El pasado lunes asistí a un
acto en el que intervenía un antiguo Magistrado
del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el hijo y la mujer de una víctima del
terrorismo y un destacado político. A la salida un grupo de manifestantes
intimidaba e insultaba a los que habíamos asistido al acto, simplemente por
haber asistido. Estaba de acuerdo con algunas de las cosas que reivindicaban,
pero daba igual, ellos se sentían con el derecho a descalificar a todo el que
se había saltado sus normas. ¡Qué importante es la tolerancia! ¡Qué necesario es formar a las nuevas generaciones en este valor, tan vinculado a la libertad del otro!
Vivimos en una sociedad en la que
existen numerosas, diversas y contrapuestas ofertas ideológicas que afectan a
la religión, a la cultura, a la economía, a las normas de convivencia, a la
política, etc. Hay movimientos migratorios, influidos por el hambre o la
esperanza de una vida mejor, que propician la multiculturalidad en los países
desarrollados hasta unos niveles desconocidos.
Las TIC permiten la relación en tiempo real con ciudadanos de cualquier
país, y el contacto con su cultura y sus ideas. Todos nos relacionamos con lo
distinto, diverso, diferente o contrario, con frecuencia y de una u otra forma. Esto enriquece nuestras vidas y aumenta
las posibilidades de elegir en el ámbito del ser y el pensar, pero también puede propiciar conflictos y choques.
Esta diversidad conlleva la
necesidad de formarnos y formar a nuestros hijos en la tolerancia y el
respeto. Respeto y tolerancia que se ha de vivir con el otro y que el otro debe
vivir con nosotros para que, en ningún caso, se de algún tipo de dependencia o sumisión.
Cada vez más se experimenta con
formas de vida e ideas, sin valorar el alcance del experimento. A lo largo de
la historia aparecen y desaparecen ideologías y formas de vida, con efectos sobre los contemporáneos, por eso los padres han de estar atentos a los mensajes que
les llegan a sus hijos. Este “seguimiento”
es parte del tiempo que estamos obligados a dedicarles. En canciones, en
videojuegos, en películas, en programas de televisión,…en Internet, hay
contenidos matizables y discutibles, que es necesario
comentar con ellos. Hoy más que nunca los “lobby’s, los grupos de presión”
intentan jugar con el espíritu gregario del ser humano para imponer, con sutileza, ideas y
formas de vida. Más tarde exigirán el respeto y la tolerancia a
la “minoría” cuando por el camino han manipulado, usado y forzado la opinión
pública. Para ellos la tolerancia y el respeto son una máscara de quita y pon según convenga a sus intereses.
La tolerancia no es una actitud
momentánea ni de conveniencia. Se es tolerante en las formas y en el fondo. Hay quien aparenta
ser muy respetuoso con los demás, pero es solo una estrategia o una pose.
La tolerancia nace de un profundo
respeto y afecto al ser humano, de valores vividos, del esfuerzo por someter
las inclinaciones personales que no van, del control del propio ego, de la objetividad con nuestro comportamiento y
con el ajeno, de equivocaciones personales seguidas de correcciones, de un
conocimiento profundo del ser humano y de una actitud humanista, de guerrear
con la propia justificación, de identificar el autoritarismo, la soberbia, la
injusticia, el egoísmo… no solo en los demás sino en nosotros mismos,
poniéndoles día y hora, nombres y apellidos. La tolerancia, en definitiva,
arraiga más fácilmente y con más intensidad en personas que se esfuerzan por
ser excelentes.
Son amigos de la tolerancia el humor, el amor, el cariño,
la objetividad, la compasión y el perdón. La tolerancia la encontramos unos escalones más abajo del amor, formando parte de su jerarquía de valores. La persona tolerante realiza una
escucha activa, deja hablar, no interrumpe, no manipula para convencer, no usa
la tolerancia como máscara, dialoga, debate, usa
razones, no sube el tono de voz, no calumnia ni injuria para descalificar al
otro, cede en aspectos no esenciales, defiende
con razones sus ideas aunque no gusten a otros, no usa la violencia, no
intimida, no amenaza, no miente, aprende de los otros, respeta otras costumbres inocuas, respeta la ley y la moral, convive pacíficamente…Es una
persona con calidad humana.
No hay tolerancia sin respeto.
Sin embargo se actúa mucho cara a la galería, son muchos los que visten su
comportamiento de tolerancia y respeto, pero menos los que los viven realmente.
Por eso es bueno pararse a reflexionar sobre la “tolerancia”, para saber qué es este concepto del que tanto se habla, poco se usa y mucho se abusa.
La tolerancia es el efecto del
amor profundo al ser humano, a la justicia, a la equidad, a la verdad, a la paz
y al respeto. El respeto y la tolerancia nos llevan a controlar las emociones,
a moderar los juicios y a convivir en
paz. El respeto necesita de la tolerancia y la tolerancia del respeto. Respetamos y toleramos ideas y
comportamientos de los demás por miedo, amor,
valores asumidos o interés. El amor y los valores son duraderos si tienen un
soporte trascendente y ambos visten de “ verdad” a la tolerancia. El miedo y el interés
desvirtúan la tolerancia y le aportan falsedad.
¿Cómo educamos a nuestros hijos
en estos valores?
Creo que el ejemplo vivido por
los padres en el hogar es el mejor camino, la mejor explicación y el modelo
más directo e influyente, que es observado por los hijos a través de la huella
que dejan en pequeños detalles vividos día a día. Ahí van algunos ejemplos:
- No discutir acaloradamente delante de los hijos
- Dejar hablar y escuchar activamente
- Dialogar y razonar sin descalificar
- Dejar la conversación antes de acalorarse
- Acudir al silencio para reflexionar sobre el otro, lo otro y lo de más allá.
- No manipular ni mentir para imponer el propio criterio
- Evitar alzar la voz, insultar o despreciar
- Negociar y llegar a acuerdos como forma de resolver los conflictos. Conseguir consensos equilibrados en los que las dos partes ganen y cedan
- Intentar hacer atractiva la verdad.
- Dejar elegir a los seres queridos, a los amigos, a los vecinos, a la sociedad y respetar la elección. Seguir queriendo aunque no estemos de acuerdo con lo elegido.
- Destacar aspectos positivos de otras personas, comunidades, culturas. Respetar los que no nos gustan siempre que no violenten las reglas de juego
- Respetar al contrincante político cuando se oye el telediario. Discrepar con razones y de forma respetuosa.
- No discriminar
- Quererse y querer. La tolerancia esta unos escalones más abajo de esas actitudes
Viajar, conocer otras zonas de nuestra ciudad, usar la empatía antes de juzgar, también nos ayuda a ser tolerantes. Pasar por la austeridad para entender la miseria, recordar injusticias sufridas para comprender - que no admitir - los mecanismo de la violencia, también nos acerca a este valor. Por último, leer a los clásicos nos acerca a las debilidades humanas
Como no podemos dividir al hombre
ni su comportamiento en compartimentos estancos, podemos concluir que una mujer
y un hombre tolerante se adornan de otros hábitos operativos buenos que ayudan y predisponen a la tolerancia.
Termino con una frase del poeta
estadounidense Walt Whitman:
“Cuando conozco a alguien no me importa si es
blanco, negro, judío o musulmán. Me basta con saber que es un ser humano”
José Antonio de la Hoz
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