
Como seres humanos
necesitamos de un grupo más o menos amplio de amigos, sin el que nuestra
felicidad andaría coja. Como padres debemos enseñar a nuestros hijos a ser y
tener amigos, también a mantenerlos. La amistad tiene grados y requisitos,
contrastes, aptitudes y actitudes, tiempos y espacios,…es un tema complejo, y
con la suficiente importancia en nuestras
vidas como para pararse a reflexionar sobre el.
Hace un tiempo una persona
sabia me dio el siguiente consejo “procura aprender y rodearte de personas que
sepan ”. Por eso, en este y otros temas, acudo a buenas fuentes y el psiquiatra
Enrique Rojas lo es. Primero porque su profesión aporta un conocimiento
especial del ser humano, al disfrutar de acceso a su “núcleo duro”. Segundo
porque la confianza del paciente en su especialidad se gana a base de un
continuado “buen hacer” y resultados.
Tercero y último, porque cuenta con el refrendo del gran público y son pocos
los que disfrutan de ese nivel de adhesión.
Estos y otros aspectos me llevan a leer detenidamente sus reflexiones.
El presente artículo lo he
recogido de su página web
http://www.enriquerojas.com . También fue publicado en el
diario el mundo el 10-1-2009, con el título “TENER AMIGOS”
TENER AMIGOS

La amistad es un sentimiento positivo entre dos personas. Son
muchos los fenómenos que se producen en su interior y podrían quedar resumidos
de la siguiente manera: se trata ante todo de un estado subjetivo en el
cual el protagonista es uno mismo. Por medio de ese estado se percibe un cambio
agradable que recorre la intimidad y la modifica en positivo. Es también una
experiencia personal, que conocemos por nosotros mismos y no por lo que nos
cuentan otras personas. Cada persona es protagonista de su afectividad, y por
otra parte es una vivencia que deja una huella: su impacto
significa un rastro y que produce un modo de ser aceptado por el contacto
físico, psicológico y cultural con esa otra persona.
Me parece esencial destacar los grados de amistad. Pocas
amistades llegan a ser íntimas. La gran mayoría se mueven en un conocimiento
reciproco bueno, en el que la entrega y la confidencia se quedan a medio
camino. Admitir esto es ser realista
La amistad es cultivo de los sentimientos. Trabajo psicológico
que exige correspondencia que no puede ser unilateral. Cuando lo ves, se trata
de admiración, de tener en la otra persona una cierta devoción y un buen nivel.
La amistad no es un sentimiento estático sino dinámico. Puede ir a mas pero
también por diferencias, enfados y tensiones, enfriarse , ir a menos esto lo
observamos a menudo , dos personas que han tenido un enorme afecto se distancia
por algo negativo que ha sucedido, un malentendido, una discusión dura o algo
que uno esperaba del otro y que no se produjo.
La palabra amistad la utilizamos con demasiada licencia,
sin precisión. La amistad es una forma de amor, que encierra una
pasión por lo absoluto. Debemos tener el valor de matizar en los distintos
grados de amistades que pueden darse en el ser humano. Entre el amigo íntimo y
el conocido, hay un espectro intermedio de formas amistosas que se mueven entre
esos dos polos. Y ser consecuente con el espacio en donde situamos y somos
situados por otra persona.
En la amistad de cierta intensidad se produce la comunicación de
dos vidas y dos realidades. De ese modo uno asiste a la existencia del otro y
viceversa. Es dejar entrar en la ciudadela interior, en los pasadizos del
propio castillo al otro, para que vea y observe lo que allí hay. Este proceso
empieza por dejar que el amigo venga a nuestra casa y vea como es nuestro hogar
y que estilo de vida tenemos. La amistad es una de las grandes fuerzas de la
vida que eleva nuestro corazón por encima de tantas circunstancias que tiran de
nosotros hacia abajo, y al mismo tiempo nos ayuda a mantener los pies en la
tierra. Hay una gradación de amistades que deambulan desde las más íntimas a
las más superficiales.
La amistad requiere cuidados y atención. Los campos no se riegan
a base de trombas de agua sino de fina lluvia que empapa la vida poco a poco.
Esta humedad cala, perfora, se cuela y penetra en la tierra, empapando hasta
las raíces mismas, este es el modo de cultivar una amistad intensa.
Cabe preguntarse ¿es posible tener un verdadero amigo en los
tiempos que corren? La respuesta es sin duda afirmativa, pero no hay que
olvidar que la mistad profunda implica el riesgo de abrirse al otro, de dejar
que nos conozca tal y como realmente somos.
Quiero detenerme en las tres notas que se hospedan en la amistad
desde mi punto de vista:
En primer lugar, la afinidad. Este término se refiere a
ideas, criterios y orientaciones de vida parecidos. No tienen que ser iguales,
ya que eso sería incluso un poco utópico, sino que existe entre esas personas
un puente de comunicación similar, que puede tener que ver con la forma, el
contenido o ambos. Esta claro que lo que establece este hecho es el contenido,
que no es otra cosa que la sustancia de las personas, lo que llevan dentro y lo
definen.
Donación es capacidad para entregarse.
No es solo dar lo que uno tiene (dinero, tiempo, comprensión etc.), sino
aquello que es más propio y personal: uno mismo. En las distintas intensidades
de la amistad La capacidad para darse depende de la generosidad que uno tenga.
La persona esencialmente egoísta no puede entregarse fácilmente, pues está muy
pagado de sí mismo o instrumentaliza la amistad, haciéndose amigo de alguien
para obtener de el un beneficio. Como indica la palabra egolatría esto
quiere decir que idolatra a su yo, que él es su propio ídolo y en esas
circunstancias es difícil que salga de sí mismo para dirigirse con afecto
verdadero hacia el otro, ocupado por su circunstancia.
Confidencia. Es capacidad y confianza para
contar cosas íntimas, personales, auténticos secretos, con la certeza de que
aquello es materia reservada, que no saldrá de allí. Hacer confidencias es
siempre arriesgarse, sobre todo cuando la relación se está iniciando o no hay
todavía unas bases sólidas de esa amistad. En las personas poco maduras es
frecuente contar cosas superintimas casi sin conocerse. La amistad necesita
tiempo compartido es costoso llegar a establecer una comunicación fluida. La
amistad requiere cercanía, proximidad, verse a menudo, un hablar continuado. En
muchos países de la
Unión Europea la gente se agrupa en torno a
la tertulia, a la política, a la cultura, a la gastronomía, al vino, al
folklore, a la historia, a la música, etc. En esas agrupaciones colectivas
suele darse una buena dosis de amistad, que crece mas adelante según las
preferencias y elecciones que se van dando con el paso de los años. Trato y
correspondencia de ida y vuelta. La amistad verdadera no es fácil conseguirla,
pero hay que ir detrás de ella y buscarla y trabajarla para que llegue a un
buen nivel. La amistad es más duradera que el amor, pero menos intensa.
Hay una serie de características que se arremolinan en torno a
la amistad y que me parecen interesantes en este recorrido zigzagueante y
frondoso y me voy a ir refiriendo a ellas.
Quiero insistir en un principio que me parece fundamental: No
hablar nunca mal de nadie, bajo ningún concepto. Yo pondría esta frase como
una leyenda en mi cabeza, y en la de los más cercanos. Me parece que es un
síntoma de madurez y buen equilibrio. Es formidable ver a un amigo nuestro al
que nunca hemos oído decir nada contra nadie, que se le pone en un aprieto o se
le hace una pregunta capciosa en la que debe mojarse, y que tiene el arte, la
habilidad y la coherencia de no decir nada negativo. Si no puedo hablar bien
del otro, me callo.
El respeto al otro es clave. En las
relaciones superficiales hay más laxitud y se puede escapar algo nocivo,
descalificante. Siempre hay correveidiles, frívolos y fuera de lugar, es
importante no prestarles atención, en esas ocasiones se ve el temple y la
calidad, negarnos a participar o a sentir con nuestro silencio el que se
maltrate de palabra a un tercero que no está allí. ¡Cuantos disgustos y
malentendidos se evitan siguiendo esta línea! El cotilleo, la trapisonda, el
traer y llevar chismes y bichos negativos, indican entre otras cosas, poca vida
por dentro y mucha necesidad de entrar y salir en la existencia ajena
Amar es alegrarse con el amigo y sufrir con sus pesares, aquí
asoma otro medidor del grado de amistad. Si el silencio es el guardián de
nuestra intimidad, también lo debe ser en el otro. Alegría y tristezas
reciprocas. Por ahí se topa uno con un segmento de la felicidad. Porque ser
feliz consiste en poseer lo que uno desea. Stendhal es su célebre Rojo y
Negro, llama a esos dos estados las intermitencias del corazón
Todos nos movemos entre el desear y el querer. En la madurez
ambos estados de ánimo tienen peso y medida. Aristóteles dice en su Ética a
Ecudemo, que amar es alegrarse. Y Benito Espinoza en su Ética nos
recuerda que “el amor es una alegría que se acompaña de una causa exterior”. Amar
es alegrarse con. Amar a Mozart es alegrarse uno de sus conciertos y
celebrar que un hombre así existiera, amar con un paisaje de Castilla es
recrearse la vista con aquella visión. Amar de veras a un amigo es alegrarse de
que lo hayamos encontrado y querer estar a menudo con él. Amar el placer con
alegría.
La amistad sirve para el cultivo de los sentimientos. La
afectividad es el espacio donde uno vive y se muere. La vida humana es abierta
y argumental: No está todo dicho ni todo es definitivo; necesita puntos sólidos
en donde apoyarse. Vuelvo a un principio en el que he insistido mucho en alguno
de mis libros: Para estar bien con alguien hace falta estar bien con uno
mismo. Es decir, haberse uno resulto como persona y tener un estilo propio
un sello especifico con una buena compensación entre los distintos ingredientes
que habitan la personalidad.

Debo señalar otro factor la tolerancia, que es importante
para que la amistad no se rompa, esto significa transigencia, respeto a
opiniones distintas de la propia, flexibilidad y capacidad para aceptar otras
opiniones de la vida y los hechos que nos suceden. Ser tolerante no significa
aceptarlo todo, las matemáticas no necesitan tolerancia. Y en este tipo de
diferencias surgen a veces enfados, roces, discusiones, etc. Otras veces puede
asomar el rencor, sentirse dolido y no olvidar. Una cosa buena es hablar las
cosas a su tiempo y dejar las cosas claras y evitar que los temas se pudran o
se eternicen en un silencio sin mucho sentido.
La urbanidad entre los amigos es una pieza
importante para una comunicación estable. Pero no quedarnos en la fachada, en
las formas, en las apariencias. El cinismo es el culto que hace el vicio a la
virtud. La urbanidad es anterior a la moral.
La amistad a lo largo de la vida nos enseña una de sus facetas
principales. Entre los niños es todavía demasiado epidérmica y sirve de
exploración de uno mismo en el espejo que es el otro.
Una de las relaciones más interesantes que existen es la que se
da en la amistad médico-enfermo y esto en la psiquiatría cobra un valor
especial: ella es la rama más humana de la medicina, ya que atiende no solo a
la enfermedad sino muy especialmente a la persona enferma, ya que se interesa
por la persona que padece, que sufre, que se encuentra mal y que está un poco
desvalida. En la medicina hipertecnificada, la clásica relación médico-enfermo
se ha ampliado y es unas veces una relación equipo médico-paciente, y otras
equipo médico-aparatos de exploración La psicoterapia es una forma de
amistad particular. Para que esto se produzca hace falta empatía, es
decir que se cree una buena sintonía entre los dos, en el que haya acogimiento,
atención respeto y confianza. La relación médico-enfermo traza una línea de ida
y vuelta que es la trasferencia y la contratransferencia.
La amistad verdadera perfecciona a dos personas: una da lo mejor
de sí misma a la otra. La amistad exige estar dispuesto a trabajarla dando
pasos sucesivos para consolidarla.
La madurez es serenidad y benevolencia. Ser benevolente es
pensar bien y disculpar.”
Fdo. Enrique Rojas
Catedrático de Psiquiatría
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