viernes, 9 de noviembre de 2012

La autoridad de los padres. Distintos modelos




Con frecuencia oímos a algunos progenitores  la consabida frase, “cuando seas padre comerás huevos” dirigida a sus hijos. Si nos adherimos a la interpretación literal de la misma, parece que la autoridad es una prerrogativa, algo deseable que se alcanza cuando se tienen hijos. Pero no es esta la interpretación de la que quiero hablar, la autoridad no es un fin, sinónimo de poder. Más bien  es una herramienta que casi todos vemos necesaria para garantizar “que las cosas funcionen” en la sociedad y en los grupos que la vertebran, también en la familia,  ya que todos, de manera más o menos consciente, queremos hacer nuestra “santa voluntad” y que los demás nos sigan o, al menos, que no nos molesten.

Creo que todos estamos de acuerdo en la realidad de que todo grupo de personas más o menos estructurado, ligadas entre sí por normas, objetivos y metas comunes, necesitan de alguien que  ayude a marcar el rumbo, que tome decisiones y que ayude a tomarlas, buscando el interés general del grupo, y que esas decisiones se lleven a la práctica manteniendo una cierta armonía y cohesión. Esto nos lleva a plantearnos quién debe tener autoridad y cómo ha de ejercerla.


 En el mundo de la empresa se habla de autoridad formal y de autoridad real. Se adorna con la primera quien es nombrado para desempeñar un cargo en la organización, independientemente de que sea o no aceptado  por el grupo de personas a las que va a mandar. Tiene autoridad real  la persona que es un referente para ese grupo, porque ven en él  al que mejor garantiza el cumplimiento de las metas que tienen planteadas, así como la cohesión interna. Esta persona suele ser inteligente, racional, coherente, ética, sincera, sencilla, con sentido del humor…., es un modelo en el que fijarse. Busca el bien común antes que el bien propio. Este análisis es perfectamente aplicable a los padres: hay padres con autoridad formal, pero sin autoridad real y viceversa. Lo conveniente es que haya autoridad formal y real.

No vale cualquier forma de tomar decisiones para ganarse el “prestigio” ante los hijos y que estos colaboren para alcanzar su máximo desarrollo. Se habla de cuatro formas de  liderazgo o formas de ejercer la autoridad, con las siguientes notas identificativas. Voy a hablar de ellas asociándolas al papel de madres - padres:
·         Autoritario/a 

o   Ejerce un control máximo sobre los hijos pero  con un mínimo afecto.
o   Insiste en que sus normas se cumplan
o   Usa con frecuencia castigos físicos y verbales. Enjuicia con facilidad al hijo, en vez de hablar de su conducta y cómo corregirla.
o   Se enfada y descalifica con poco control
o   No hay diálogo ni negociación. Hay comunicación de padre a hijo, pero no a la inversa 

·         L’aissez faire o evitativo 

o   Lo ejercen padres que consideran que el hijo aprende solo. Son tolerantes con los errores, aunque sean graves.
o   Para evitar conflictos consienten casi todo.
o   Los hijos viven sin  normas. Tampoco cuentan con apoyo, ni seguimiento. Lo normal es la  Indiferencia.
o   Los hijos no tienen un modelo a seguir 

·         Paternalista o sobreprotector 

o   No hay afecto real.
o   No se educa a los hijos sobre la consecuencia de los actos y, habitualmente,  las sufren ellos.
o   Se da todo al hijo para evitarle la frustración y ganarse el control psicológico sobre él.
o   Límites difusos entre roles pareja – hijo (ejemplos más habituales: parejas rotas, niños enfermos, pareja con poco tiempo por trabajo…)
o   El hijo es siempre pequeño y desvalido. Recibe frecuentes regalos para demostrar lo que se siente por Él. Los padres le recuerdan frecuentemente al hijo lo que hacen por Él.
o   Todo esto puede ser debido a algunas o varias de las siguientes razones:

§  La pareja no se entiende y se vuelca en el hijo

§  El hijo tiene una enfermedad que requiere cuidado

§  Hijo no deseado. Se cubre el sentimiento de culpabilidad con sobreprotección 

·         Asertivo
o   Máximo control y afecto adecuado a la edad.
o  Aceptación incondicional hacia el hijo. Se le quiere independientemente de sus cualidades y resultados.
o   Normas claras y seguimiento de su cumplimiento con mandatos, refuerzos positivos y, si es necesario, de castigos.
o   Estimulación, adecuada a la edad,  de la independencia.
o   Comunicación abierta y bidireccional.
o  Hay control externo (normas) y control interno (valores interiorizados que se van asumiendo), percibidos en el comportamiento de los demás miembros de la familia.
o  El asertivo sabe con antelación las consecuencias del cumplimiento o no de las normas, que no depende del estado de ánimo, sino de lo hablado con anterioridad. Se valora lo normal, se refuerza lo bien hecho, se destaca lo excepcional, se ignoran las pequeñas desviaciones, como propias del aprendizaje y se corrigen las grandes.

Cada modelo de autoridad tiene sus efectos en el comportamiento y la personalidad de los  hijos/as. Indico a continuación los más relevantes:

·      Es fácil que una persona con padres autoritarios, tenga un comportamiento excesivamente rebelde o sumiso, y sea simulador, rígido y con poco autoconcepto y autonomía personal. Tiende a sentir rencor, angustia y culpabilidad.

·      Los hijos de padres evitativos suelen ser inestables debido a la falta de normas, inconstantes, con dificultad para el trabajo en equipo, con bajos resultados académicos y baja autonomía personal. Al no haber afecto lo buscan en cualquier lugar, siendo propensos a conductas desviadas. Hay retrasos en el aprendizaje, ya que no ha habido ni hay seguimiento

·       Fruto de padres sobreprotectores son los hijos con baja tolerancia a la frustración, dificultad para la independencia, escaso autocontrol, baja autoestima, con alta dependencia del entorno, inseguros, sin valoración de las cosas materiales, egoístas e incapaces de agradecer, porque ven normal que los demás estén pendientes de él.

·       En familias con padres asertivos hay hijos con alta autoestima, creatividad y autoconfianza, con capacidad de tomar decisiones, capacidad de relación y cooperación con los demás. Personas equilibradas, maduras y atractivas.

Parece que es el modelo asertivo el más idóneo para el completo desarrollo de los hijos, pero cabe preguntarse si todos podemos adaptarnos a este modelo. Para mi la respuesta es positiva, ya que siempre está en nuestra mano la capacidad de corregir comportamientos inadecuados, si bien la genética y el entorno han determinado los rasgos dominantes de nuestra personalidad y carácter, y por tanto, la tendencia a un estilo o modo de ejercer la autoridad.

No hay duda de que la forma de ejercer la autoridad es distinta en cada edad de nuestros hijos. Generalizando, cabe decir que nuestros hijos son esponjas desde los 0 a los 12 años. En ese tramo de edad somos dioses para ellos y apenas nos discuten, si hemos hecho las cosas medianamente bien. Cambia el panorama de los doce en adelante, donde tenemos que marcar límites en lo importante y negociar más con nuestros hijos.

Para terminar, hago referencia a algunas frases oídas a otras personas sobre este tema que no he querido o sabido colocar en ningún apartado, pero que me parecen interesantes:

·       La autoridad se ejerce con puño de hierro en guante de seda (Armanda Segura. Catedrático de Filosofía)
·       La rebeldía en la adolescencia es síntoma de inteligencia (Armando Segura. Catedrático de Filosofía)
·       Los padres no son amigos de los hijos. Si se convierten en amigos dejan a sus hijos huérfanos (Emilio Calatayud. Juez de Menores)
·      Tenemos miedo a hablar de autoridad por los complejos propios de una joven democracia (Emilio Calatayud. Juez de Menores) 

Por último, es necesario que el padre o educador tenga autoridad real y sea asertivo. Para que esto ocurra:
·       Debe esforzarse por vivir lo que pretende exigir.
·       Debe tener claros los objetivos que persigue. Pocos y en lo importante. Variables y actualizables  en cada edad.
·       Debe buscar el bien del otro/a, no el propio.
·       Debe dar razones de p que exige
·       Debe ser una persona coherente y de calidad.
·       Detrás de su actuar debe  haber principios y valores  sólidos, que seduzcan y den confianza: honradez, honestidad, empatía, esfuerzo, fortaleza, perseverancia, paciencia, tolerancia, humor, sinceridad, equidad, justicia, autocontrol, compasión…

Razones para ejercer la autoridad con los hijos:

·      Si no lo haces tu hijo crecerá como un asilvestrado, inadaptado, chocando con todo y con todos. No será capaz de sacar lo mejor de si mismo
·       Todos tendemos al inmovilismo, al mínimo esfuerzo. Mientras no seamos autónomos y responsables, necesitamos que nos marquen el camino  del desarrollo personal, donde son necesarias herramientas como la voluntad, el razonamiento y los principios – valores.
·       Somos responsables de los actos de nuestros hijos hasta que estos sean mayores de edad.
·       La ley nos obliga a ejercer la patria potestad y esta implica el ejercicio de la autoridad
·       Ejercer correctamente la autoridad está vinculado con el amor a nuestros hijos y ellos, aunque la rechacen, así lo perciben o percibirán.
·       Añade otras y recuérdatelas en los momentos duros 

Cómo ejercer la autoridad:
·       Dando razones de las decisiones que se toman, pero ejecutándolas independientemente de que se compartan o no, si buscan el bien del otro y no son fruto del capricho o la manía
·       De común acuerdo entre los dos padres. Uno refuerza al otro. Nunca critica sus decisiones delante del hijo, aunque las comenten en privado. Ante una solicitud del hijo se usa la frase: “lo comento con tu padre/madre y luego te digo”.
·       Usando los refuerzos positivos (asociar algo positivo a una buena conducta: un abrazo, un beso, una caricia, una alabanza…mejor que cosas materiales)
·       Evitando las comparaciones con otros hijos, vecinos, amigos…
·       Evitando criticar al hijo o contar sus intimidades en público




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