lunes, 6 de junio de 2016

¿Tengo que prepararle la cena a mis hijos de 19 y 23 años?

Algunas semanas atrás volvía de una intensa caminata por el monte con un grupo de amigos , unos quince, en un micro bus. Estábamos realmente cansados porque habíamos subido, en un buen número de horas,  a un lugar de alta montaña. En el bus daban una cabezada la mayoría y el resto charlaban. Detrás, no muy lejos, dos madres mantenían una conversación que podíamos  oír los más cercanos. Una de las madres comentaba  que al llegar a casa se iba a duchar e iba a caer rendida en la cama; la otra se quejaba de que antes de ducharse y acostarse tendría que prepararle la cena a sus dos hijos, la mayor con 23 años y el otro con 19. Después de oír esto,  sencillamente me indigné.

La madre que debía preparar la cena es una buena profesional, responsable, diligente, culta y separada, que para ir a una excursión tiene que hacer malabarismos. Yo me hacía las siguientes preguntas: ¿no eran los hijos demasiado mayorcitos para permitir que su madre les preparase la cena?. Está claro que lo de prepararles la cena se había convertido en un hábito cultivado desde la niñez, que se mantenía por inercia pero ¿sabiendo que su madre vuelve de una actividad agotada, no pueden dar ambos dos un paso adelante y evitarle  ese sobreesfuerzo? Quizás me falte conocer la última escena en ese hogar, esa noche; quizás llegó la madre y se encontró la cena hecha, los platos limpios y su cena servida. Ojalá fuese así y me sobraría parte de lo que estoy escribiendo, quizás todo.

Cada vez estoy más convencido de que hay algunos padres que no dirigen bien el cariño a sus hijos. Algunos puede que me traten de salvaje, pero voy a poner algunos ejemplos de lo que entiendo por cariño del bueno:

  • Adrián es un antiguo alumno mío. Su madre lo enseñó desde pequeño a cocinar. Siendo ya adolescente, cuando sus padres salían un fin de semana,  él y su hermano mayor se preparaban la comida solitos, por cierto muy buena. También la preparaban algunos días de diario cuando los padres andaban apretados de horario,...además sacaban la basura, limpiaban su cuarto, etc.  Adrián no tuvo ningún problema en dar el salto a Suecia , donde lleva viviendo y trabajando más de diez años sin que se le conozca ningún trauma.
  • Felipe solucionó de raíz la pereza de su hijo al levantarse por la mañana. Una mañana, con trece años, le derramó un vaso de agua en la cara después de 5 avisos. Su hijo ya se levanta solo cuando oye el despertador y llega puntual al colegio.
  • Esta es de hace tiempo. Ahora estaría muy mal vista y podría ser motivo de despido disciplinario -enseñanza privada- , o suspensión de empleo y sueldo  -en la enseñanza pública- del protagonista. Un compañero, harto de la pereza de un alumno al levantarse, -estábamos en una actividad fuera de la ciudad durante varios días-, le pegó un tirón de la manta y lo empujó levemente hasta que salió por el otro extremo de la cama. Al final de la actividad el niño se levantaba solo y sus padres no presentaron ninguna queja, al contrario, le agradecieron que hiciera por su hijo lo que ellos eran incapaces de hacer.
  • Cuento el último caso. En este el protagonista es un conocido y prestigioso profesional a nivel nacional. Su hijo adolescente le daba problemas que intentaba corregir de la mejor manera posible. Cuando cumplió los 18 años se negaba a obedecer y cumplir normas básicas de la casa, que permitían la convivencia sana y pacífica. En varias ocasiones le decía que se iba a marchar de la casa y en una de ellas el padre le tomó la palabra, le asignó una pensión de 600 euros que tenía que administrar para mantenerse por si solo, fuera del hogar -pagar un alquiler, alimentarse y vivir- y a la madre le dijo que cuando viniera de visita a casa no le negase la entrada, le diese sus besos y cariños, pero que se fuese con las manos vacías. El hijo volvió a la casa al año con el compromiso y la aceptación de las normas de sus padres y poniéndose las pilas en los estudios. Hoy en día es un buen profesional y derrocha cariño por sus padres.


No me voy alargar describiendo el sentido y los efectos positivísimos de todo lo anterior. Ya lo he reflejado en este blog. Os remito a una de las entradas a la que podéis acceder pinchando en el siguiente enlace  http://goo.gl/5evfcQ

También hay que decir que no es necesario ser drásticos si hacemos las cosas a su tiempo y remando -los dos padres- en la misma dirección.

He encontrado dos vídeos que añaden un poco de humor al artículo y, de paso, nos ayudan a descender al detalle,  a relativizar y desdramatizar. Son estos



Termino, como siempre, con una frase. En esta ocasión de Aristóteles:

"Las raíces de la educación son amargas, pero los frutos son dulces"

José Antonio de la Hoz

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