martes, 7 de enero de 2014

La paciencia todo lo alcanza

Hace unos meses estuve por Ávila y visité, entre otros lugares,  los dos conventos por los que pasó Santa Teresa de Ávila:  el de la Encarnación, donde pasó 27 años de su vida, y el de San José, fundado por ella. En este último vi una poesía suya impresa en una estampa, junto a su imagen, y la compré. Cuando regresé a casa la dejé encima de una estantería, junto a otros papeles, y volví a verla  mientras ponía un poco de orden, aprovechando la Navidad. La poesía, incompleta,  dice lo siguiente:

Nada te turbe, 
nada te espante, 
todo se pasa, 
Dios no se muda;
la paciencia 
todo lo alcanza; 
quien a Dios tiene 
nada le falta:
Sólo Dios basta.

A mí me reconforta bastante leerla y meditarla, sobre todo cuando vienen las preocupaciones propias de la vida, pero también la veo como un buen inicio para hablar de la paciencia, sobre todo en un mundo en el que prima la inmediatez, donde todo parece estar al alcance de un clic, en el que la palabra que triunfa es “Ya”.

Pues bien, hay metas que requieren de un esfuerzo mantenido durante un tiempo y la paciencia nos ayuda a no decaer cuando hay que retrasar la recompensa y esperar para ver los frutos. Está muy relacionada con mantener el esfuerzo sin perder la esperanza, hasta conseguir lo que buscamos. El que la tiene sabe esperar los resultados que, como dice Santa Teresa cuando afirma que “la paciencia todo lo alcanza”, siempre llegan si no nos agobiamos.

Por eso es muy importante que los padres exijan a los hijos que terminen lo que empiezan, que no salten de una cosa a otra sin acabar nada. Cuando terminan las cosas recogen los frutos del esfuerzo en forma de motivación y de predisposición para seguir ganando batallas, alcanzando metas valiosas. En definitiva, les ensañan a ser pacientes y saber retrasar los frutos del esfuerzo, sin abandonar a mitad de camino porque parece que el premio no llega o se retrasa.

También podemos hablar de paciencia si se trata de aguantar en la vida cuando “vienen mal dadas”. Aquí la santa también nos habla con sabiduría cuando nos dice que “todo se pasa”. La sabiduría popular  dice lo mismo cuando afirma que “no hay mal que cien años dure”. Llegados a este punto también  me vienen a la memoria unas palabras de Toni Nadal,  sobre su sobrino, que son las siguientes: “es el jugador que más partidos gana jugando mal, porque se sobrepone a la adversidad”. También me parece interesante esta otra idea suya: “he sido un entrenador más preocupado de la formación del carácter que de la formación técnica. Así le ha ido, …todavía no ha aprendido a sacar”



En fin, me doy por satisfecho si algunos padres son más conscientes de que inculcar esta virtud, hábito o predisposición en sus hijos es importante para alcanzar metas profesionales, personales y sociales.

José Antonio de la Hoz

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