lunes, 15 de abril de 2013

Comunicación y Soberbia. Mario Alonso Puig


Mario Alonso Puig ha sido muchos años cirujano y ahora es investigador en neurociencias, conferenciante y consultor de primer nivel. Cuenta con un curriculum más que abultado y está presente, como speaker, en los foros más importantes a nivel internacional.  El 12 de abril de 2013 publicó este interesante artículo en http://www.elconfidencial.com  con el título: "Recuperando el lenguaje de la vida: cómo conseguir una comunicación no violenta" . 
Muchos de nosotros conocemos la historia bíblica que hace referencia a la Torre de Babel. Los hombres, hace muchos años, comenzaron a construir una torre que había de llegar hasta el mismo cielo. Cuando estaban sumidos en tan magna obra arquitectónica, algo asombroso les ocurrió. Todos ellos empezaron a hablar en lenguas tan distintas que les resultaba imposible entenderse. Por eso la Torre de Babel jamás se completó.
Este tipo de historias puede interpretarse al menos, de tres formas diferentes:
1º- Se trata de un relato verdadero desde el punto de vista histórico.
2º- Es una pura fantasía.
3º- Independiente de que sea un relato histórico o un relato fantástico, nos quiere transmitir una lección de gran valor.
La reflexión que me gustaría que usted, apreciado lector, y yo hiciéramos, está enfocada en la tercera forma de interpretar el relato.
La Torre de Babel está llena de símbolos. Cuando el ser humano aspira a ser un dios, se llena de arrogancia, soberbia y autosuficiencia. Además, lejos de ver a los demás como a otros dioses, les ve como utensilios para sus propios fines. De esta ansia de poder hablaba mucho el filósofo alemán Nietzsche cuando decía: “El hombre es voluntad de poder”.
Cuando nos invade la soberbia, exigimos ser escuchados y perdemos el interés en escuchar para comprender. ¿Para qué escuchar a aquellos a quienes en esos momentos estamos viendo como simples utensilios?
Cuando no nos dejamos ayudar por otros para cubrir nuestras necesidades, todo nuestro ser se debilita”
Todos sabemos que cuando nos escondemos tras la armadura de nuestra autosuficiencia, también estamos escondiendo lo que de verdad sentimos y necesitamos. Nuestros sentimientos y nuestras necesidades nos convierten en seres vulnerables que necesitan de la ayuda de los demás. Sin embargo, es en el reconocimiento de esta vulnerabilidad y de esta menesterosidad donde radica nuestra verdadera fuerza. La fuerza de la unión, la fuerza de la cooperación y la fuerza de la visión compartida emanan de la comprensión profunda de que todos los seres humanos mientras sigamos vivos, tendremos sentimientos y tendremos necesidades.
Cuando nuestro corazón se endurece, nuestro lenguaje simplemente agrede y por eso acabamos recibiendo aquello mismo que emitimos. Quien siembra vientos, recoge tempestades. Esta es una conversación suicida, y es suicida porque nos va aniquilando poco a poco al condenarnos  a la soledad y al aislamiento.
Hemos de volver a recuperar el lenguaje de la vida, un lenguaje de sentimientos y de necesidades y deshacernos de una vez por todas del lenguaje que se usa cuando se está detrás de la armadura. Todos sin distinción, queremos lo mismo, sufrir menos y ser más felices. Para poder conseguirlo, necesitamos equilibrar nuestros sentimientos y cubrir nuestras necesidades.
Hay una preciosa fábula de alguien al que se le permitió visitar el Cielo y también visitar el Infierno. A aquel invitado le sorprendió ver que en el Cielo a todos se les veía perfectamente nutridos, mientras que los habitantes del Infierno estaban todos escuálidos y demacrados. El invitado le preguntó al Guardián del Cielo por la razón de aquello:
–¿Es que acaso los habitantes del Cielo tienen todo lo que necesitan para comer y los habitantes del Infierno no tienen nada?
–En absoluto, contestó el Guardian del Cielo. Todos tienen la misma cantidad de alimentos.
–Entonces, no entiendo por qué los habitantes del Infierno están tan desnutridos.
–Ven a la hora de la comida y lo entenderás.
Aquel visitante, acudió a la hora de comer tanto al Cielo como al Infierno. Observó que los habitantes de ambos mundos, sólo podían comer utilizando unos palillos muy largos. Los habitantes del Cielo, los utilizaban para dar de comer a otras personas, mientras que los habitantes del Infierno, se empeñaban en usar los palillos para, alimentarse así mismos. Aquellos palillos eran tan largos, que la comida nunca llegaba a sus bocas.
Cuando no ayudamos a los demás a cubrir sus necesidades y no nos dejamos ayudar por otros para cubrir las nuestras, todo nuestro ser se debilita. Tal vez la armadura que ponemos ante los demás nos dé una sensación de protección. Sin embargo, yo creo que lo que de verdad hace es separarnos, inmovilizarnos y hacernos enfermar.

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