Son las cuatro de la tarde y
me encuentro en la puerta del edificio donde vive un amigo. Acabo de tocar al portero y espero
a que me abra. Por la puerta de cristales, a menos de un metro, se ve a una
pareja joven, en torno a los 20 años, en actitud más que cariñosa. Perciben mi
presencia, más aún después de que mi amigo me franquee la entrada al hall del
edificio, con el consabido ruido del portero electrónico, el ruido de la puerta
y mis pasos a poca distancia. La pareja ni se inmuta, sigue a lo suyo con una
buena dosis de descaro. Para algunos es algo como muy normal, para mí no lo es.
Hay personas que no tienen
intimidad, quizás porque desde muy jóvenes no la vivieron en su casa,
renunciando a ella en numerosas
ocasiones, hasta llegar a ver como algo normal el hecho de poner en el
escaparate sus comportamientos más íntimos. Ya no saben que es suyo y qué es de dominio más o menos público.
Frecuento unas instalaciones
deportivas de la Universidad de Granada. Hace poco me encuentro a un padre, con
su hijo de unos 10 años, desnudos en una
ducha de los vestuarios, donde había más varones de cierta edad. Es la típica
ducha corrida, a la vista del resto del vestuario, en un lugar de paso
obligatorio hacia los váteres.
Cualquier día por la calle
ves a chavalas con el típico pantalón corto. Algunas usan modelos de creación
propia, aprovechando vaqueros viejos, con un corte radical y bastante
expositivo.
Todos los relatos son
ejemplos que me llevan a pensar, sin más consideraciones morales, en dos
conceptos, apuntados en el título de este breve artículo, el de intimidad y el
de libertad.
Para explicar porque intento
relacionarlos hago unas consideraciones previas:
·
Antiguamente se
definía al hombre como animal racional, porque en la naturaleza humana hay
instintos, lo mismo que en los animales.
La razón es exclusiva de los humanos y es
la que eleva su dignidad.
·
Hay estímulos que
despiertan a los instintos invitando al que los sufre a actuar de forma animal.
Ejemplo: nos cuesta esperar a la hora de comer cuando tenemos hambre. Nos
cuesta esperar nuestro turno en una fuente pública, en pleno mes de agosto,
cuando la sed aprieta, etc. Cuesta someter los instintos a la razón…, por eso
es importante aplicar el sentido común y facilitar las cosas.
·
La vista de
determinados estímulos nos invitan con fuerza a comportamientos instintivos
relacionados con la comida, la bebida, el sexo…, hasta el punto de que personas
sin escrúpulos los usan para ganar dinero, por la fuerza que tienen y la
dificultad para controlarlos. Una vez despiertos, cuesta controlarlos y si se
repite la respuesta positiva a los estímulos terminamos con una adicción. Hace
unos días aparecía en el telediario un Pub granadino, denunciado por sortear
una relación sexual con la camarera.
·
La libertad hay
que ganársela a pulso, controlando los impulsos instintivos, de manera que
queden moderados por la razón y no al revés. El placer no es malo, pero cuando
no lo controlamos se adueña de nuestra vida, de nuestra actividad, de nuestro
futuro,… si aparece la adicción.
·
Cuando se cede en
un instinto se termina cediendo en todos los demás, porque la voluntad
debilitada no es selectiva. En el hombre no hay compartimentos estancos.
·
La frontera entre
el autocontrol y la adicción es muy difusa, hasta el punto de que muchos
adictos a distintos placeres (bebida, comida, sexo, juego, móviles…) no admiten
serlo.
Una vez expuestas estas
ideas, hago los siguientes razonamientos:
·
Tengo derecho a
que los demás no hagan pública su intimidad delante de mis ojos, entre otras
cosas porque esa exposición lleva aparejada una carga moral que no comparto.
·
Los espacios
públicos deben ser neutros en lo que respecta a comportamientos con carga
moral.
·
En la exposición
sexual puede haber un hábito de desinhibición, pero también una cesión al
instinto por encima de cualquier otra consideración y, por tanto, de
generalizarse esta actitud, vamos a un modelo de sociedad donde lo impulsivo
campa por sus respetos. Por eso, que no nos extrañe que nos toquen el claxon en
la carretera con más frecuencia, que nuestro vecino pierda los papeles con más
facilidad, que la discusión en las relaciones sociales y profesionales sea más
frecuente…., que la sociedad pierda calidad, porque el conflicto anida con
facilidad cuando la razón justifica a los instintos. Ya se sabe, cuando no se
actúa como se piensa, se termina pensando como se actúa…y el instinto y lo
instintivo, sacado de madre, favorece el egocentrismo, llevando a percibir “al
otro”, como una molestia.
·
El hombre es más
libre cuando domina sus instintos.
·
El hombre esclavo
busca justificar su comportamiento consiguiendo adeptos. El chaval que cae en
el consumo de drogas termina invitando a consumirlas, el que bebe a beber, el
que come en exceso a comer con exceso,…todo ello en un intento de acallar la
propia conciencia, la falta de autodominio, la adicción, la esclavitud.
·
De forma más o
menos consciente se intenta controlar la voluntad del otro a través de sus
comportamientos más primarios. Ejemplos hay muchos, se convocan comidas
copiosas para cerrar acuerdos comerciales en los postres, se invita a cubatas a
personas para que cuenten determinadas cosas, se usa el sexo con fines
espúreos…. Hay chicas y chicos que
disfrutan controlando la mirada del que pasa a su lado…
Los modelos de comportamiento
proclives a la exposición de la intimidad han sido favorecidos por los
creadores de moda, por grandes y pequeñas cadenas de televisión, por editoras
de revistas, por determinados lobbies,… buscando enriquecerse o buscando la
justificación social o el asentamiento de unas pautas de comportamiento determinadas
y determinantes.
Por todo lo dicho, aconsejo a
los padres que eduquen a sus hijos sabiendo que son “animales racionales” y que
los eduquen para que ellos y los que los rodean tengan autocontrol y sean más
libres. Esto se hace desde pequeños,
estableciendo límites y, vuelvo a repetir, “teniendo claro qué es el hombre”,
conociendo sus fortalezas y sus debilidades. Termino con una frase que no es
mía: “el hombre es capaz de todos los errores y de todos los errores”. Quien la
dijo conocía bien la condición humana.
José Antonio de la Hoz
No hay comentarios:
Publicar un comentario