A Granada se le llama la “Ciudad
de los Cármenes” . Tuve el honor de pedirle
a Don Antonio Gallego Morell, que fué ilustre
Rector de su Universidad, una definición
de la palabra “Carmen”, muy enraizada en esta ciudad, y me respondió que es “Una casa cercada, ubicada
en los barrios históricos de Granada, con jardín, y heredera de los huertos de
deleite que los árabes tenían en la ciudad”
Pues bien, esta tarde he estado
comiendo con unas amigas en el Carmen de la Victoria, que fue primero una residencia de
estudiantes marroquíes (Casa de Marruecos) ligada a la Escuela de Estudios
Árabes, luego un Colegio Mayor, y hoy Residencia de invitados de la Universidad de
Granada. Sus frondosos y cuidados jardines
sumados a las privilegiadas vistas de la Alhambra, ponen a cualquiera en
paz consigo mismo y con el mundo. Pues bien, este día tan redondo me ha llevado
a pensar sobre la importancia de ser agradecidos.
Para que lo que nos
rodea funcione hace falta gente que haga bien las cosas. Unos han vivido antes
que nosotros y otros son contemporáneos. Este día de hoy ha sido redondo porque
en todo el trayecto recorrido y en los
servicios disfrutados, han dejado su huella muchas personas que han hecho y
hacen bien su trabajo. Me refiero a albañiles, pintores, electricistas,
camareros, conductores de autobús, jardineros, barrenderos, etc. A
todos habría que hacerles llegar un sentimiento profundo de agradecimiento.
No está de más que a
veces caigamos en la cuenta de que estamos rodeados de mucha gente que hace
bien las cosas y nos facilita la vida. La fórmula universal de manifestar
agradecimiento es tan sencilla como decir “Gracias” muchas veces al día.
Gracias a tu pareja por ser un trabajador responsable que cumple diariamente
con su trabajo y aporta unos ingresos
necesarios a la casa, gracias a tu pareja que hace una comida de la que
disfrutas diariamente, gracias a tus padres por prestarte diariamente su
tiempo, su esfuerzo y su cariño, gracias a los profesores que se esfuerzan cada
día por compartir contigo su saber, gracias a tus amigos que te llaman para
compartir contigo su tiempo, ….etc. Digo esto porque vivimos tan rápido que no
caemos en la cuenta. También porque, en una sociedad como la nuestra, a veces
nos miramos demasiado el ombligo y solo pensamos en lo que “los demás deben
hacer por nosotros”, sin descubrir que pueden elegir hacerlo bien, mal o
regular y son muchos los que lo hacen de forma aceptable, con frío, con calor, con ganas o sin ellas.
Dar las gracias es un
gesto de justicia, de madurez, de educación y de respeto. Si pensamos un poco,
con este gesto contribuimos a motivar al que hace bien las cosas, luego dar las
gracias también es un síntoma de inteligencia.
También se puede dar
las gracias con un gesto, con una palabra amable, con una propina,… de mil
maneras. Además, el que da las gracias recibe, a la larga, mejor trato que el egoísta
miope. Es una habilidad social indispensable.
Es bueno que los
padres recuerden periódicamente a sus hijos que no son el centro del mundo. Que
hay mucha gente que les facilita la vida y que deben corresponder dando las
gracias y contribuyendo ellos a hacer mejor la sociedad. La mejor lección es,
como siempre, Fray ejemplo. Yo puedo y debo mejorar en este aspecto, todos podemos hacer algo más. Para empezar podemos elegir una persona cada día, a la que habitualmente no le damos las gracias y dárselas, empezando por los más cercanos.
José Antonio de la Hoz
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