El segundo centro escolar en el que estuve dando clases, era
pequeño de instalaciones y de número de alumnos. Impartía la antigua FP y tenía
alrededor de 200 alumnos matriculados, número que no era suficiente para
atender los gastos. La situación financiera
no era buena, imperaba el desánimo entre los profesores, y había serios
problemas de disciplina entre los alumnos. Para completar el cuadro las instalaciones
reclamaban, a gritos, una importante reforma.
Pasados tres años el panorama cambió radicalmente:
desaparecieron los problemas de disciplina, cambió radicalmente el ánimo de los
profesores, se llegó al tope de matriculaciones de alumnos y desapareció el
déficit.
¿Qué cambió? Lo primero que cambió fue el equipo directivo y,
con él, la actitud de los profesores. ¿Qué aportó el equipo directivo? Unida de
acción – todos íbamos a una -,
participación en la toma de decisiones – respetando el ideario- , iniciativa y GENEROSIDAD.
Decía Morris West, autor de “Las sandalias del pescador”,
que “el ejemplo es un libro que todos
los hombres pueden leer”. Cuando en un
equipo de personas hay una o dos que se responsabilizan de las tareas que nadie
quiere, cuando se da más de lo que en justicia se debe, cuando se está
disponible fuera de horario…, entonces nadie tiene excusa para dar lo mejor de sí
mismo. Sobre todo si la iniciativa en lo que cuesta la lleva la dirección del centro.
Ya parece claro que estamos hablando de generosidad, de que
los padres den ejemplo de generosidad y eduquen a sus hijos para que sean
generosos, que no es sinónimo de tontos. Y que, como a los niños los educa toda la tribu, que TODOS MEJOREMOS EN ESTE HÁBITO. Más abajo os doy motivos para el cambio.
Los padres pueden y deben dar argumentos para ser generosos,
pero lo que vale es el ejemplo. Hablamos
de hacer tareas en casa, en la medida de las posibilidades de cada uno; de
dedicar tiempo a estar con los hijos y con el cónyuge, de dar cosas a quien lo
necesite – algo de dinero, juguetes,…-, de ayudar a compañeros, vecinos, de
participar en labores sociales,...sin desatender a los propios ni las obligaciones primarias.
¿Y cuál es el final de la historia? Pues, individualmente, la
generosidad es un imán del afecto de los demás y, por tanto, de una sana
socialización. Un estudio reciente de Sonja Lyubomirsky, de la Universidad de
California Riverside, realizado a trabajadores de Coca-Cola Iberia, señala que la generosidad se contagia y mejora
el bienestar laboral - yo añadiría que
también el social-, y que las personas más generosas se muestran
menos irritables, tienen mejor apetito, mejor calidad de sueño, reducen sus
síntomas depresivos y se sienten más comprometidas con su trabajo. Además de todo
ello, son capaces de generar mayor conexión con el resto de compañeros.
Parece
claro que individual, laboral y socialmente, la generosidad no trae más que
ventajas. Para terminar añado una idea de Martin Seligman, padre de la
psicología positiva: “El altruismo es una fuente de felicidad duradera”. No quiero terminar sin decir que soy creyente, y que todo esto ya lo dijo alguien hace 2000 años aproximadamente.
Ser generoso es importante, pero tampoco dejarse ver la cara, yo pienso que cuando uno deja de ser generoso, va a pensar que dejo de ser generoso y se va a sentir mal consigo mismo entonces hay ocurre algo malo, tiene mucho que ver con la ley de la atracción
ResponderEliminarBueno Articulo
Saludos