miércoles, 22 de octubre de 2014

Salud mental y educación: los sutiles hilos de la marioneta


Me llama la atención unas declaraciones de Allen Frances, Catedrático emérito de la Universidad de Duke y director del equipo que redactó el DSM IV ( Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) que es, junto con el CIE (Clasificación Internacional de enfermedades), la Biblia de los psiquiatras de todo el mundo. Es una autoridad internacional en el campo de la psiquiatría.  Pues bien, algunas de esas declaraciones son las siguientes:

  • La industria farmacéutica está interesada en convencernos de que hay nuevas enfermedades psiquiátricas,  fáciles de tratar con medicamentos. Tratan de convencernos de que el trastorno psiquiátrico es algo muy común y de fácil solución, tomando los medicamentos que ellos elaboran. 
  • El aumento artificial de síndromes y patologías provocado por el DSM V “convierte problemas cotidianos y normales de la vida en trastornos mentales, de tal forma que cualquiera de nosotros se identifica en los síntomas descritos en ellos/as”
  • Los fármacos son necesarios y muy útiles en trastornos mentales severos y persistentes, que provocan una gran discapacidad. Pero no ayudan en los problemas cotidianos, más bien al contrario: el exceso de medicación causa más daños que beneficios. No existe el tratamiento mágico contra el malestar.
  • Hay que “Controlar mejor a la industria farmacéutica y educar de nuevo a los médicos y a la sociedad, que acepta de forma muy acrítica las facilidades que se le ofrecen para medicarse, lo que está provocando además la aparición de un mercado clandestino de fármacos psiquiátricos muy peligroso.
  • La incidencia real  del TDAH está en torno al 2%-3% de la población infantil y, sin embargo, en EE UU están diagnosticados como tal el 11% de los niños y en el caso de los adolescentes varones, el 20%, y la mitad son tratados con fármacos. Otro dato sorprendente: entre los niños en tratamiento, hay más de 10.000 que tienen ¡menos de tres años! Eso es algo salvaje, despiadado. Los mejores expertos, aquellos que honestamente han ayudado a definir la patología, están horrorizados. Se ha perdido el control.”
  • “Igual que no se nos ocurre recetar testosterona a un niño para que rinda más en el fútbol, tampoco tiene sentido tratar de mejorar el rendimiento escolar con fármacos”
  • Los seres humanos somos criaturas muy resilientes. Hemos sobrevivido millones de años gracias a esta capacidad para afrontar la adversidad y sobreponernos a ella... Si vivimos inmersos en una cultura que echa mano de las pastillas ante cualquier problema, se reducirá nuestra capacidad de afrontar el estrés y también la seguridad en nosotros mismos. Si este comportamiento se generaliza, la sociedad entera se debilitará frente a la adversidad. Además, cuando tratamos un proceso banal como si fuera una enfermedad, disminuimos la dignidad de quienes verdaderamente la sufren.
  • En los últimos años las autoridades sanitarias han tomado medidas para reducir la presión de los laboratorios sobre los médicos. Pero ahora se han dado cuenta de que pueden influir sobre el médico generando demanda en el paciente.
  • Hay estudios que demuestran que cuando un paciente pide un medicamento, hay 20 veces más posibilidades de que se lo prescriban que si se deja simplemente a decisión del médico
  • “¡Tienen que cambiar los hábitos de sueño! Sufren ustedes una falta grave de sueño y eso provoca ansiedad e irritabilidad. Cenar a las 10 de la noche e ir a dormir a las 12 o la una tenía sentido cuando hacían la siesta. El cerebro elimina toxinas por la noche. La gente que duerme poco tiene problemas, tanto físicos como psíquicos.”

 De todo esto saco unas consideraciones rápidas:
  • Rehuimos la contrariedad y el malestar, aunque esta sea el precio de un correcto desarrollo personal propio y de nuestros hijos, un ingrediente necesario para el equilibrio vital. Antes, cuando éramos más creyentes, encontrábamos un sentido a esas situaciones, ahora ya no lo tenemos y acudimos, con facilidad, a la medicación. Indudablemente hay situaciones en las que la medicación es imprescindible; aquí me refiero a que siempre hay algún tipo de malestar moderado, físico o psíquico, para el que no existe medicación, tal y como dice Allen Frances, pero son cada vez más los que la buscan.
  • Tenemos que crear un clima de normalidad alrededor de estas situaciones. A título de ejemplo, no hacemos un drama cuando un niño pequeño tropieza, se cae y llora. Le animamos a que se levante y, cuando lo haga, le damos un cariñoso abrazo. Podemos encontrar cientos de ejemplos como este, en los que la actitud materna y/o paterna puede ayudar a que los hijos sean resistentes, seguros y con una fuerte autoestima o todo lo contrario.
  • El lamento y la queja habitual en los hogares potencia un exceso de victimismo en quienes los ocupan y son un termómetro de su umbral de exigencia personal. Padres y madres, ¡hay que subir el listón para admitir las quejas!, hay que enseñar a convivir gallardamente con la contrariedad física o moral.
  • Una ecuación: tolerancia al malestar baja = dosis de placer altas + exigencia personal baja. Padres, ¡a ponerse las pilas!

Termino con dos frases de un ilustre psiquiatra:
“Un hombre hedonista, permisivo, consumista y relativista, se convierte en un objeto que viene y va. En vez de ser brújula, es veleta. Se mueve en todas direcciones pero sin saber a dónde va.”
“La felicidad no es un hallazgo al final de la existencia sino a través de su recorrido”


José Antonio de la Hoz
Fuente: http://goo.gl/tpFSJg . Foto de Juan Barbosa

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