Los niños son una esponja de
0 a 12 años. Encajan, con facilidad, las indicaciones que reciben de sus
padres. El 80% de los hábitos y virtudes con los que nos vamos a defender el
resto de nuestra vida, se generan en este periodo. Por estos motivos, los padres han de volcarse en la
formación y educación de sus hijos. Pero no se puede exigir todo y en todo
momento.
Antes de salir de viaje nos
hacemos un plan y nos marcamos unos objetivos. Para acometer cualquier tarea
más o menos compleja nos paramos, pensamos, decidimos como acometerla,… y nos
hacemos un plan que nos sirve de guía. La educación de nuestros hijos es una
larga tarea, un largo viaje en el que no se puede improvisar. Hay que formarse y establecer planes
periódicos, acordes con la edad de nuestro hijo, con su carácter y temperamento,
con su entorno, etc.
Hace un tiempo visitaba a
unos amigos con dos hijos varones de 10 y 6 años. Llegué a la hora del
aperitivo, sobre las 13.30, y me marché a las 17.00 horas. Durante las 3.30
horas que duró mi visita los niños recibieron indicaciones o correcciones en 20
ocasiones, aproximadamente. Algunas me parecieron bastante subjetivas. A título
de ejemplo, hago referencia a las siguientes:
Indicaciones realizadas al hijo mayor:
-Sobre la ropa que debía ponerse para salir a
la calle a hacer un recado. Se trataba de ropa deportiva y el hijo quería
ponerse una camiseta, pero la madre le insistió en otra.
- Sobre la cantidad de pan que debía tomar en
la comida (hablamos de un niño en su peso)
- Sobre el lugar en que debía sentarse en la
comida.
- Prohibición de tomar un zumo antes de la
comida.
- Etc….
Correcciones no realizadas al hijo mayor:
- No ayudó a poner la mesa (la pusieron el padre y la madre)
- No ayudó a quitar la mesa (la quitó la madre)
- Mintió en un tema a los padres y estos se
limitaron a reírse.
- El niño se cabreó con el padre por una corrección
y acudió a la madre. Esta defendió y desautorizó al padre delante del hijo.
Tengo muchos amigos y la
mayoría con uno o dos hijos. Los datos están un poco desfigurados y recogidos
de varias situaciones. El dato fijo son las continuas correcciones.
Cuando los padres no hablan,
entre ellos, sobre sus hijos y las metas
educativas a marcarse, puede ocurrir lo siguiente:
- O no corrigen nada o lo corrigen todo
- Visten caprichos personales con argumentos educativos (ejemplo: tráeme las
zapatillas, de forma habitual…)
- Se corrigen cosas sin importancia y se pasan
por alto detalles importantes. En nuestro caso se pasa por alto, al parecer de
forma habitual, la mentira del niño, pero se insiste en el modelo de camiseta
deportiva a ponerse. Más adelante, cuando sean adolescentes, querrán que les
cuenten cosas más gruesas.
- El padre desautoriza a la madre y viceversa.
- Se cae con facilidad en la arbitrariedad
Nadie es perfecto, todos
cometemos y cometeremos errores pero, vuelvo a repetir, los padres deben hablar
periódicamente sobre la educación de sus hijos. Establecer metas asequibles pero exigentes para cada uno. Dar ejemplo en
lo que se exige. Formarse e informarse sobre las exigencias básicas en cada
edad. Dejar espacios en los que los hijos tomen decisiones para no coartar su creatividad
futura , su iniciativa y proactividad…,. Todo esto se puede concretar en lo siguiente:
- Los padres hablan, al menos una vez al mes, sobre los hijos, en un ambiente distendido y se ponen de acuerdo en lo que exigir.
- Los dos cónyuges exigen de forma constante, en cada momento, en dos o tres cosas importantes. Dejan tiempo para que se conviertan en hábito y cambian periódicamente de meta.
- Un cónyuge no desautoriza al otro delante del hijo. Se habla a parte, se negocia y se llega a un consenso sobre lo que hacer. Se es fiel a lo pactado, aunque no estemos totalmente de acuerdo.
- Distinguimos perfectamente los tiempos y espacios educativos de los tiempos y espacios propios de nuestros hijos. A título de ejemplo:
- No debo meterme en los gustos de mi hijo
(colores, olores, equipos deportivos, etc). No ridiculizo sus opciones
- Podemos exigirle a nuestro hijo que tenga
ordenado su armario, pero no cómo ordenarlo.
- Podemos exigirle que sea limpio, pero no cómo
y con qué hacerlo.
- Nos esforzamos por vivir lo que exigimos.
Si corregimos a nuestros hijos en todo y en todo momento,
puede que:
- Nuestro hijo tenga en el futuro poca iniciativa. De esta forma evita las continuas correcciones.
- Nuestro hijo no sepa tomar decisiones en el futuro, porque solo los demás – mientras era niño, sus padres- hacen las cosas bien.
- Nuestro hijo tenga en el futuro una personalidad servil. Hago lo que dice el otro para evitar la crítica.
- Nuestro hijo tenga una personalidad anancástica. Pues nunca está a gusto con lo que hace, ya que siempre le parece que está mal hecho.
- Nuestro hijo tenga en el futuro baja autoestima. Si me corrigen en todo es que no hago nada bien.
- Nuestro hijo sufra en el futuro trastornos afectivos, porque la proporción entre críticas y detalles de afecto estaba desequilibrada a favor de las críticas.
- Mis nietos sufran el mismo problema de falta de iniciativa, indecisión, servilismo, perfeccionismo, baja autoestima, y trastornos afectivos de mis hijos.
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