“Tener más o menos autocontrol no
es una cuestión baladí ya que de él depende una parte importante de nuestro
bienestar y nuestra salud física y mental”. Esto lo afirma Walter Mischel, psicólogo y profesor de la
Universidad de Columbia –anteriormente de la Universidad de Stanford- que trabajó
en la materia con un estudio
longitudinal durante varios lustros. Esto le
permitió analizar el comportamiento de niños en edad preescolar y ver como
evolucionaron sus vidas hasta llegar a la madurez.
Mi interés por Mischel y su
estudio comenzó al oír una intervención en Youtube de Carlos Andreu , socio
director de la agencia de conferenciantes Human Speakers y consultor de
empresas. En ella hablaba del Test y despertó mi interés por el
autor y las conclusiones de su estudio, de rabiosa actualidad porque son muchos
los padres y las madres que pueden y deben cambiar su actitud con los hijos, si
son conscientes de que en el día a día, en asuntos ordinarios como la comida,
el consumo de televisión o la cesión en los caprichos, están influyendo de
forma positiva o negativa en el futuro de sus hijos.
Según Mischel voluntad y
autocontrol son la misma cosa. Además, se puede identificar el nivel de esta
capacidad cuando los niños son pequeños y es modificable, es decir, puede
aumentarse si se usan una serie de estrategias que están identificadas.
Cojo de la introducción de su
libro “El test de la golosina: cómo entender y manejar el autocontrol”, un
resumen de la explicación de este test y sus conclusiones:
“Todo comenzó en los años sesenta.
En un sencillo estudio se sometió a alumnos en edad preescolar a un duro dilema….Le
dábamos a elegir entre una recompensa (por ejemplo, una golosina) que podían
obtener inmediatamente y otra recompensa mayor (dos golosinas) si esperaban,
siempre solos, unos veinte minutos.” En la sala disponían de un timbre que
podían hacer sonar para llamar al investigador y pedirle que le diera la
golosina. O podía esperar a que aquel volviera y, si no se había levantado de
la silla o empezado a comer la golosina, le diera las dos.
Que los niños aguantaran o no
ayudaba a hacer importantes predicciones acerca de su futuro. “Cuantos más segundos
esperaban a la edad de 4 o 5 años, mayor era su puntuación en las pruebas de
aptitud académica y mejor su funcionamiento social y cognitivo en la
adolescencia. A edades comprendidas entre los 27 y los 32 años, aquellos que
más habían esperado cuando se sometieron al test en edad preescolar tenían un
índice de masa corporal más bajo, el sentimiento de su propia valía era mayor,
alcanzaban sus metas con más eficacia y soportaban mejor las frustraciones y el
estrés. En la madurez, los que más capaces fueron de esperar (demora larga) se
caracterizaban, frente a los que no lo fueron tanto (demora corta), por mostrar
en los escáneres cerebrales unas imágenes diferentes de las áreas del cerebro
relacionadas con las adicciones y la obesidad”
De lo anterior se derivan
cuestiones muy importantes a tener en cuenta en la educación de los hijos, que
tienen repercusión a lo largo de su vida, haciéndolos más o menos felices. Por
ejemplo:
- Que los hijos tengan un horario de comidas y que se respeten. No se pica entre horas. Se come de todo.
- Que los caprichos son para momentos muy concretos, como cumpleaños o fiestas muy especiales. Por eso son caprichos.
- Cuando se dice no es no y no cambia a un si por una pataleta (no a la golosina de la caja del supermercado, no al columpio, no a acostarse más tarde…etc)
- El tiempo dedicado a la televisión es limitado y no se cede….., etc.
En otra entrada, para no hacer
excesivamente larga esta, tocaré las estrategias de las que habla Mischel para
aumentar el autocontrol, o sea, la fuerza de voluntad.
Termino, como siempre, con una
frase. En esta ocasión de Tolkien:
“Donde no falta voluntad siempre
hay un camino”
José Antonio de la Hoz
José Antonio de la Hoz
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