Acabo de leer un interesante
artículo en el periódico ABC del 21 de octubre de 2013, firmado por Laura
Peraita, que trata sobre el uso del televisor y el control del mando de la televisión. En él recoge opiniones de
Óscar González, fundador de Escuela de Padres con talento; David Cortejoso,
psicólogo y fundador de psicogloblia.com y Miguel Ortega, doctor en Filosofía y
director del curso de Experto en Matrimonio en la Universidad Francisco de
Victoria.
En las siguientes líneas voy a
resumir las aportaciones que me parecen más interesantes y a introducir matices
e ideas propias sobre el tema.
Es interesante que el control del
mando de la televisión lo tengan los padres. Es el primer paso para controlar
el tiempo invertido en verla y los contenidos que se ven. Para conseguir esto
los padres deben plantearse:
·
Establecer como norma, desde pequeños, que antes de poner la tele se les pide permiso. De
esta forma ellos tienen el “control simbólico” del mando y de lo que se ve.
Para evitar lloros y llantos se les avisa del tiempo que van a poder verla y se
tiene prevista la actividad que van a realizar justo después (cenar, ducharse,
acostarse…)
·
Si los lloros persisten se les dice que al día
siguiente no habrá tele. Así hasta que asuma, sin lloros ni pataleos, que la
tele se apaga cuando lo dicen los padres.
·
Dar el permiso para programas concretos, razonando la
medida. Algunas cadenas optan, cada vez más, por la violencia física o verbal,
el sexo y los contravalores, para captar audiencia y a
los políticos les tiembla el pulso a la hora de poner límites .
·
Aclarar que la tarde se dedica al
trabajo personal. Los primeros años de vida se ocuparán en emborronar folios o en jugar en su cuarto, más adelante a estudiar. De esta forma tus hijos tienen claro,
desde pequeños, que hay un tiempo de trabajo personal y un tiempo de descanso.
Solo en este último entra la televisión.
·
Que la televisión no ocupe espacios familiares
como las comidas. Los padres tienen que hablar con los hijos y viceversa, para
no convertirse en perfectos desconocidos.
·
Dar ejemplo de lo que se exige
Si los padres son constantes exigiendo
estos puntos se convertirán en algo natural en la vida familiar y será más
fácil que los hijos los vivan en la
adolescencia.
Es difícil no tener televisión en
los hogares o tenerla y no ponerla. Por eso hay que plantearse
que normas fijamos, además de las indicadas, para evitar el “todo vale” que, sin duda, es
tóxico para toda la familia pero, especialmente, para los más pequeños:
·
Debe existir un criterio educativo claro sobre qué contenidos y programas se ven y no se ven.
· Su uso no es causa de discusión habitual
en la familia. Esto se puede conseguir dando la elección de programas cada día
a un miembro de la familia, respetando “el criterio” sobre contenidos establecido
por los padres y pidiendo permiso antes de encenderla. Los demás miembros
pueden negociar con el “poseedor” del mando pero, sin discusiones.
· Se puede limitar el uso de la televisión con alternativas
físicas o intelectuales atractivas como la práctica de un deporte, la
inscripción en actividades extraescolares, el ajedrez, la lectura, la música,
los juegos de mesa, las manualidades, colaborar en tareas de casa, hacer
recados, ir con los amigos, etc.
· Es bueno ver la televisión con los hijos
y fomentar la reflexión y el comentario sobre los contenidos. No todos los
dibujos animados, ni todas las series juveniles transmiten los valores
adecuados para cada edad.
· Durante la semana el tiempo máximo de exposición diaria no debe superar la hora. El fin de semana se puede permitir más tiempo ,
pero sin dedicación exclusiva . Se siguen respetando los criterios de contenidos,
aunque se relajen los referidos al tiempo.
·
La alternativa a la televisión no puede ser Internet, si no toca.
· En la adolescencia habrá que negociar y
ceder de vez en cuando, pero respetando los criterios y valores familiares que
vienen viviendo desde que eran pequeños.
·
No temer que los niños (ni los mayores) se
aburran si no están viendo la tele: aburrirse les da la oportunidad
de buscar por sí mismos en qué entretenerse, estimula su imaginación y su
creatividad y les hace más capaces y autosuficientes.
· La tele-canguro puede usarse pero puntualmente, con películas
elegidas de la videoteca particular o alquiladas.
José Antonio de la Hoz
Fuentes:
·
Elaboración propia
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