
- Hay que estar en las reuniones de padres convocadas por el centro y conocer el plan de centro, los valores que defiende, etc.
- Sin necesidad de que lo diga el profesor, los padres deben hacer un seguimiento, si puede ser diario mejor, de los deberes de los hijos, comprobando que los hacen y los entienden.
- Respetar al profesor es reforzar su papel delante de otros padres, darles siempre el beneficio de la duda.
- Los padres ayudan al centro escolar, en su tarea de enseñar, si controlan la asistencia y puntualidad de sus hijos, su aseo y presentación, las normas básicas de cortesía y educación, las rutinas de sueño y alimentación (desayuno), los horarios de estudio , el orden (libros y material que tocan), etc.
- El afecto, la cercanía, la aceptación y el diálogo con los hijos deben ir parejos a la exigencia.
Los
profesores tienen defectos y virtudes, como tú y yo; se equivocan a veces, como
nosotros; no son magos, como tu y yo tampoco lo somos; no lo saben todo,
tampoco nosotros;…, pero necesitan que en clase haya un clima de respeto hacia
ellos para que el aprendizaje de todos sea más fácil.
Termino
con una frase del psiquiatra Enrique
Rojas:
“Educar
es convertir a alguien en una persona libre e independiente, seducirla con
valores, cautivarla con argumentos positivos y conseguir que alcance la mejor
versión de si misma”
José Antonio de la Hoz
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