El día a día, la rutina, un mal entendido amor a los hijos, las
exigencias del trabajo, el cansancio, la diversidad de caracteres, los
distintos pareceres referidos a la educación de los hijos…, pueden llevar a los
padres a educar mal a los hijos, influyendo
negativamente en su desarrollo personal.
En una casa se producía, no hace mucho, la siguiente escena:
un padre con su hijo en la sala de estar, con la televisión encendida. El padre
charlando con una visita, el hijo jugando con la consola, la madre en la cocina
preparando algo para la visita. El padre se levanta y, con buen criterio, apaga
la televisión, para continuar la conversación con la visita y, porque no
decirlo, ¡por educación!. El hijo, hasta ese momento muy atento a la
videoconsola, se levanta y va a la cocina. Se oye decirle a la madre que:”papa
me ha apagado la televisión”. La madre hace acto de presencia en la sala de
estar y, delante de los amigos, le echa en cara al padre que le corte la
televisión al hijo.
- La tarea de educar corresponde al padre y
a la madre, a los dos. Ninguno debe atribuirse la exclusiva en ningún aspecto de
la misma y ninguno debe hacer dejadez de funciones.
- Por razones obvias, al hijo hay que trasladarle
un solo criterio. Si los padres se muestran con frecuencia divididos, el hijo
buscará el amparo en quien más le convenga. Esto implica un déficit de
educación y, probablemente, continuos enfrentamientos entre los padres. En
otras palabras, el hijo juega con los padres y los divide.
- La madre no debe volcar todo su cariño en los
hijos y dejar de lado al padre, ni a la inversa. Al final los hijos se van de
casa, y si no se ha cultivado el cariño y el respeto entre los cónyuges, la
cosa puede derivar en drama.
-
El padre debe reforzar a la madre y la madre
debe reforzar al padre. Si la madre ha tomado una decisión “equivocada” y el
niño acude al padre para que la corrija, este reforzará a la madre diciéndole al
hijo que la cumpla. Después, si lo ve oportuno y en privado, comentará con la
madre la conveniencia o no de esa decisión y consensuarán un criterio común.
- Cuando el hijo consulta un tema al padre o a la madre,
debe oír como respuesta: “déjame que lo comente con tu madre o , en su caso,
con tu padre”…, si no hay un criterio asentado del matrimonio. Hay que rechazar
las consultas con respuesta inmediata, que suelen ser “consultas trampa” o
impulsivas. Los hijos deben aprender a planificar y consultar las cuestiones
con el tiempo suficiente. Les estaremos enseñando a eso…, razonar, planificar,
consultar, no actuar de forma impulsiva, no jugar con los padres.
-
En casa no debe haber poli bueno y poli malo.
Esto implicaría que hay dos o más
criterios y, por tanto, que se está educando mal a los hijos.
- La pareja debe buscar momentos solos, para
hablar sobre la educación de los hijos, plantearse objetivos para cada uno,
forjar criterios para actuar con una sola voz, etc.
- A la hora de consensuar criterios educativos, es
bueno :
o Conocer la opinión de autores especializados,
con sentido común y autoridad. También es bueno acudir a las sesiones de “escuelas
de padres”, tutorías, blogs de prestigio, etc.
o
Saber qué se puede pedir a los hijos en cada
edad y cómo hacerlo.
o
Conocer bien las fortalezas y debilidades de
cada hijo.
o
Escuchar a la pareja. Se puede oír , pero no
escuchar. El que oye recibe el mensaje del otro pero ni lo estudia, ni lo
valora. Esta actitud es propia de quien cree que siempre lleva la razón. Esto
destruye la comunicación y la capacidad de negociar y llegar a un consenso.
o
En toda negociación hay que ceder. Dicen los
expertos que la negociación más estable es la que usa como estrategia “Ganar –
ganar”, es decir, las dos partes ceden en una proporción cuantitativa y cualitativa
similar.
o
Cuando los criterios son muy divergentes, la
comunicación de escasa calidad y la capacidad de negociar es ínfima, hay que
acudir, por el bien de los hijos, a un especialista.
o
Cuando los padres están separados no deben usar
a los hijos contra la ex - pareja.
Por el bien propio y de sus hijos deben vivir los criterios vistos, para no
caer todos en un calvario.
José Antonio de la Hoz
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