viernes, 12 de mayo de 2017

¿Necesitamos más calidad social?


Parece que fue el filósofo canadiense Marshall McLuhan el que acuñó el término “aldea global” para referirse a la interconexión humana global gracias al desarrollo de los medios electrónicos de comunicación. Debido  a este proceso, que se ha producido y se está produciendo de forma gradual y cada vez más intensa, todos disponemos de más información en menos tiempo. Esto significa que nos llegan más noticias - buenas y malas- y con mas rapidez. Por otra parte hay más tareas que requieren nuestra atención (responder a un mensaje o una llamada del móvil...) A más información más velocidad de cambio, para bien y para mal.

Lo anterior origina que nuestro mundo emocional cuente con más estímulos y más intensos y, por tanto, con más  propensión a la variabilidad e inestabilidad. Cuando yo tenía pocos años –hace ya tiempo-, veíamos dos cadenas de televisión, no teníamos Internet y jugábamos en la calle. Las “noticias de impacto”, positivas o negativas, eran muy escasas y la sensación de estabilidad y ausencia de estrés era mucho mayor que ahora. Teníamos que ser creativos para no aburrirnos. Hoy todo es, como decía Zygmunt Bauman, vertiginoso y líquido. Todo ocurre cada vez más rápido y la sensación de inestabilidad es grande. Dos pilares básicos para proyectar nuestro futuro, como el trabajo y la familia, son hoy más inestables que nunca.

Esto nos lleva a una conclusión que es de perogrullo, si quiero más tranquilidad tengo que reducir los estímulos; ver menos televisión, acudir menos a Internet, desconectar más veces el móvil…., crear el propio trabajo - o ser funcionario- y estudiar las causas de la estabilidad familiar.  Es complicado prescindir de las nuevas tecnologías, pero podemos “reducir los impactos”. ¡Ahhh, y no olvidarse del descanso!..., porque después de un día viene otro. También ayuda centrarse en el presente y dejar el pasado y el futuro, os invito a leer esta entrada de Nuria Chinchilla  https://goo.gl/s9Z171

A pesar de que lo anterior puede generarnos una percepción de la realidad más negativa, más alejada de la objetividad, tengo la sensación de que estamos perdiendo calidad, de que los valores que guían nuestro comportamiento no son del todo adecuados. Están cambiando algunos de los valores que nos daban tranquilidad y paz. También sigue habiendo miles de ejemplos de responsabilidad y buen hacer, pero me preocupa la mayor tendencia al cambio para mal.


Estaba el domingo en un área de descanso, en plena naturaleza y me senté en unas mesas de un pequeño chiringuito. Cerca estaba una señora con su madre, en silla de ruedas, y unos chiquillos jugando a la pelota. Esta llego varias veces a la zona de sillas y mesas y el dueño del chiringuito dio varios avisos a los “nenes”. El cuarto fue un poco más contundente y provocó que aparecieran dos mamas de los “NENES”, de entre 10 y 14 años, hechas un basilisco, a amenazar al que osó llamar la atención a sus hijos. Tengo que decir que la actitud de las madres me molestó un poco, ...hace unos años casi todos los padres  habrían llamado la atención a sus hijos, en la misma situación, hoy...??? . Me contuve y se contuvo el dueño del chiringuito, poniendo la nota de cordura en la escena.

Hay muchos pequeños detalles en la vida ordinaria que van en esta línea, que no veía en mi niñez y que me llevan a preguntarme por qué ocurren. Se me ocurren las siguientes causas:
  • Vivimos con más estrés, nos falta tiempo, quizás también flexibilidad, y es más fácil que surja el conflicto.
  • Nuestro entorno vital- trabajo, familia, amigos -  es mucho menos estable y esto genera tensión añadida. En aras de la eficiencia económica se sacrifican valores muy necesarios y se instrumentaliza a la persona. Esto nos pasa factura a todos. La tensión, frustración...de los demás, nos termina llegando a los demás y viceversa.
  • Nuestro entorno es muy hedonista. Nuestro horizonte vital es el consumo y el placer. Por eso tenemos reacciones desproporcionadas ante pequeñas contrariedades, obstáculos, carencias o decepciones..., que son la antítesis del placer. A más disfrute menos resistencia a la frustración y más conflictividad. Ocurre lo mismo en el otro extremo; cuando descansamos poco y disfrutamos menos. El gozo y el deleite parece la única vía de escape a la tensión, cuando debe ser una realidad instrumental y no finalista.
  • No hay una cosmología, no hay espiritualidad y, por tanto, no existe un soporte donde sostener valores consistentes como la honradez, la honestidad, la generosidad o el esfuerzo. Hay un relativismo peligrosísimo que incide en nuestras relaciones con los demás. Hace unos años había conceptos como la educación y el saber estar, muy claros en casi todos los estratos sociales. Hoy día ganan posiciones el vandalismo, la grosería, la descortesía y la falta de urbanidad.
  • Llevamos mucho tiempo poniendo el acento en los derechos y obviando las obligaciones. Estamos en la era de los "derechos artificiales". Cada día alguien se inventa o reclama un derecho. Hay personas con 20, 30 años…reclamándole por vía judicial una pensión de alimentos a los padres, a título de ejemplo.
  • Hay una crisis de autoridad. Estamos acomplejados con este tema y cuesta ejercerla a todos los niveles . Estoy seguro de que esto termina generando un entorno tan adverso que lleva al final, necesariamente,  a un ejercicio contundente de la autoridad. Vamos viendo detalles extremos que son la punta del Iceberg, como la denuncia de padres a hijos, la corrupción a todos los niveles, la violencia gratuita, .... Se cuestiona a los profesores, se imputa al padre que da un cachete esporádico, se critica desaforadamente a jueces y policía, etc.
  • Quienes debieran ser modelo para el conjunto de ciudadanos son justamente lo contrario, con honrosas excepciones. Me refiero a la intensa y cada vez más frecuente corrupción política. Si los que gobiernan no son leales y honestos generan una coartada peligrosa a los gobernados, tendiendo peligrosamente a la ley de la selva.
  • Las grandes cadenas de televisión, radio y prensa tienen pocos límites en los contenidos de los programas de ocio. Dicen que no están para educar, pero nadie les pide responsabilidad por el impacto social de algunos de sus contenidos. Abunda la violencia, el sexo,  los modelos de comportamiento distorsionados, el comercio con la intimidad, la crítica desmesurada para generar espectáculo…. Solo importa la audiencia y el dinero que genera a la cadena. Les ocurre lo que a las tabacaleras,….nadie les exige el daño médico que generan a cambio de pingues beneficios. Nadie se atreve a cuantificar el gasto social que genera el actual modelo de televisión,  como influye en la calidad de las relaciones interpersonales, en los valores que cohesionan nuestra sociedad, ...
  • La familia es el primer agente socializador y la tenemos en situación irregular e inestable: padres con horarios laborales muy exigentes, niños que pasan la tarde solos, alto nivel de separaciones y divorcios, uso de los hijos para enfrentarse al ex cónyuge (alienación parental), escasos límites en la educación de los hijos,  falta de unidad en la acción de los padres y de estos con los profesores, crecimiento de las familias monoparentales, agresiones de hijos a padres ….
  • Quienes debieran tomar decisiones –padres, profesores, autoridades – no las toman. En unos casos por falta de formación o por desorientación, en otros porque no interesa complicarse la vida, porque no es rentable para el propio interés. Esto lleva a que los problemas se enquisten y, en algunos casos, se agranden y generen más problemas.

Mi blog trata sobre todo de educación. Por eso quiero terminar diciendo que la calidad de una sociedad se mide por la calidad de sus miembros. Es conveniente que todos sintamos esa corresponsabilidad y que se promocione esa inquietud. Soy consciente de que suena a utopía, pero es necesario que pensemos en nuestra mejora personal para contribuir a mejorar la sociedad y no al contrario. Todos debemos pensar que pequeñas cosas podemos rectificar para ser mejores padres, mejores ciudadanos, mejores profesionales, mejores maridos, mejores esposas, .....

Termino, como siempre con una frase. En esta ocasión de Robert Green , político y orador norteamericano:

“La verdadera civilización es aquella en la que todo el mundo da a todos los demás todos los derechos que reclama para sí mismo

José Antonio de la Hoz


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